Cardenal, poeta de América

La nueva "Antología Poética" del nicaragüense Ernesto Cardenal recopila textos de "Epigramas", "Salmos", "Hora 0", "El estrecho dudoso", "Oración por Marilyn Monroe" y "Cántico cósmico".

Una compilación de la obra del poeta y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal, que visitó recientemente la Argentina, acaba de aparecer con el título de «Antología Poética».

Lanzado al mercado por la editorial Homo Sapiens, el libro con prólogo de Pablo Montanaro, reúne textos del poeta centroamericano que fuera ministro de Cultura durante el gobierno sandinista (1979 a 1990): «Epigramas», «Salmos», «Hora 0», «El estrecho dudoso», «Oración por Marilyn Monroe» y «Cántico cósmico».

El hombre que ingresó al monasterio de Gethsemani, en Kentucky es el mismo que padeció exilio, el que realizó estudios sacerdotales en Colombia, el perseguido político que firmaba sus poemas como «Anónimo nicaragüense» y que otros poetas, como Pablo Neruda, llegaron a publicar sin saber quién era el autor.

En una cuerda de oralidad y de enfoque directo que el mismo Cardenal denominó «exteriorista», teje la crónica del continente americano en una trama dialogante, acercando en sus giros y locuciones populares el sabor del habla nicaragüense, pero también el latido de la selva, el gran lago de Granada (paisaje preferido que lo acompaña desde la infancia) y los volcanes.

En Cardenal resuenan las voces de Rubén Darío que vivificó el idioma. Y luego el poeta cura Azarías Pallais, el primero en hablar de socialismo en Centroamérica. Y Salomón de la Selva, poeta que combatió en la Primera Guerra Mundial y dejó un libro fundamental de la vanguardia de los años '20: «El soldado desconocido».

Y el poeta metafísico Alfonso Cortes, que ya perturbado mentalmente vivió encadenado en la casa que fuera de Darío. Y José Coronel Urtecho, él solo una universidad ambulante, traductor de Ezra Pound, transgresor e imbatible en el arte de la conversación.

En el caso de Cardenal, todos sus temas -Dios, la revolución, la naturaleza- se refunden en uno: el amor. Un amor, no exento de erotismo; en uno de sus primeros textos describe a «Una muchacha meciéndose en una hamaca/ con su largo pelo negro y una pierna desnuda/ colgando de la hamaca».

Ese amor que es también centro del universo está desde su libro «Epigramas» hasta su «Cántico cósmico» y en su poemario místico «El telescopio en la noche oscura», su último título.

La originalidad de este poeta nacido en Granada tiene que ver con un ejercicio de montaje que introduce en la respiración del poema el tono del coloquio y la crónica.

Pero además consignas políticas, onomatopeyas, datos de la botánica y la astronomía, palabras indígenas, salmos, comentarios, partes de guerra, marcas comerciales, pasajes de la historia, telegramas y apuntes de viaje. Y ajustadas descripciones que semejan guiones cinematográficos, con una fuerte impronta visual.

El habla del pueblo nicaragüense está en la base de la poesía de Cardenal, con su folclore, leyendas populares y la primera piedra de la literatura de Nicaragua, el «Güegüense», esa obra mestiza escrita en nahuatl y español de gran libertad creativa.

La poesía de este «maestro espiritual» como lo llamó Thomas Merton, puede leerse como un registro de la identidad americana donde se percibe el rumor de las culturas precolombinas, el esplendor de ciudades indígenas que no tenían murallas ni cuarteles ni usura; y esa esperanza que el poeta expresa en los últimos versos de su libro «Hora O»: «Porque el héroe nace cuando muere/ y la hierba verde renace de los carbones». (Télam).

Jorge Boccanera


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