Casa-ciudad-planeta A dos velocidades

El hábitat del hombre estará marcado por la máquina «inteligente». Un abismo tecnológico entre ricos y pobres.

Stuart Alvarez se levanta de la cama y comienza el día con un desayuno de trabajo. Mientras está en el baño le dice a Ripley, su computadora, que le prepare un encuentro con Natasha, Rajiv y Olof, sus compañeros en una gran empresa de cibernética. Segundos después, se conecta y habla con ellos sobre el nuevo proyecto que están desarrollando.

Discuten, hablan y se sienten como si estuvieran en la misma habitación, pero están a miles de kilómetros de distancia. Es el año 2049 y a ninguno de ellos se le ocurriría distinguir entre real y virtual. Eso es algo que sólo entienden los mayores de 60.

Stuart acuerda seguir trabajando con Olof, se despiden de los demás y comienzan a elaborar un esquema de reducción del consumo energético del «eye-chip», un minúsculo artefacto que se implanta en el cerebro y hace que los ciegos puedan ver. Cuando acuerdan sobre el modelo a seguir, les dicen a sus computadoras que lo desarrollen en paralelo y les muestren el resultado dentro de seis horas, a las 17.54.

Se dirige a la sala de entretenimiento de su casa y elige ver Alien 24, la recién estrenada película en la que Charles Chaplin comparte cartel con Marlon Brando. El satélite le baja la película directamente en la pantalla de cine de la habitación. Una escena le gusta mucho y llama a su mejor amigo -un chino que vive en Frankfurt- para mostrársela.

Cuando termina decide salir a pasear un poco, pero antes le ordena a Ripley que coordine todos los electrodomésticos para que la cena esté lista a las 20.30.

Vive en una de las llamadas «ciudades verticales», se trata de un edificio de 1.300 metros de altura donde 100.000 personas viven y se movilizan en 380 ascensores verticales y horizontales. En su interior hay supermercados, hoteles, departamentos, oficinas, instalaciones deportivas y también jardines. Esta clase de edificios es una idea vieja: fue presentada a fines del año 2000 por tres arquitectos españoles. Se volvieron muy populares en los últimos 20 años porque sólo se puede acceder a ellos desde la terraza, lo que los hace muy seguros.

Fuera de estos edificios vive la gente de la ciudad plana. Allí, la delincuencia es un problema grave, los servicios no son tan buenos y las casas están un poco apretadas.

Hace más de un mes que Stuart no sale del edificio, por lo que se muestra ansioso mientras el ascensor lo lleva a la terraza. Allí lo espera el skycar Mustang, su modelo preferido de auto volador.

Se sube al skycar y le dice a Ripley que quiere ir a la una playa del Caribe, donde haya poca gente, buen clima y que no quede a más de dos horas de distancia. La computadora hace cálculos, revisa los datos del tiempo en Internet, y le ofrece tres lugares: Cancún, Jamaica o Puerto Rico. Stuart mira los videos y elige la primera opción. Vive en las afueras de Mia-mi, por lo que tardará apenas un poco más de una hora. El skycar viaja a 800 kilómetros por hora.

Durante el viaje, Stuart pone el piloto automático, lee en el e-book la última novela de su escritor favorito y programa la computadora para que compre 10 temas de Los Beatles que él no tenga, y sin gastar más de 12 dólares.

En Cancún, se baña, toma sol y descansa. Está tirado en la playa cuando, a las 17.54, Ripley le avisa que ya terminó de elaborar el esquema. Se coloca el casco y analiza los resultados con Olof.

En el viaje de regreso, Stuart le dice a su computadora que le muestre las noticias de su interés. Es nieto de inmigrantes y por eso configura el equipo para recibir información del mundo pobre. Se entera de que, al igual que en el 2000, un tercio de la población del mundo no come lo suficiente, que en esas regiones una nueva enfermedad mata a millones, que la Red es un lujo de pocos y que la mayoría sigue mirando televisión.

Lucio Boggio


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