Cecilia Felgueras, entre el estrellato y los riesgos

La joven funcionaria es la "protegida" de Fernando De la Rúa. A los 38 años, ocupa los cargos de viceministra de Acción Social e interventora del PAMI. La critican por "ambiciosa" o porque "no pertenece al partido". Pero ella llega precedida de buenas gestiones en Cultura y Promoción Social. Confiesa que al descubrir su capacidad de gobierno en la gestión pública, decidió especializarse y ganó un estilo que De la Rúa no dudó ahora en convocar.

Buenos Aires.- Los radicales a veces exageran: arriesgan que podría llegar, en la próxima década, a ser la primera presidente mujer elegida por el voto. Ella, Cecilia Felgueras, la protegida del presidente Fernando de la Rúa, por ahora prefiere volar más bajo y afianzar su perfil de «funcionaria modelo»; hasta suele mostrar con orgullo una faceta que no gusta mucho dentro del partido: «Yo no vengo de la militancia. Me gané mi puesto haciendo bien las tareas, lejos de las componendas políticas».

Algunos, quienes trabajaron con ella, dicen que es exigente. Otros, sus amigos, dicen que es «ambiciosa en el buen sentido»; sus enemigos internos la sindican como trepadora.

«Está subida a la palmera, pero el PAMI es muy difícil, en el primer error la va a bajar de un hondazo», dice -un poco celoso- un funcionario que compartió con ella el gabinete porteño de De la Rúa.

El nuevo Presidente confía en ella como en nadie: la designó viceministra de Acción Social y le confió la intervención de la gigantesca obra social de los jubilados.

Será la encargada de poner orden en una entidad que hereda de Víctor Alderete -gestión menemista- con una deuda que ronda los 1.478 millones de pesos. Ya en los primeros días de gestión su equipo de trabajo logró recomponer varios servicios para los beneficiarios de la obra social y encaró una exhaustiva investigación sobre los casos de corrupción.

A pesar de ser la funcionaria más joven del nuevo gabinete nacional, con sólo 38 años, Felgueras estará a cargo de la salud de los ancianos.

El trío «intervencionista» del PAMI responde a un objetivo. Con su elección, De la Rúa busca simbolizar el tipo de dirigentes con el que ocupó los casilleros de la segunda línea gubernamental. «Quiero gente joven, de menos de 40 años y con experiencia administrativa, capacitados en políticas públicas y que crean en el Estado», subrayó el Presidente. Además de Felgueras, los otros interventores son el justicialista Horacio Rodríguez Larreta, de 38 años, y el frepasista Angel Tognetto, de 39.

La mejor alumna

Según cuenta, siempre fue la mejor. «Fui abanderada en la primaria -dice Felgueras- y terminé el colegio secundario con 9,34 de promedio. Era buena alumna, pero me peleaba con las monjas porque no les gustaba que leyera tanto de psicoanálisis», dice. Cursó en el colegio católico Misericordia, del barrio porteño de Flores.

Y luego estudió Historia del Arte en la Universidad de Buenos Aires; recibiéndose con medalla de honor.

En esos años de universitaria, estuvo lejos de la militancia política: se dedicó a la actividad social en las villas del oeste con un grupo católico e intentó iniciarse como cineasta. «La cámara me servía para mirar a la gente de otra manera. Hice tres cortos: uno sobre la vida en las villas del Gran Buenos Aires, otro sobre pintores y el último sobre escultura. Ninguno pasará a la posteridad». Ese paso por los ámbitos culturales le sirvió para iniciar su carrera en la administración pública.

«Vocación»

En 1991, Darío Lopérfido -actual vocero de De la Rúa y Secretario de Cultura y Comunicación- la convocó para que lo secunde en el Centro Cultural Ricardo Rojas, un órgano de la UBA. «En el Rojas encontré mi verdadera vocación: la función pública. Tomé conciencia de que tenía talento para gobernar», recuerda.

Convencida, profundizó su «vocación descubierta». Estudió administración pública en Estados Unidos, hizo una práctica de tres meses en Nicaragua, y volvió mejor preparada que nunca.

Desde entonces, Lopérfido fue el impulsor de la carrera política de su amiga Felgueras. Juntos (Lopérfido era el director general, Felgueras la Directora de Programación) dieron vuelta el Rojas como una media en siete años: lo sacaron del circuito underground y lo transformaron en un centro cultural de prestigio.

Ese éxito los promovió: en 1997, al ganar la intendencia porteña, De la Rúa los convocó para el área cultural del municipio. Dos años después, ya eran las dos grandes promesas del delarruismo. El se convirtió en el vocero de la campaña y ella asumió como Secretaria de Promoción Social de la Ciudad.

Elegidos

Hoy, ella es la figura más ilustre del denominado «Grupo Sushi», una agrupación «de hecho», generacional, unificada bajo el mando del mismo Antonio de la Rúa (26).

En esa línea también están Lopérfido (36), Hernán Lombardi (39, Secretario de Turismo) y el legislador Lautaro García Batallán (32). El futuro es de ellos.

Son una especie de «Nueva Coordinadora radical». Y gran parte de la suerte del grupo depende de esta mujer rubia, alta, con los dientes algo salidos, simpática, divorciada hace dos años, amante de los talleurs de marca.

Su paso por Acción Social, pero sobre todo su gestión como interventora del PAMI, una tarea para la que parece faltarle experiencia, marcarán a fuego su porvenir.

Si le va bien, sus posibilidades son prometedoras. «No me gusta hablar de futuras candidaturas. Lo único que puedo decir es que siempre quise ser protagonista de la historia», dice segura.

El guiño de De la Rúa que la catapultó

Ella aún era una ignota Subsecretaria de Acción Cultural porteña cuando se dio cuenta que De la Rúa había puesto varias fichas en su futuro.

En un gesto que Felgueras no olvidará, el líder radical, su mujer y sus dos hijos, concurrieron en agosto de 1997 al velatorio de la madre.

Para sorpresa de los presentes, De la Rúa fue el encargado de preparar y servir el café. Impulsada por ese guiño, Felgueras respondió con un acierto la confianza depositada: aquel año ideó «Buenos Aires no duerme», un festival para la juventud que permaneció abierto día y noche durante siete días.

Visitaron la exposición medio millón de jóvenes, y Fernando De la Rúa se sacó de encima, por fin, el mote de «el político que sólo quieren los viejos».

Sus detractores dicen que no pertenece al partido -se afilió hace sólo dos años-, que es «la alcahueta de los De la Rúa» y que quiere vender la imagen de la «chica buena que sabe ponerse dura».

Los delarruistas de vieja data dicen que su fulminante carrera política se basó, básicamente, en el apoyo de Antonio de la Rúa, el influyente hijo presidencial, y de Inés Pertiné, la primera dama, que la considera la funcionaria más eficiente del círculo de su marido. En consecuencia, muchos la atacan, pero nadie en voz alta.

Gonzalo Alvarez Guerrero


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