Blair oxigena el gobierno y esboza plan tras el triunfo

El premier británico sorprendió con importantes cambios de gabinete tras su aplastante victoria en las urnas, y anunció que priorizará la reforma del Estado y el acercamiento a Europa.

Londres (EFE/Reuters).- El primer ministro británico, el laborista Tony Blair, anunció ayer el gobierno de su segundo mandato: muchas de las caras ya son conocidas, pero aparecen en cargos distintos, para reflejar que en esta legislatura las ambiciones son diferentes.

Fiel a su promesa de escuchar a los electores y de reconocer «lo mucho que se ha hecho, lo mucho que aún queda por hacer», Blair no ha tardado en ponerse manos a la obra y nombrar, a las pocas horas de su reelección, un gobierno con más cambios de los esperados.

Ayer después de que la reina Isabel II le pidiera que formara nuevamente gobierno, el primer ministro aludió a las prioridades del nuevo Ejecutivo al afirmar que su aplastante victoria representa una orden de los electores «a favor de la reforma y de las inversiones». El primer ministro advirtió que será necesario tomar «decisiones difíciles» para sacar adelante las reformas prometidas en la sanidad, la educación, el transporte, el Estado de Bienestar y la reforma de la justicia penal.

También apuntó que el referéndum sobre el euro será una de sus prioridades. «Necesitamos emprender cambios de modo que ejerzamos influencia, que tengamos la confianza en nosotros mismos para no darle la espalda al mundo o caer en el aislacionismo», subrayó.

Con todos los resultados escrutados en Inglaterra, Escocia y Gales -Irlanda del Norte tiene sus propios partidos-, los laboristas han obtenido 413 escaños, frente a los 166 de los conservadores y 52 de los liberal-demócratas.

El mal resultado de los conservadores obligó a dimitir al líder «tory», William Hague, que deja a su partido sumido en profundas divisiones. (ver aparte)

Aunque algunos de los departamentos claves presentan las mismas caras -repite Gordon Brown en Economía, y Alan Milburn en Sanidad-, la gran sorpresa es el cambio en Asuntos Exteriores, donde Robin Cook deja paso al antaño ministro del Interior, Jack Straw, el hombre que lidió con el «caso Pinochet».

Estos tres Ministerios tendrán que llevar el timón de las prioridades establecidas por Blair para esta legislatura: la mejora de los servicios públicos -muy en especial la sanidad, la educación y el transporte-, así como la reforma del Estado de Bienestar y -por supuesto- el prometido referéndum sobre la adopción del euro.

Al frente de Interior queda David Blunkett, hasta ahora titular de Educación. Se le considera un hombre leal y ambicioso, que tendrá que hacerse cargo de una de las medidas «estrella» del nuevo Ejecutivo, la reforma del sistema de justicia penal.

Al frente de Educación quedará una de las caras nuevas del Ejecutivo, Estelle Morris, hasta ahora secretaria de Estado para las Escuelas.

Otra de las «papas calientes» de la nueva legislatura, el departamento de Transportes, le corresponde al tecnócrata Stephen Byers, quien ocupaba la cartera de Comercio e Industria .

El viceprimer ministro, John Prescott mantiene este cargo y además pasa a ocupar el Ministerio para el Gabinete en sustitución de Mo Mowlam, que abandona la política. Cae también en desgracia el hasta ahora ministro de Agricultura, Alimentación y Pesca, Nick Brown -a quien la crisis de la fiebre aftosa se le fue de las manos-, que será «degradado» a secretario de Trabajo.

Debacle conservadora tras la derrota: se va Hague

Londres (EFE).- Mientras los laboristas británicos seguían mareados por la borrachera de la victoria, a los conservadores les tocaba despertarse sin líder, sin estrategia y con la sensación de estar hundidos por el peso de la derrota.

William Hague renuncio ayer al liderazgo conservador. Sabía desde el principio que si no conseguía dar un zarpazo a la arrolladora mayoría laborista en la Cámara de los Comunes, tendría los días contados como jefe del partido Y ni siquiera la ha arañado.

Es cierto que, en estos últimos cuatro años, William Hague no consiguió levantar cabeza. Pero también es cierto que su actitud durante la campaña y su inmediata dimisión tras la derrota le han procurado, a última hora, un reconocimiento que jamás tuvo como líder de su partido.

Pero la vida sigue y el Partido Conservador se encuentra hoy sin líder que lo dirija ni estrategia que lo oriente. Y, pese a todo, le toca hacer, desde ya mismo, su papel de leal oposición . Más que los laboristas, los «tories» tienen pendiente aclarar su posición sobre Europa. Porque los europeístas lo son convencidos y cuentan entre ellos a alguno de los «pesos pesados» del partido, pero son pocos. Y porque los llamados «euroescépticos» esconden, a menudo, una actitud anti-europea propia de un síndrome insular, y del deseo del Imperio perdido

En sus cinco años de travesía por el desierto, los conservadores tendrán que «centrarse» -o al menos «centroderechizarse»- si no quieren que les pase lo que al viejo laborismo, cuyo ensimismamiento izquierdista le alejó del poder nada menos que dieciocho años. Pero mientras encuentran su sitio en la arena política, deben buscar un líder que los represente, y que lo haga con suficiente estatura política como para hablar de tú a un Blair que tiene carisma en su persona, poder en el gobierno y más de cuatrocientos diputados en el Parlamento.

La batalla por el liderazgo «tory» la van a dar los cuarento-cincuentones del ala social-liberal -como el portavoz de Economía, Michael Portillo, o el de Exteriores, Francis Maude-, y del ala más derechista -como los portavoces de Interior, Ann Widdecombe, y Defensa, Ian Duncan Smith. El mejor colocado es, sin duda, Michael Portillo, un hombre que es joven pero que tiene ya una larga trayectoria política y que supo esperar, a la sombra de Hague, a que llegara su momento.


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