Ceballos no tiene la culpa

juan mocciaro jmocciaro@rionegro.com.ar

Los argentinos estamos convencidos de que nuestros futbolistas son los mejores alrededor del mundo porque se adaptan a cualquier condición, se entrenan como ninguno y entienden el juego como pocos. Pero resulta que no ganamos (casi) nada. También estamos convencidos de que nuestro torneo es el mejor de todos. Que es competitivo como ninguno porque nadie se corta y cualquiera le gana a cualquiera. Y porque se juega a un ritmo tan intenso que no hay tiempos ni espacios. Y es por eso que nuestros jugadores triunfan. Pero resulta que una cosa es que cualquiera le gane a cualquiera y otra muy distinta es que se juegue bien. Hasta nuestros árbitros son los mejores del mundo porque entienden como ninguno el juego, saben interpretar al jugador, los charlan, los abrazan. Cancherean. Creemos, no de ahora, desde hace muchos años, que la nuestra es la manera de jugar, tirate que te cobran penal, pedí tarjeta que lo rajan, bajale la persiana que el puntito nos conviene aunque recién vayan diez del segundo tiempo, al medio nunca pibe si no para qué te traje… “El fútbol es para los vivos”, repiten jugadores, técnicos, dirigentes, periodistas y casi todos los hinchas. Tendrían que aclarar que para los vivos es el fútbol argentino, donde el que pierde se tiene que quedar encerrado en el vestuario mientras la barra le quema el colectivo. O te mata si te cruza con la camiseta de la contra. Nunca sabremos si Diego Ceballos pudo haber sido un buen árbitro. Sabemos que es malo. Y lo es porque lo formaron mal. Lo malformaron. Y así llegó a Primera. Quizás no debió llegar. Lo hicieron sumiso del poder, temeroso y vulnerable. La AFA podrá echarlo dando una muestra de autoridad, pero fue la AFA la que lo hizo mal árbitro. Una AFA incapaz de darse una organización al menos digna.

río suelto


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