China ya es la segunda potencia económica

Desbancó de ese puesto al Japón. Pese al logro, crece la tensión social y preocupa la inflación.

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hina se convirtió oficialmente en la segunda economía mundial, al desbancar al Japón, aunque su crecimiento depende demasiado de las inversiones y de las exportaciones, y su desarrollo está aún muy lejos del de los países ricos, subrayan los expertos. El acontecimiento era esperado. Tras haber superado a Alemania en el 2007 en el tercer puesto, la economía china hace ahora lo mismo con Japón y se encarama al segundo. Para el conjunto del 2010, el Producto Interior Bruto (PIB) publicado por Japón es un 7% inferior al anunciado el mes pasado por China. Así, la economía china dejó atrás en el 2010 a su vecina nipona y se situó detrás de Estados Unidos, un puesto que la economía japonesa ocupaba desde 1968. China podría incluso destronar a Estados Unidos hacia el 2025, según estimaciones del Banco Mundial y de varias instituciones financieras. Al cabo de tres décadas de reformas y de crecimiento desenfrenado “es totalmente normal que un país tan poblado como China llegue a competir en términos absolutos con un país como Japón”, consideró Jean-François Huchet, director del Centro de Estudios sobre China contemporánea en Hong Kong. Lo extraordinario es que “a principios de las reformas en 1978, China solamente pesaba 0,4% del comercio internacional”. El país más poblado del planeta, con 1.300 millones de habitantes, tiene sin embargo una renta per cápita diez veces inferior a la del Japón. “Aunque la riqueza de algunas regiones se acerca a la de los países desarrollados, otras sufren aún los problemas de los países en vías de desarrollo”, subrayó Huchet, quien añadió que China padece un fuerte retraso respecto del Japón en lo referente a desarrollo humano y acceso a la educación. Este segundo puesto en la economía planetaria detrás de Estados Unidos es “una etapa simbólica, nadie había imaginado que las cosas irían tan rápido (…), ya que China es diferente tanto por su sistema político como económico”, dijo Chen Xingdong, economista de BNP Paribas en Pekín. Las normas internacionales, especialmente de la Organización Mundial del Comercio (OMC), no siempre se aplican en Pekín, destaca este analista. “Las empresas chinas, que reciben sus créditos de los bancos del Estado, pueden por ejemplo ser consideradas como directa o indirectamente subvencionadas”, según Chen. En efecto, el rol del Estado es predominante para determinar la tasa de cambio de la moneda, orientar las inversiones y fijar la estrategia de las grandes empresas, la mayoría de las cuales le pertenece. Es verdad que el gobierno chino tiene un “tesoro de guerra” de más de 2,8 billones de dólares en reservas de divisas, y que sus decisiones pesan cada vez más en las economías de los países ricos. Pero el país está confrontado a una serie de desequilibrios difíciles de corregir en el plano interno. “El crecimiento está actualmente impulsado esencialmente por las inversiones y las exportaciones, lo que genera a veces un calentamiento de la actividad y acarrea especulación”, destaca Huchet. El gobierno se enfrenta también a una aceleración de la inflación. “Las tensiones sociales son más intensas que hace cinco años”, según Andy Xie, economista independiente basado en Shanghai. Según él, no se trata solamente de que los beneficios del crecimiento estén desigualmente repartidos, sino de una situación degradada en varios sectores, como es el caso de los “200 millones de personas que han trabajado duramente para colocar en el banco unos ahorros cuyo valor disminuye rápidamente, a causa de la inflación”. “No hay que olvidar que los chinos son ahorradores, no viven a crédito”, subraya Xie. “Los buenos indicadores económicos son una cosa, pero lo esencial es que el gobierno chino permita que la población se aproveche del crecimiento”, opina por su lado Zhang Haochuan, economista del centro de investigación sobre el Japón de la Universidad Fudan en Shanghai.

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