Cecilia, una vida que se apagó muy pronto

A Cecilia Antimilla siempre las cosas le costaron mucho esfuerzo. Nació en plena Línea Sur rionegrina y para poder estudiar en una escuela primaria tuvo que separarse de sus padres y pasar toda su infancia en una residencia. Allí estudio, creció y vivió todos esos años. Allí moldeó un carácter decidido, solidario, especial.

Primero en Sierra Colorada y luego, cuando quiso completar los estudios secundarios, un poco más allá, en Los Menucos. En una de esas esas residencias donde empiezan a soñar los que nacieron lejos de todo y aprenden a no conformarse. A pensar que algo más es posible.

Con ayuda de propios y extraños logró dejar atrás el quinto año del secundario y pensó en ser enfermera profesional. Así llegó a Allen. Durante un par de años estudió más que nunca y hace un tiempo había conseguido su gran objetivo: recibirse y escuchar una propuesta de trabajo seguro.

El lunes pasado se subió al interno 38 del Ko-Ko que transitaba desde Neuquén a Regina y fue una de las cuatro víctimas fatales de la tragedia. Tenía 26 años. Ayer fue velada en Sierra Colorada, llorada por una familia enmudecida y vecinos que no se cansaban de recordar una vida que terminó muy pronto. Demasiado.

«Qué querés que te diga, yo la saqué barata. Tengo cortes, puntos en los brazos, desgarro en los gemelos… pero salí con vida. Encima pude salir bastante rápido porque me ayudó un policía que viajaba también ahí, estaba mal y ensangrentado pobre pero igual ayudaba a la gente. Ademas pasó por ahí un amigo que me trajo directamente al hospital (de Allen)», cuenta todavía con tono incrédulo pero convencida de su buena suerte Daniela Di Pietro, una joven de 27 años que viajaba sentada en el colectivo de la tragedia. «La verdad es que tengo un Dios aparte», agrega.

Daniela se encuentra internada en una clínica privada de Allen reponiéndose de sus heridas que le causan un dolor profundo pero que sabe que sanarán mas rápido que «las heridas psicológicas» que le quedaron después de haber visto todo lo que vio. Mucho más de lo que hubiera querido presenciar. «Lo peor fue ver a tanta gente herida, buscando a sus familiares y ver cuando reanimaban a un bebé que estaba mal. Anoche ni siquiera pude dormir. Tengo mucho dolor todavía pero sé que se me va a pasar, aunque en la parte psicológica, con todo lo que vi… no sé».

Las desesperadas búsquedas que emprendieron los familiares de las personas accidentadas tuvieron diversos finales. La historia de los familiares de Laura López fue de felicidad primero y profundo dolor después. La hermana de Laura estuvo desde temprano en la guardia del hospital esperando noticias. Pero no sólo preguntaba por ella sino también por su hijo, Agustín Méndez de 9 años, y por la madre de ambas, Ana García. Pasados algunos minutos pudo saber que Agustín estaba registrado en el hospital pero lo habían llevado a realizarse una tomografía a otro centro . También se enteró que la abuela de Agustín y madre de la hermanas López había sido trasladada a Roca en estado delicado.

Cuando la tía del menor volvió del Sanatorio Juan XXIII donde había ido a buscarlo estaba muy angustiada porque allá le informaron que no había ningún niño con ese apellido.

No obstante la tranquilidad pareció llegar cuando algunos policías, repitiendo lo que decían los médicos, le indicaron que el nene estaba adentro y que podían entrar a verlo, y sobre todo, que había aparecido su hermana pero que también estaba a la espera de una tomografía. Quienes estaban afuera de la guardia vieron como la hermana de Laura, con lágrimas en los ojos, dio gracias al cielo que haya aparecido y también la vieron acercarse a los médicos y decirles que no iba a molestar más, que cuando tuvieran alguna novedad ellos iban a estar afuera esperando.

No se sabe cómo ni porqué surgió el error en la información, sólo se sabe que esta familia quedó destrozada al enterarse que la joven Laura López, madre de Agustín, ni siquiera llegó al hospital ya que fue una de las fallecidas en el lugar del trágico accidente.


A Cecilia Antimilla siempre las cosas le costaron mucho esfuerzo. Nació en plena Línea Sur rionegrina y para poder estudiar en una escuela primaria tuvo que separarse de sus padres y pasar toda su infancia en una residencia. Allí estudio, creció y vivió todos esos años. Allí moldeó un carácter decidido, solidario, especial.

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