Cavar en busca de las propias raíces

Una indagación casual en su árbol genealógico permitió a Adriana Araque encontrar un casi inexplorado tema de estudio: la influencia de los negros en el habla maragata.

Todo empezó como una curiosidad personal. Como un paseo por algunas ramas del árbol genealógico pero nunca imaginó que cavaría hasta las profundidades de sus propias raíces.

Adriana Araque es profesora en Letras egresada de la universidad del Sur. Nació y se crió en Patagones donde hoy desarrolla su actividad tanto como en Viedma.

Además trabaja sobre su tesis doctoral bajo la dirección del español Germán de Granda de la universidad de Valladolid y la codirección de Yolanda Hipperdinger de la Universidad del Sur. «Testimonio del contacto lingüístico afrohispánico en la Comarca Viedma-Patagones» es el tema.

Este trabajo lo empezó cuando aún estudiaba en Bahía Blanca al descubrir que en su familia se hablaba de forma diferente al resto y que se utilizaban otras palabras. «Por ejemplo mi abuela que es negra sigue utilizando la palabra «cachimbo» en lugar de cigarrillo. Un día charlando con mi papá, mi abuela y mis hermanos empezaron a acordarse cómo hablaban los abuelos y allí surgieron un montón de palabras que nunca las había escuchado y eso lo llevé después a un seminario que estaba haciendo en la universidad y me di cuenta de que era una veta para estudiar. Pasó el tiempo y cuando volví a vivir a Patagones empecé a trabajar este tema con mi papá. El era mi informante «calificado» como se dice en la disciplina y me decía a quiénes podía entrevistar. Así lo hice y aunque no fue mucha la gente entrevistada surgieron palabras que ellos conocen pero que hoy no las usan».

El primer trabajo fue presentado en 1.999 en un Congreso en Buenos Aires. Fue leído por la hoy codirectora de la tesis. En un encuentro internacional posterior en Chile esta profesora fue conectada por el director de la tesis, quien se mostró interesado. En el 2.000 el español conoció a Adriana Araque en otro congreso en Mar del Plata organizado por la Sociedad Argentina de Lingüistas donde la maragata presentó su segundo trabajo y definitivamente la animó para que este tema fuese el de su tesis para el doctorado.

«No es un trabajo fácil porque no es mucha la bibliografía sobre el contacto africano-español sobre la lengua pero lo atractivo de esto es trabajar con gente viva en la Argentina donde se supone no hay gente negra. Muchas veces he sentido que es como buscar una aguja en un pajar pero es muy interesante».

El objetivo del trabajo es demostrar en qué afectó lo histórico social a lo lingüístico en estas comunidades africanas que llegaron a estas tierras con la colonización.

– ¿Cuál es tu búsqueda?

– Es relacionar dos culturas. Cuando entran en relación, en este caso la africana y española, las transferencias que ocurren en el lenguaje. Hay dos posibilidades: que desaparezcan -como es este caso- las variedades africanas, pero pasan como préstamo al español, o bien que ambas sobrevivan y que una se especialice en el uso familiar y la otra en el administrativo. A pesar de todo aún quedan vestigios de la lengua africana y es lo que estoy estudiando. Si bien palabras africanas han pasado al español como mucama, tango -a la que algunos le dan esa etimología-, maraca, quilombo, existen otras que fueron utilizadas acá en la Comarca y que hoy perduran en el español cubano. Eso es lo llamativo.

– ¿Cuánto se sabe de la cultura africana en la Comarca Viedma-Patagones?.

– «Existe como una invisibilidad d esa cultura y si bien pervive se la da por inexistente. Hay cosas visibles y rastros importantes de rescatar. Por ejemplo, en la casa de mis padres (en la costanera maragata) aún están los pozos donde lavaban la ropa las lavanderas negras. No tengo registro de que en otro lugar de la Argentina quede este tipo de testimonio. Allí las mujeres esperaban que subiera el río para que se llenaran esas piletas y lavaban. La ropa que estaba más sucia la dejaban en jabón al sol, las colgaban en las ramas de los árboles y la volvían a lavar. En el estudio que estoy realizando advierto que la mujer ha sido la que más ha conservado la lengua. Tal vez por el hecho de que fueran lavanderas y estuvieran juntas las llevaba a comunicarse, a mantener el uso de las palabras porque además ante presencia de un extraño no se usan. Solían utilizarse para que el otro no entienda pero por lo general no las usaban por el tipo de relación que tuvieron con el blanco. El hecho de haber sido esclavos y negros pesa mucho la discriminación.

– ¿Es fácil lograr la colaboración de los descendientes de africanos aquí?.

– «Generalmente te dicen que no. Se sienten grandes y no recuerdan pero también sucede que no quieren recordar, como ocurre con mi abuela. Pero también pienso ¡qué va a querer recordar! si tenían que lavar la ropa en el río hasta que no les daban las manos».

– ¿Fue importante la presencia del

africano en la comarca?.

– Ya en el grupo de gente que acompañó al fundador Francisco de Viedma aparecen en los listados la palabra negro, lo que da un indicio de su presencia en esa época. Además es importante la función de Ventura Chapaco, un lenguaraz negro que utilizó Viedma para relacionarse con los indios. Incluso existen registros de que cuando Viedma se va le consigue una especie de pensión de la corona por los servicios prestados. Pudo haber sido un negro que escapó de alguna población y se fue a vivir con los indios y por eso sabía las dos lenguas.

En Patagones aparentemente había dos barrios: uno era el «Del Mondongo», y buscando datos uno de ellos coincide con la casa de las bateas al lado del río, porque eran los terrenos que no quería la gente porque la lluvia rompía las calles y arrastraba hasta allí toda la basura. Hoy, paradójicamente, es la zona más preciada. Según la documentación que he consultado, los negros llegaron en su gran mayoría en los barcos negreros que iban a Brasil y que eran atrapados por los corsarios allá por 1.827. Eran dejados directamente aquí. Existen también datos sobre un hallazgo de cientos de negros muertos de hambre y de frío a la vera del río Negro camino a la desembocadura. Algunos eran entregados como esclavos a las familias que debían darles de comer, ropa y formación cristiana. No he encontrado datos de la cantidad de negros que quedaron acá, además porque me he interesado más en rescatar la parte lingüística, porque los documentos permanecen, en cambio, el relato de la gente se va muriendo. Es una lucha contra el tiempo. Los datos que se encuentran son de segunda mano o judiciales, de compra y venta de esclavos y, como fue un grupo étnico que no sabía leer ni escribir y estaba rezagado, no dejó nada, sólo lo verbal que se trasmite. Por eso hay que trabajar sobre la oralidad y lo que se recuerda».

– ¿Cuántos quedan?.

– «No muchos. Mi abuela entre ellos, aunque creo que es importante la cantidad de descendientes pero las mezclas nos han ido escondiendo y los hacen invisible. La lengua se fue perdiendo y con ella la red social. Esa relación de tratarse como parientes cuando no lo eran pero compartían el color de la piel que se mantuvo hasta la generación de mi padre, también se ha perdido. Existen registros de bailes y que la comunidad tenía un jefe que fue Felipe la Patria y una especie de reina de apellido Crespo. Los blancos podían presenciar esos bailes pero con la condición de no reírse ni mofarse de los que los hacían porque bailaban conservando hasta las costumbres en la vestimenta. Mi abuela, por ejemplo, no vivió esa época pero sí la actividad de la lavandería. Hasta hace 80 años se mantenía. Otros descendientes no quieren hablar y con esto se debe ser muy cuidadoso y respetar ese peso de la discriminación aunque no me gusta hablar en este término porque trato de rescatar el lado positivo. Pero para mí como investigadora me es fácil hablar desde este lugar pero para la gente grande no, porque ha vivido otra historia. Es contar su vida, y si uno tiene algo exitoso es más fácil pero lo doloroso es preferible olvidarlo. Una mujer que entrevisté, por ejemplo, fue entregada cuando tenía siete años junto con una hermanita por su madre porque no tenía cómo alimentarlas. Y ella dice que está muy mal de la cabeza y ¿cómo no entender esto? si aún recuerda cómo lustraba los pisos de madera en su infancia».

Estela Jorquera

rnredaccionviedma@yahoo.com.ar

«Error del diablo será»

-¿Qué te ha sorprendido en esta investigación?

-«Por ejemplo una canción que entre otras cosas dice «Ysindo batadivira erore endinga suare» (y si no basta de vida, error del diablo será) que el historiador Francisco Pita menciona en un libro que se la consideraba como africana y sin embargo es español africanizado. Es como una variedad surgida del contacto. Esto es de fines del siglo XIX. Se va dando una especie de mortandad de la lengua. Mi abuela, por ejemplo, conoce una cantidad de palabras que no las usa, yo conozco menos y mis hijos no conocerán nada. Y no sé si hubo una sola lengua porque a los negros si bien los reunían en los puertos de Africa eran traídos de diferentes lugares.

– ¿Cuáles han sido tus logros en esta investigación?

– «Lo que compruebo es que en las palabras que perduraron hasta principios del siglo XX la mayoría eran de origen kikombo, una lengua de la familia Bantú, que se habla en la zona del Congo. Las comparé con otros hablantes del Caribe y son iguales y casi con el mismo significado. Además al contrario de otros lugares donde han perdurado las palabras en fórmulas religiosas que no pueden cambiar, éstas se mantuvieron como sueltas y fueron utilizadas acá tanto como siguen utilizándose en el Caribe y como lo hicieron en Africa».


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