Chau, Menem

Por Arnaldo Paganetti

En la hora de las despedidas, el presidente Carlos Menem le cedió la palabra a un histórico para cerrar una reunión con un centenar de diputados justicialistas, muchos alineados con su adversario interno, el gobernador de Buenos Aires, Eduardo Duhalde. Entonces, el ex mandatario de Tucumán, Amado Juri – un hombre de 83 años que fue prisionero de la dictadura -, hizo un llamado a la concordia partidaria. Pero al proponer un brindis, introdujo el conflicto larvado: «Por el retorno en el 2003», señaló al levantar su copa.

Eduardo Camaño, el duhaldista que será vicepresidente de la Cámara de Diputados y desplazará al desgastado Alberto Pierri, se le acercó y le dijo con tono indulgente: «Sé que no habla por especulación electoral, sino que lo hace con el corazón». Y el encuentro terminó con palmadas y deseos mutuos de una pronta recuperación del PJ.

Fue la anécdota de una noche del corto y pacífico período de la transición entre un gobierno con sello caudillesco que se está yendo y otro que llega con tintes aliancistas y la impronta de Fernando De la Rúa. Un radical conservador, también personalista y fiel adherente al sistema presidencialista, a pesar de una realidad política que Menem le ha pasado por el rostro: el peronismo, en la oposición, controlará 15 provincias – entre ellas Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba -, y Rodolfo Barra, un cuadro vertical ciento por ciento, será el auditor general de la Nación, encargado de controlar los actos administrativos de la Alianza.

La polémica acerca de las cifras del «rojo» trenzó circunstancialmente a De la Rúa con Menem, antes de la fría – aunque cordial y positiva, según se describió en ambas ciudadelas -, cita en la residencia de Olivos, que dejará de ser un polideportivo después del 10 de diciembre, si se da por válida la promesa de José María García Arecha, incondicional del presidente electo.

«Quien ha llevado a cabo un proceso de transformación impresionante – se autoelogió Menem -, deja al gobierno y al país en buenas condiciones, para hacer una transferencia de poder de la que no se tiene memoria por lo serena».

Desde el Brasil, De la Rúa, se quejó. «Me dejan las cuentas muy desordenadas», expresó refiriéndose al déficit fiscal proyectado para el año próximo. El ministro Roque Fernández, sostiene que será de unos 5.600 millones. Los legisladores justicialistas, estiman que esa cifra se elevará a unos 7 mil millones y el coordinador de los equipos económicos de la Alianza, José Luis Machinea, calculó el desequilibrio en 10 mil millones.

«En la Alianza están abriendo el paraguas para justificar su incapacidad», mostró los dientes sin sonreír el presidente Menem.

Salvo este intercambio de golpes, que llevó a un hipermenemista a sentenciar que la etapa que se inicia será de diálogo pero «sin sobreactuar el consenso», los dirigentes se esfuerzan por llevar a buen puerto las negociaciones, porque saben que el crédito que se les otorgó el 24 de octubre, está supeditado a que haya más transparencia pública, soluciones al problema del desempleo y la pobreza, premios y castigos que sirvan de ejemplo, y menos inseguridad en las calles.

De la Rúa se toma tiempo para definir su elenco de colaboradores. Sólo delega responsabilidades en personas de mucha confianza. «Si pudiera, sería granadero de la Casa Rosada», comentó uno de su entorno íntimo, que espera ubicarse en la sucesión presidencial.

Nicolás Gallo, el «cajero» delarruísta, ya se ha asegurado miles de millones para lanzar un ambicioso plan de viviendas, que prevé la erradicación de todas las villas de emergencia de la capital federal y el conurbano bonaerense.

El futuro presidente pretende que el PJ dé luz verde al presupuesto del 2000, a una nueva ley de coparticipación, reglas para promocionar pequeñas y medianas empresas y el agravamiento de penas para el robo con armas.

Moderado, ignorando lo que opinan sus aliados de izquierda, no cuestionó la designación del ex carapintada Aldo Rico como ministro de Seguridad de Carlos Ruckauf, y consideró que no tendrá efectos operativos la resolución del juez español Baltasar Garzón, para capturar militares argentinos, por genocidio, torturas y terrorismo.

Cuentan que Menem está muy seguro de que no tendrá competencia en la jefatura del peronismo, pese a que Duhalde juró luchar hasta lograr que pase a retiro y se abra el camino a las nuevas generaciones, lideradas por el cordobés José Manuel De la Sota (inaugurará una línea interna en marzo), el santafesino Carlos Reutemann y Carlos Ruckauf, quien aseguró que recién desnudará sus ambiciones presidenciales en el 2001.

Menem duerme tranquilo con De la Rúa. No sueña con una «mani pulite». «Si judicializa la política en mi contra, nos endureceremos», advirtió. No estarán a salvo, empero, los funcionarios de su administración que se enriquecieron impúdicamente y caigan en las redes aliancistas.

Con Duhalde estuvo a punto de chocar. El diputado rionegrino Miguel Pichetto, vicepresidente de la bancada, le dio sólidos argumentos para evitar por ahora la colisión. El menemismo perdió el predominio en la cámara baja y el paso del tiempo arrojará luz para encontrar a los padres de la derrota.

Hoy todos se hacen los desentendidos. En el PJ, Antonio Cafiero y «Palito» Ortega, dieron a este diario versiones coincidentes, acerca del momento, en septiembre, en que Duhalde fue consciente de que marchaba al cadalso.

«Palito» contó que Duhalde «tuvo un gran bajón anímico» y decidió bajarse, pero que él lo llevó a su casa y lo convenció de que no diera ese paso al costado.

Cafiero fue más preciso. «Cuando se enteró que las encuestas lo daban perdedor, se deprimió fuertemente. «Si hay alguien mejor que yo en buena hora, no tengo un apetito tan grande de poder», se sinceró conmigo». El senador reveló que se pensó en la fórmula Reutemann-Cavallo, primero, y luego en el binomio Reutemann-Cafiero, pero que todo se frustró porque el santafesino, «inteligente», contestó con una negativa tajante.

«Hubiese sido una linda pelea – fantaseó Cafiero -, pero la tendencia era irreversible. La gente quería un cambio, no tanto por la alternativa que ofrece De la Rúa, sino por el agotamiento del estilo menemista».

Es cierto, el estilo -ya se ve – es diametralmente opuesto. ¿Y el contenido?


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