Caso Pistorius
opinión
ezequiel fernández moores
Aún no se conoce la sentencia final, pero la decisión de la jueza Thokozile Masipa, una mujer negra criada en el barrio pobre de Soweto, de liberar al atleta paralímpico Oscar Pistorius del cargo de homicidio premeditado sonó ayer como una protección hacia un blanco famoso y rico en la Sudáfrica del posapartheid. Es cierto que Pistorius creció con problemas por la amputación de sus piernas cuando tenía apenas 11 meses y que en Sudáfrica hay una psicosis de inseguridad por los altos índices de violencia. Pero su condición de atleta modelo que luchó contra la adversidad le dio también millones e impunidad. Lo contaron durante los seis meses del juicio diversos protagonistas. Amenazas a punta de pistola, tiros al aire, exhibicionismo de armas. Datos que desnudaron un historial violento y arrogante de quien el marketing deportivo vendió como un deportista ideal. Eran demasiados los datos acumulados como para pensar en Pistorius más como victimario que como víctima. La jueza sí determinó que Pistorius fue “negligente” y sabía que al disparar cuatro tiros a un baño de dimensiones reducidas estaba tirando a matar. Por eso, es probable que lo condene hoy, cuando complete la lectura de la sentencia, por homicidio involuntario, una pena máxima de 15 años de prisión, aunque habrá apelaciones y el caso llegaría hasta la Corte Suprema. El historial de armas, los cuatro tiros, la discusión previa de la pareja, antecedentes de celos y violencia doméstica no bastaron para creer que Pistorius mató de modo premeditado a su novia, la modelo Reeva Steenkamp. Su caso hizo recordar al del jugador de fútbol americano OJ Simpson, absuelto en sede penal por el asesinato de su novia, pero condenado en sede civil. Aquí tuvimos nuestro caso Monzón. El excampeón de los medianos fue tomado quizás como caso inverso. Se lo condenó en tiempos de gran impunidad para otros actores sociales. Y murió cumpliendo la pena. Aún hoy muchos ponen bajo duda su condición de figura deportiva por el homicidio de su mujer, Alicia Muñiz. Pero fue preso. Murió preso. Y se quedó sin la chance de tener una segunda oportunidad.
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