Charly dejó que brillara más la obra que el personaje
Su recital en el Luna tuvo glamour y armonía. Presentó su nuevo CD, pero sin olvidar lo viejo.
Buenos Aires (Télam).- Charly García ofreció antenoche ante unas cinco mil personas, en el porteño estadio Luna Park, un impecable y glamoroso recital en el que, durante dos horas y lejos de sus clásicos desbordes, entregó buena parte de lo más bello de su imponente producción. «Un aplauso para la música», pidió Charly a su público promediando la noche, para expresar el espíritu de un show en el que, sin ningún condimento multimedia de por medio -como se había anticipado-, la música fue protagonista y eje conductor de un espectáculo conceptual, que mostró a un García más dispuesto a brindar su arte que a entretenerse solo en el escenario.
Pese a que estos recitales se realizaron con la excusa de la presentación formal de su más reciente álbum, «Influencia», Charly prefirió abordar sólo cuatro canciones de la placa, y recorrer diferentes estéticas, desde Sui Géneris a su labor solista, pasando también por La Máquina de Hacer Pájaros y Serú Girán.
Como en viejas épocas, el músico compartió el escenario con la expresiva Hilda Lizarazu en coros: durante gran parte del show, Lizarazu se metió en la piel de una monja pizpireta e hizo una efectiva dupla junto a la guitarrista María Gabriela Epumer, fiel compañera del artista.
En un papel menos protagónico en escena pero igualmente relevante en lo musical, se ubicaron los chilenos Carlos González Vázquez en bajo, Antonio Silva Peña en batería y Kiuge Hayashida en guitarra, quienes acompañaron con solidez y soltura a un sobrio y enérgico García.
Con una puesta de tintes teatrales, a las 23 (una hora más tarde de lo previsto) subió un telón con el flamante «El amor espera» (que pertenece a «Influencia»), con el anfitrión vestido con pantalón y saco de shifón rojo brillante.
La cuidada puesta musical, con sus mecanizados y prolijos tiempos, no interfirió en la comunicación con el público, y sin apelar a cierta histeria común a los eventos multitudinarios, el tecladista obsequió un baño de calidez a la heterogénea audiencia que lo sigue y que antenoche tuvo la posibilidad de disfrutar el mejor show que Charly García ofreciera en años.
Los bellos «Desarma y sangra» y «Adela en el carrousell», los incansables clásicos «Yendo de la cama al living», «Promesas sobre el bidet», «Sin tu amor» y «Rezo por vos», el pegadizo «Me tiré por vos» y una emotiva versión del emblemático «Seminare» de Serú Girán, fueron algunas de las canciones que integraron la primera y más intensa parte del concierto.
Luego de un paréntesis de 10 minutos y siempre con el acolchonado teclado de Charly de fondo, llegaron la melancólica «Anhedonia» y el setentoso «Autos, jets, aviones, barcos», a los que siguieron los más recientes «Vicio» e «Influencia», tema este último para el que García invitó al escenario a su hijo Miguel en teclados.
Tras dos potentes recreaciones de «Los dinosaurios» y «Demoliendo hoteles», llegó el cierre con el ovacionado rock «Cerca de la revolución», que García tocó con guitarra eléctrica, y una alegre versión de «El fantasma de Canterville».
De esa manera, el indiscutido rockero argentino fue entregando un variado repertorio, y como hacía mucho tiempo no sucedía, esta vez prefirió hacer brillar sus canciones anteponiendo la obra al personaje.
Buenos Aires (Télam).- Charly García ofreció antenoche ante unas cinco mil personas, en el porteño estadio Luna Park, un impecable y glamoroso recital en el que, durante dos horas y lejos de sus clásicos desbordes, entregó buena parte de lo más bello de su imponente producción. "Un aplauso para la música", pidió Charly a su público promediando la noche, para expresar el espíritu de un show en el que, sin ningún condimento multimedia de por medio -como se había anticipado-, la música fue protagonista y eje conductor de un espectáculo conceptual, que mostró a un García más dispuesto a brindar su arte que a entretenerse solo en el escenario.
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