Cambio de hábitos en el consumo

Mirando al sur

Poco a poco está comenzando a bajar la polvareda provocada por el régimen de “precios transparentes”, que desde este mes obliga a diferenciar los valores de contado de los financiados en cuotas fijas para las ventas de bienes durables y, con el tiempo, podría desembocar en otro paulatino cambio en los hábitos de consumo.

En los últimos días hubo varias novedades. Por un lado, cuatro cadenas de electrodomésticos con sucursales en todo el país lanzaron durante el fin de semana promociones con descuentos (de 5 a 20%, según los casos) en un pago único con tarjeta de débito o crédito. Otro tanto hicieron varios comercios regionales y cadenas de supermercados que comercializan esos productos. Por otro, el Banco de la Nación anunció nuevas líneas de préstamos personales para la compra de esos artículos y línea blanca (calefones, termotanques, cocinas, etc.) desde $ 5.000 hasta $ 80.000 en 36 cuotas mensuales con una tasa de interés fija del 15% anual. Esta modalidad duplica el número de cuotas y reduce a la mitad la tasa de interés del plan Ahora 18 con tarjetas de crédito emitidas por distintas entidades bancarias. Además, junto con otros bancos públicos (Banco Provincia de Buenos Aires y Banco Ciudad), el BNA lanzó planes de financiación con tarjeta propia en hasta 50 cuotas, tasa fija nominal de 19% anual (que implica un costo financiero total de alrededor de 26%) y facilidades para abrir cuentas. Esta operatoria se concreta a través de convenios con las principales cadenas nacionales, que absorberán cinco puntos porcentuales de dicha tasa, pero está abierta a otros establecimientos comerciales interesados en adherirse.

Con esta última estrategia, el gobierno busca presionar una baja de los costos financieros para las ventas en cuotas con tarjeta de crédito, a fin de no desalentar el consumo. Y también abaratar las transacciones al contado, con la inminente decisión de la AFIP de disponer que las terminales de pago on-line (Lapos, Posnet, etc.) no tendrán costo de servicio ni recargo en las ventas con tarjeta de débito.

Aunque en un primer momento hubo interpretaciones dispares que provocaron confusión a ambos lados del mostrador, el objetivo de los “precios transparentes” es, en definitiva, clarificar la diferencia entre los precios de contado y los financiados en cuotas fijas con tasas de interés que se ubican por encima de la inflación. Hasta ahora resultaba ilusorio suponer que se trataba de cuotas “sin interés”, como solían publicitarse. De hecho, sería lo mismo que prestar dinero en efectivo para recibir al cabo de un año o año y medio el mismo monto desactualizado a valor constante y descapitalizarse. Obviamente, el costo financiero de la venta a plazos está incluido en el precio final, por más que el consumidor se fije únicamente en la cuota que puede pagar.

La distorsión incluida en los planes con tarjeta Ahora 12 o Ahora 18 reside en que la reglamentación original establecía que el precio de contado debía ser el mismo que el financiado. Esto implica que quien pagaba en una sola vez, ya sea por haber ahorrado o porque un trabajo informal le impide bancarizarse, absorbía un sobreprecio que en la práctica subsidiaba a quien compraba en cuotas.

En todo caso, el problema es que en algunos rubros de mayor precio –principalmente electrodomésticos o pasajes aéreos– la proporción de ventas con tarjeta supera el 75% y, por lo tanto, el pago único no compensa el costo financiero para el vendedor, que difícilmente baja de 40% anual y, además, se calcula sobre el precio con IVA. De ahí que al sincerarse el sistema ahora están apareciendo descuentos por pago contado y un recargo extra en la financiación, según la cantidad de cuotas. Por lo menos hasta que los comercios puedan recurrir a esquemas de financiamiento alternativos, como el que ofrece el BNA aprovechando su menor costo de fondeo con depósitos del sector público.

Desde una perspectiva más amplia el problema de fondo es la alta inflación, que en los últimos años del kirchnerismo promedió 25% anual (aunque era camuflada por el Indec y, con tasas de interés reales negativas, estimulaba el consumo financiado en detrimento del ahorro), trepó a 40% en el 2016 y el Banco Central busca bajar a menos de la mitad en el 2017 con tasas positivas.

Este fenómeno, que ubica a la Argentina entre los diez países con mayor tasa inflacionaria del mundo, fue alterando además las modalidades de venta y los hábitos de consumo masivo. A tal punto que en las grandes cadenas de supermercados resulta virtualmente imposible conocer el precio real de muchos productos: pueden variar cada día según los descuentos que se aplican con distintas tarjetas de débito, crédito o afinidad y también los fines de semana con las promociones y ofertas por cantidad (del tipo 2 productos al precio de 1, 3 x 2, 4 x 3 o descuentos de 40/60% en la segunda unidad).

En estos casos hay distorsiones por partida doble. Por un lado, únicamente los precios que aparecen en las góndolas son captados por el Indec, cuya metodología no incluye ofertas (salvo casos especiales), con lo cual el IPC pierde precisión como medida del poder adquisitivo. Por otro, los consumidores se van de las cajas sin saber a ciencia cierta si pagaron menos en los días de descuentos o más cuando éstos no estaban disponibles. De ahí que varias encuestas privadas difundidas en los últimos meses revelan que se han vuelto mucho más selectivos a la hora de elegir el lugar donde comprar y valoran más los pocos productos con precios incluidos en envases o avisos publicitarios que las ofertas puntuales sobre valores previamente remarcados.

Al respecto, un informe elaborado por la consultora Focus Market revela que en el 2016 los consumidores optaron por realizar compras cotidianas en pequeños comercios o autoservicios, con un ticket promedio de $ 179 y una cantidad de 4,5 productos, que aún así marca una reducción de 1,7% con respecto al año anterior.

Otras distorsiones surgen del régimen de Precios Cuidados, extendido hasta mayo con unos 500 productos, que no siempre son exhibidos en ubicaciones destacadas. Incluso, algunos rubros que los proveedores reemplazaron por otras variedades de menor demanda suelen recuperar márgenes que sacrificaron previamente. Por caso, a fin del 2016 el precio de una gaseosa de primera marca aumentó 84,4% con respecto al año previo y otro de café molido (250 gramos) lo hizo casi 50%. A su vez, otros estudios indican que en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) creció la participación de compras grupales o comunitarias en supermercados mayoristas para aprovechar las diferencias de precios.

Por la alta inflación

en las grandes cadenas de supermercados resulta

virtualmente imposible conocer el

precio real de muchos productos.

En el 2016 los consumidores optaron por realizar compras cotidianas en pequeños comercios o autoservicios, con un ticket promedio

de $ 179.

Datos

Por la alta inflación
en las grandes cadenas de supermercados resulta
virtualmente imposible conocer el
precio real de muchos productos.
En el 2016 los consumidores optaron por realizar compras cotidianas en pequeños comercios o autoservicios, con un ticket promedio
de $ 179.

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