Bariloche: historias de los que viven del basural

Familias que más necesitan van en procura de comida, ropa y muebles. El papel de las iglesias y los gobiernos.

Foto: Alfredo Leiva

La meta primordial es encontrar comida perdida entre las bolsas de basura. Lo que sea para pasar el día.

Saben que los supermercados suelen eliminar productos y no importa que estén por vencer. O que hayan vencido hace ya algunos días. O que los paquetes estén abiertos y cubiertos de tierra porque la necesidad es grande, igual que el hambre.

El segundo objetivo es hallar ropa. Si no sirve para la familia, sirve para vender en ferias y que de esta manera, ingresen unos pesos a la economía familiar. Todo sirve en esta era de la falta del trabajo y la desesperación.

Érica Catricheo concurre al basural dos veces por semana; a veces, algunos días más. Lo hace ya desde hace dos años cuando su esposo, ayudante en albañilería, se quedó sin trabajo. El caso de esta mujer es idéntico al de tantas otras familias que ingresan al basural a través de la toma 29 de Septiembre.

Érica Catricheo va al basural dos veces por semana Foto: Gentileza

“Empecé a ir porque ya no teníamos ni para comer. Mis nenes no tenían calzado. Ayer tuve que ir a buscar leña y encontré un acolchado de dos plazas para mi nena y dos manteles de mesa”, relata la mujer de 34 años, madre de cuatro hijos.

Admite que principalmente buscan comida pero se llevan todo lo que también les sirve.

“Los hoteles, por ejemplo, tiran papel higiénico, shampú, acondicionador, jabones. De todo encontrás. Me he cortado las manos, me he pinchado porque la gente quizás tiran cosas buenas pero mezcla todo. Hay gente buena que separa la ropa en bolsas sin yerba ni vidrios”, detalla.

Describe que cada vez que algún camión llega con mercadería de los supermercados, la gente se pelea. “Nos matamos cuando llega un camión que tira fiambre y salchichas. Pero muchas veces, les tiran lavandina encima. Otras veces, tienen tierra porque abren los paquetes a propósito. Pero pongo las salchichas en un tupper, las lavo bien y después las pongo a hervir bastante”, señala.

Reconoce que la mayoría de los paquetes están vencidos: “A veces, vencieron dos semanas atrás o tienen una fecha límite o vencen en dos o tres días. Con la fruta sí se me han enfermado los nenes. Les agarró gastroenteritis como tres veces”.

El cirujeo es una imagen constante en el basural de Bariloche. Foto: Alfredo Leiva

Cada sábado, por casi tres años, los integrantes de la Iglesia Bautista de Melipal llevaron viandas para las personas que concurren al vertedero en busca de algo que les permita subsistir. Habían hecho lo mismo en 2001.

En esta segunda oportunidad, todo comenzó cuando vieron un grupo de gente revolviendo basura en el centro y no dudaron. Armaron sandwiches para llevarles la noche siguiente. Pero ya no los encontraron.

“Sabíamos que sí había gente en el vertedero y allá llevamos lo que habíamos preparado. Preguntamos a una persona que trabajaba ahí cuál era la situación y fue contundente: ‘Esto es terrible: se llena’, nos dijo el hombre que cuidaba en ese momento”, explica Verónica Libertino, asistente a la iglesia. Desde ese momento, comenzaron a organizarse. Juntaban comida, un grupo se reunía los viernes a preparar las viandas y otro, las entregaba en el vertedero el sábado al mediodía.

“Así fue hasta hace un mes y medio cuando el hombre de la entrada nos dijo que tenía orden de que no entráramos más. Nos dijo que lo comprometíamos y que el intendente había dicho que las organizaciones y las iglesias evangélicas sólo promovíamos la práctica para que la gente vaya a buscar comida al vertedero. Parecía que la gente iba porque nosotros les llevábamos comida”, remarcó la mujer.

Los integrantes de la iglesia quedaron en contacto con muchas de las personas que concurren al vertedero a buscar comida y aseguran que “cada tanto, les mandan alguna ayudita”.

Foto: Alfredo Leiva


Organización

“Es fácil decir que somos vagos cuando uno tiene un plato de comida o trabajo y no se sabe qué es la necesidad. Poca gente puede entender lo que pasamos. Lamentamos que cerraran el comedor. Nos daban comida, bolsas de mercadería y era una gran ayuda”

Claudia Cayunao concurrió al basural los últimos cuatro años y asegura que son alrededor de 200 personas las que van últimamente en busca de algo. Lo que sea de ayuda.

Durante tres meses, la gente contó con la ayuda de un comedor impulsado por 50 voluntarios de Cáritas, la parroquia San Cayetano y Nuestra Señora del Carmen en un salón de la capilla del barrio Pilar I, frente al vertedero. Cada miércoles, les dieron de comer a 120 familias que asistían al vertedero; también, les entregaron bolsones de comida para asistirlos en la semana. Pero la demanda era alta y no pudieron sostenerlo sin ayuda estatal.

Foto: Alfredo Leiva

“Antes eran 50; en un tiempo se había cortado. Pero este año está a reventar. La gente volvió a la basura porque no tiene trabajo”, agrega la mujer que lidera un grupo de 50 que asisten diariamente al vertedero y comenzó a organizarse para vender ropa en ferias (una prenda a cambio de un alimento no perecedero, en realidad), ventas de empanadas y tratar de aprender algún oficio -peluquería, carpintería, panadería- que les permita salir adelante. También esperan que desde alguna órbita estatal, los habiliten a poner en marcha algún emprendimiento.

“En un tiempo se había cortado. Pero este año está a reventar. La gente volvió a la basura porque no tiene trabajo”

“Hay abuelos, mamás embarazadas. Todos tenemos la misma meta: salir adelante. Queremos dejar de ir al vertedero pero necesitamos opciones. Hay mucha intoxicación, gastroenteriritis. Y sobrepeso porque comen de la basura. Mucho fideo hervido. Nada de fruta ni carne. Gennuso no quiere comedores porque dice que no es digno. No es digno esta situación”, dice.


El rol del estado

En medio del funcionamiento del comedor impulsado por Cáritas durante 3 meses (pese al descontento del intendente), la Secretaría de Desarrollo Social de la provincia actualizó un relevamiento que había llevado a cabo el municipio sobre la gente que asistía al vertedero.

“Queríamos evaluar quiénes ya estaban recibiendo programas alimentarios del Ministerio y gestionar ayuda para quienes no la tuvieran. Partimos de 108 personas de las que quedaron 68 que no estaban incluidos en programas del Ministerio o del Municipio. Con esa gente, se analizaron los núcleos familiares”, explicó Natalia Almonacid, la delegada de Desarrollo Social de la Zona Andina.

De esas 68 personas, unas 43 se incorporaron al programa alimentario de la provincia.

Hay varios planes de emergencia desde el 2012 (que no están destinados solamente a la gente que concurre al vertedero). El programa se adjudica en función del examen de un trabajador social que evalúa cuánta gente vive en la vivienda, si es único sostén de hogar, si recibe algún ingreso o alguna otra prestación, si tiene gas o no, entre otras cuestiones.

Las tarjetas parten de los 1.000 pesos y se pueden utilizar en supermercados con la red Cabal.

Juan Pablo Ferrari, subsecretario de Coordinación de Políticas Inclusivas del municipio, aseguró que el 80% de la gente que concurre al vertedero recibe alguna ayuda del municipio. “A través del programas, los módulos alimentarios, becas para jóvenes, el Plan Calor o Manos a la Obra. Es poca la gente que no tiene ningún tipo de asistencia. Después entramos en otro tema: saber si alcanza o no”, aseguró el funcionario.

Planteó que la concurrencia al vertedero “pasa desde hace 8 años. A veces te dicen: ‘De esto hice una forma de vida’. Hay gente que va con camionetas nuevas porque tiene criaderos y busca comida. Mucha gente que va desde chica. Es innegable la necesidad de la gente. Pero el problema se ataca desde varios lugares a la vez. No solo desde asistencialismo”. Aseguró también que el municipio acompaña grupos de talleres -de costura, por ejemplo- o ventas de empanadas, aportando materiales. “Acompañamos todo lo que les genere un ingreso de dinero genuino que les permita no ir al vertedero y no quedar como rehenes de un plan”.

Datos

La meta primordial es encontrar comida perdida entre las bolsas de basura. Lo que sea para pasar el día.
“Los hoteles, por ejemplo, tiran papel higiénico, shampú, acondicionador, jabones. De todo encontrás. Me he cortado las manos, me he pinchado porque la gente quizás tiran cosas buenas pero mezcla todo. Hay gente buena que separa la ropa en bolsas sin yerba ni vidrios”, detalla.
“Es fácil decir que somos vagos cuando uno tiene un plato de comida o trabajo y no se sabe qué es la necesidad. Poca gente puede entender lo que pasamos. Lamentamos que cerraran el comedor. Nos daban comida, bolsas de mercadería y era una gran ayuda”
“En un tiempo se había cortado. Pero este año está a reventar. La gente volvió a la basura porque no tiene trabajo”

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