“Bienaventurados los equilibrados”
Un reconocido colega y escritor escribía con cierta ocurrencia que cuando Jesucristo proclamó sus famosas “bienaventuranzas” quizás le faltó una: bienaventurados los equilibrados. Y si algo necesita nuestra región en este tiempo poserupción del volcán (o poscenizas), tanto en sus funcionarios públicos y sus comunicadores sociales como en el más anónimo de sus pobladores, es justamente la virtud del equilibrio. Se requiere equilibrio en nuestra apreciación de la realidad climatológica que estamos enfrentando y de sus consecuencias. Se necesita sobre todo equilibrio en nuestras palabras y actitudes. En efecto, había transcurrido tan sólo un puñado de horas de aquel inusual oscurecimiento del sábado por la tarde y comenzábamos a escuchar los pronósticos más sombríos u observar actitudes demasiado “optimistas” frente al fenómeno y sus consecuencias. “Optimista” sería, tal vez, un adjetivo más que bondadoso para explicar la tardanza con la que, por ejemplo, se alertó a la población sobre lo que estaba sucediendo del otro lado de la cordillera. Si de algo vale un curioso testimonio personal, debo admitir que el que escribe se enteró de la erupción el mismo sábado por la tarde temprano… pero “vía Buenos Aires”. Me explico: un amigo me llamó por teléfono para preguntarme, con cierta preocupación, cómo nos encontrábamos mi familia y yo. Pude luego entender el porqué de su preocupación, cuando me contó la noticia sobre la erupción del volcán. A ver si han entendido lo insólito de lo que acabo de decir: mi amigo, que vive a 1.800 kilómetros aproximadamente de aquí, me estaba contando a mí lo que estaba sucediendo… a unos 100 kilómetros de mi casa. Pero tal “optimismo” contrastaba con la interpretación apocalíptica de muchos que se abalanzaron sobre estaciones de servicios y supermercados y prácticamente agotaron los stocks de agua, velas y combustible. Uno entraba al supermercado y parecía que la temporada baja había terminado de golpe y todos habían recuperado su poder adquisitivo en forma milagrosa: largas filas en las cajas de gente que compraba todo lo que se le pudiera ocurrir. Soy de los que creen que existe un posible y sano equilibrio entre el “optimismo” de unos y el espanto de otros. Un equilibrio que debe ir de la mano de la verdad y la sinceridad. Un equilibrio que no agranda problemas pero que tampoco “maquilla” realidades. Un equilibrio que debe encontrarse especialmente en funcionarios públicos y que no debe faltar en ningún medio de difusión pública ni en ninguno de sus voceros. Unas de las palabras más famosas de Jesús fueron aquellas que rezaban “Conocerán la verdad y la verdad los hará libres” (Evangelio según San Juan, cap. 8, vers. 32). Y, si bien los cristianos las interpretamos refiriéndonos a la verdad del evangelio, que nos puede libertar del castigo y las consecuencias de nuestros pecados, creo no contradecir ningún aspecto del testimonio bíblico al decir que tal afirmación se puede aplicar también al tema en cuestión: sólo la verdad nos hará libres. Libres tanto del pánico de la exageración como de una engañosa y peligrosa sensación de seguridad consecuencia de una verdad a medias. Pastor Guillermo Robert DNI 17.811.365 1ª Iglesia Evangélica Bautista Bariloche
Pastor Guillermo Robert DNI 17.811.365 1ª Iglesia Evangélica Bautista Bariloche
Un reconocido colega y escritor escribía con cierta ocurrencia que cuando Jesucristo proclamó sus famosas “bienaventuranzas” quizás le faltó una: bienaventurados los equilibrados. Y si algo necesita nuestra región en este tiempo poserupción del volcán (o poscenizas), tanto en sus funcionarios públicos y sus comunicadores sociales como en el más anónimo de sus pobladores, es justamente la virtud del equilibrio. Se requiere equilibrio en nuestra apreciación de la realidad climatológica que estamos enfrentando y de sus consecuencias. Se necesita sobre todo equilibrio en nuestras palabras y actitudes. En efecto, había transcurrido tan sólo un puñado de horas de aquel inusual oscurecimiento del sábado por la tarde y comenzábamos a escuchar los pronósticos más sombríos u observar actitudes demasiado “optimistas” frente al fenómeno y sus consecuencias. “Optimista” sería, tal vez, un adjetivo más que bondadoso para explicar la tardanza con la que, por ejemplo, se alertó a la población sobre lo que estaba sucediendo del otro lado de la cordillera. Si de algo vale un curioso testimonio personal, debo admitir que el que escribe se enteró de la erupción el mismo sábado por la tarde temprano… pero “vía Buenos Aires”. Me explico: un amigo me llamó por teléfono para preguntarme, con cierta preocupación, cómo nos encontrábamos mi familia y yo. Pude luego entender el porqué de su preocupación, cuando me contó la noticia sobre la erupción del volcán. A ver si han entendido lo insólito de lo que acabo de decir: mi amigo, que vive a 1.800 kilómetros aproximadamente de aquí, me estaba contando a mí lo que estaba sucediendo… a unos 100 kilómetros de mi casa. Pero tal “optimismo” contrastaba con la interpretación apocalíptica de muchos que se abalanzaron sobre estaciones de servicios y supermercados y prácticamente agotaron los stocks de agua, velas y combustible. Uno entraba al supermercado y parecía que la temporada baja había terminado de golpe y todos habían recuperado su poder adquisitivo en forma milagrosa: largas filas en las cajas de gente que compraba todo lo que se le pudiera ocurrir. Soy de los que creen que existe un posible y sano equilibrio entre el “optimismo” de unos y el espanto de otros. Un equilibrio que debe ir de la mano de la verdad y la sinceridad. Un equilibrio que no agranda problemas pero que tampoco “maquilla” realidades. Un equilibrio que debe encontrarse especialmente en funcionarios públicos y que no debe faltar en ningún medio de difusión pública ni en ninguno de sus voceros. Unas de las palabras más famosas de Jesús fueron aquellas que rezaban “Conocerán la verdad y la verdad los hará libres” (Evangelio según San Juan, cap. 8, vers. 32). Y, si bien los cristianos las interpretamos refiriéndonos a la verdad del evangelio, que nos puede libertar del castigo y las consecuencias de nuestros pecados, creo no contradecir ningún aspecto del testimonio bíblico al decir que tal afirmación se puede aplicar también al tema en cuestión: sólo la verdad nos hará libres. Libres tanto del pánico de la exageración como de una engañosa y peligrosa sensación de seguridad consecuencia de una verdad a medias. Pastor Guillermo Robert DNI 17.811.365 1ª Iglesia Evangélica Bautista Bariloche
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