Celebran con pompa y famosos a Andersen

Hoy se cumplen

COPENHAGUE, (DPA).- Hans Christian Andersen sedujo con sus cuentos clásicos, que van desde «La sirenita» a «El traje nuevo del emperador», a niños pero también a adultos de todo el mundo. En el 200 aniversario del nacimiento de este hijo de zapateros, hoy, su país natal, Dinamarca, inaugurará un año de celebraciones pomposas, en las que figuras tan diferentes como el escritor alemán Günter Grass, el ex futbolista brasileño Pelé, el crítico literario Harold Bloom y la cantante alemana Nina Hagen rendirán homenaje al escritor danés traducido a 163 lenguas.

Grass dijo de Andersen que es un «viejo estrafalario», cuyos cuentos lee «con mucha pasión» a sus nietos. El escritor alemán, de 77 años, participa en el homenaje mundial con un libro de litografías sobre los cuentos de Andersen que tituló «Der Schatten» (La sombra).

Por ello, hoy recibirá en Odense, la ciudad natal de Andersen, un Premio Honorífico Hans Christian Andersen, que consiste en una estatua de bronce con la forma de un libro abierto.

El Premio Hans Christian Andersen, también llamado «pequeño Nobel» y dotado con 50.000 euros (64.000 dólares), será entregado en la misma ceremonia a Harold Bloom.

En el estadio nacional Parken de Copenhague se presentará pocas horas des

pués ante 42.000 espectadores el gran evento televisivo del Año Andersen bajo el título «Erase una vez». El show contará con alfombra roja y la presencia de numerosos famosos.

Con música del francés Jean Michel Jarré, celebridades como la actriz danesa radicada en Hollywood Connie Nielsen («Gladiator»), la escritora chilena Isabel Allende, el actor británico Roger Moore y otros famosos leerán cuentos de Andersen. Acróbatas de China presentarán sus versiones de las diferentes historias, y bailarines del Ballet Real pondrán en escena una versión de «La sirenita» creada para la ocasión por el alemán John Neumaier.

El show televisivo en lengua inglesa, al igual que el concepto general del Año Andersen, no es del gusto de todo el mundo.

«Me temo que el autor y su obra quedarán supeditados un poco a los intereses comerciales», comentó Jens Andersen, autor de una de las biografías más reconocida de su tocayo. Más de 250 millones de coronas (unos 35 millones de euros) aportaron los patrocinadores para las actividades nacionales e internacionales, una suma sin precedentes para Dinamarca. En la página web del comité de celebraciones se encuentran junto con las imponentes listas de eventos en todo el mundo informaciones sobre los 35 «mercados clave» del Año Andersen.

El diario «Politiken» de Copenhague teme que los organizadores abusen del aniversario para hacer «una combinación trivial de pensamiento comercial y cultura de eventos» con el fin de potenciar los intereses exportadores daneses.

Este controvertido concepto también se manifiesta, en opinión de los críticos, en los «embajadores de Andersen» nombrados para 37 países, que van desde Islandia a Vietnam. Que en esa lista aparezcan nombres de futbolistas como el italiano Paolo Maldini o el chileno Iván Zamorano es algo «simplemente inexplicable» para «Politiken».

Pero muy alejada de todos los eventos y las estrategias de marketing está la vida cotidiana danesa en las bibliotecas, los escenarios teatrales, las aulas y las pantallas de televisión, marcada por el Año Andersen ya desde el 1 de enero. Tanto que Klaus Mortensen, editor de una nueva edición de las obras completas en 18 tomos, advierte: «Nos acercamos al límite del vómito».

El homenajeado, en tanto, según la opinión generalizada de diferentes expertos en su vida y su obra, posiblemente no sería tan crítico con todo el revuelo. El ministro de Cultura danés Brian Mikkelsen opinó sobre el impulso comercial del aniversario: «Estoy convencido de que Hans Christian Andersen trabajaría con empresas y fondos de inversión si tuviera que imponerse en el mercado y la vida cultural de hoy en día».

El biógrafo del mismo apellido que el escritor dijo que éste no tendría nada en contra del gigantesco show televisivo con sus cuentos: «Seguramente hubiera dicho: cómo me alegro, pero lamentablemente no puedo ir personalmente». En grandes aglomeraciones, el escritor solía sentir ataques de claustrofobia.


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