Cada vida es sagrada

“Uno menos, este no jode más”, sentenció el periodista Eduardo Feinmann. La ministra de Seguridad Bullrich afirmó:“La víctima es el médico. No hay que perder de vista ese concepto”, sobre el caso del hombre que mató a balazos a un joven que quiso robarle el auto.

¿Qué tienen en común estos discursos?

Estos discursos legitiman directa o indirectamente el asesinato como forma de resolver los conflictos.

Para esa mirada las garantías son para “nosotros”, los que respondemos a determinados sectores de la sociedad no para “ellos”.

Tengamos presente que esta división no se basa entre quién comete un delito y quién no. Porque si lavás dinero, tenés una empresa fantasma o ingresás autos truchos al país se te respeta el principio de inocencia y tus derechos fundamentales.

Pero, si estás en situación de pobreza no. Si sospechan que delinquiste y sos pobre, merecés la violencia institucional o el linchamiento vecinal.

Esta mirada, peligrosamente legitimada por algunos políticos, es clasista. Pero también racista, porque coloca a ese otro en un lugar de sub humanos. No le reconoce los mismos derechos y pasa a ser un sujeto que merece la violencia.

Según el abogado y Magister en Ciencias Sociales, Esteban Rodriguez Alzueta “detrás de la acción del médico hay una persona asustada, no sólo una víctima. Una persona que decidió armarse, un vecino dispuesto a apuntar con el dedo en el gatillo, es decir, otro victimario. Si a eso le sumamos las periódicas campañas de pánico moral del periodismo televisivo, la ecuación se vuelve perfecta: estamos reeditando la vieja teoría hobbesiana “el hombre es lobo del hombre”. Por eso los funcionarios actuales se frotan las manos con estos hechos, porque saben que del estado naturaleza se sale con la mano dura. Un Estado fuerte es un Estado que encuentra en “el miedo nuestro de cada día” un punto de apoyo que habilita y legitima el uso de la violencia discrecional y abusiva.”

Pero la violencia no resuelve la violencia.

Para ilustrarlo, pensemos en la máxima expresión de la violencia estatal: la pena muerte.

Irene Khan, secretaria general de Amnistía Internacional sostiene que: “la pena capital no tiene, en realidad, utilidad alguna en la lucha contra el crimen. En muchas sociedades, la imposición de la pena de muerte desvía la atención de las acciones que pueden ser cruciales para reducir la violencia.”

El magister en Criminología Mariano Gutierrez manifiesta, “dentro de Estados Unidos hay Estados que tienen la pena de muerte y otros que no. Sacando un promedio de tasas de homicidio entre Estados que aplican la pena de muerte y los que no, resulta que en los que no se aplica, la tasa de homicidios es 35% más baja.”.

Deconstruyamos los discursos que exacerban la violencia como la forma de enfrentar los miedos y pensémonos desde el paradigma de los derechos como el camino para la inclusión. Porque como sostiene el papa Francisco “cada vida es sagrada. Cada ser humano está dotado de una dignidad inalienable”.

*Docente de la UNRN

Licenciado en Comunicación Social UNLZ

Esta mirada, peligrosamente legitimada por algunos políticos, es clasista. Pero también racista: coloca a ese otro en un lugar de sub-humanos.

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Esta mirada, peligrosamente legitimada por algunos políticos, es clasista. Pero también racista: coloca a ese otro en un lugar de sub-humanos.

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