Berenjenal

Redacción

Por Redacción

La luna de miel ya pasó, es cierto, ¿pero acaso no podemos tener un buen matrimonio con la gente?» El jaleo del último mes, que culminó con la descomunal marcha convocada por Juan Carlos Blumberg para reclamar «medidas concretas» contra la inseguridad, y con la súbita enfermedad del presidente de la Nación, hizo reflexionar al selecto grupo que hace eje desde la Rosada y que no sólo no se rinde sino que alienta el derrumbe de estanterías. La de la Policía Federal, por ejemplo, que sufrió la pérdida ignominiosa, nada menos, de los jefes de Investigaciones, Jorge Palacios y de Antisecuestros, Juan José Schettino.

El embrollo, mayúsculo por las características contradictorias existentes en el peronismo y por la desorientación que ganó a la oposición, llevó a Néstor Kirchner, a formular una autocrítica de por que fue y habló en el acto de la ex Esma («descuidé que también soy comandante de las Fuerzas Armadas», confesó), aunque después de cavilar con el «núcleo duro» de colaboradores, concluyó que está en la dirección correcta.

Hiperkinético, Kirchner regresó desde Río Gallegos a la residencia de Olivos, en la plenitud de sus funciones. Lo que, en el descalabro habitual de la vida de los argentinos, significa no dar un ápice de ventaja a su «segundo», el vicepresidente Daniel Scioli, y la firme determinación de marcarle la cancha a propios y aliados. En cuanto a los primeros, al enterarse, aún convaleciente, por un diario, de que el titular del Anses, Sergio Massa, alentaba expectativas sobre un aumento generalizado para jubilados, lo llamó por teléfono y lo puso en caja: «Acá no se le miente a nadie, lo que se dice, se cumple. Sólo habrá un incremento en el haber mínimo, como propuso (Roberto) Lavagna».

Con respecto a los aliados, mandó difundir que la sociedad con Eduardo Duhalde «es política y no mafiosa». Es que su antecesor, aun llenándolo de elogios, declaró que la Argentina todavía no es un país confiable para los inversores y defendió la posición del ex presidente Carlos Menem, de no presentarse ante la Justicia por «falta de garantías».

Kirchner despotrica contra el menemismo -su cruzada «transversal», entre otros objetivos, persigue la extirpación de personajes como Carlos Juárez, Miguel Angel Toma, Luis Barrionuevo, Adolfo Rodríguez Saá y Ramón Saadi-, y no admite rebeldías en el PJ, como las que estallaron en el último congreso de Parque Norte.

El patagónico sostiene que es sólida su unión interesada con el «cabezón», pero recela de la ascendencia que éste tiene sobre intendentes del Gran Buenos Aires, a los que también tiene en la mira por supuesta connivencia con la ola delictiva. Uno de los jefes comunales, Hugo Curto, de Tres de Febrero, se apersonó ante el apichonado gobernador Felipe Solá para advertirle que «no jodiese en los negocios que tenemos con la policía». Es sabido que Kirchner alienta la «limpieza a fondo» y espera actitudes drásticas del flamante ministro León Arslanian, en contraposición con la postura de Duhalde, quien pone el freno a los embates purificadores.

El futuro apoyo logístico de la Fuerza Aérea y el Ejército para desterrar a los deshonestos, está en veremos. Hay funcionarios como el secretario general de la Presidencia, el neuquino Oscar Parrilli, quien en sintonía con el duhaldista ministro de Defensa José Pampuro, aboga por «un uso racional de los recursos del Estado sin violentar las normas de seguridad interna». Pero los «pingüinos» que se precian de tales (Cristina Fernández, Alberto Fernández, Carlos Zannini, Julio De Vido, más el líbero Miguel Bonasso) aseguran que Kirchner dará marcha atrás con esa iniciativa.

«Fue sólo un gesto de buena voluntad de Pampuro, para hacerle un favor a Arslanian», argumentó un funcionario que propugna la intervención federal de la provincia de Buenos Aires y sospecha de «la locuacidad» de Duhalde.

Pendiente el nuevo avance popular de Blumberg sobre el palacio de los tribunales, hay otros peronistas que apuestan a que «termine primando el equilibrio presidencial para desbaratar a la Argentina trucha». Es donde está parado el titular del bloque de senadores del PJ, Miguel Pichetto. El rionegrino, al que escucha con atención el matrimonio K, sostiene que es insustancial discutir la participación de las Fuerzas Armadas. «Nadie puede dudar de las intenciones de un progresista como el Presidente, ni ignorar que el sistema penitenciario está colapsado y que es correcto que los 5.800 presos de más que están alojados en comisarías vayan a cuarteles debidamente acondicionados».

Pichetto aguarda el plan nacional de seguridad. Espera que haya una fuerza federal sobre el conurbano y descalifica a algunos kirchneristas que rechazan cualquier atisbo militar en la lucha contra los delincuentes.

Defensor a ultranza de las leyes más rigurosas, le irrita Bonasso y afirma que sus denuncias de complot «están perjudicando al gobierno». Al legislador no le disgustaría participar de la lucha cuerpo a cuerpo, «con mística», contra el narcotráfico, el secuestro extorsivo, los desarmaderos, los piratas del asfalto, y el robo de autos, blindados y bancos. «Falta una mirada integral», expone y despotrica contra «la hipocresía» del intendente de Buenos Aires, el «transversal» Aníbal Ibarra, por cimentar «un código de convivencia que permite todos los delitos».

¿Tiene Kirchner el crédito ciudadano abierto? Si se le traslada la pregunta a Blumberg, éste contesta sin dudar que sí. Incluso, revisando anteriores sentencias, el padre del asesinado Axel acepta ahora que hay que darle una segunda oportunidad a Arslanián, a quien reprobaba entre otros motivos por haber sido defensor del ex titular del PAMI, Carlos Alderete.

Kirchner, quien tiene una mirada a mediano y largo plazo y no quiere quedar atrapado en la loca coyuntura del día a día, le transmitió a Blumberg que es consciente de que gobernar es resolver los problemas de la sociedad. «Estoy saltando vallas -enumeró-, tuve que superar que me llamaran chirolita, que me acusaran de no tener plan económico, de no tener políticas con los piqueteros ni con los acreedores externos. Me decían que me peleaba con todo el mundo, y yo creo que soy coherente y que asumí un camino correcto para recuperar al país, negociar por la deuda y terminar con la impunidad, en sintonía con el modelo social en ciernes».

Ahora, ¿cuán fuerte está Kirchner para lidiar con su partido y el resto de las corporaciones sin sucumbir en el intento? «No me voy a dejar apurar, pero sé que tengo que cuidar más mi salud», les transmitió el santacruceño a sus primeras espadas, que tomaron nota de que su pelo había encanecido y de que había perdido seis kilos y tres litros de sangre en menos de una semana.

Kirchner tendrá que ser más riguroso con su dieta alimenticia (ya no más cordero patagónico) y dejar de automedicarse. Seguir el consejo de los especialistas y delegar más lo encontrará en una época de turbulencias que -jura- está dispuesto a enfrentar con decencia («nosotros no robamos», es uno de sus lemas) y eficiencia.

 

 

Arnaldo Paganetti

arnaldopaganetti@rionegro.com.ar


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