Chironi denunció que un militar dijo: «la tortura purifica»

La frase fue del general Cattuzzi. Se la dijo a sus familiares. Crudo testimonio de los tormentos.

BAHIA BLANCA (Enviados especiales) – Eduardo Chironi reivindicó su condición de militante político, detalló la tortura sufrida mientras estuvo «chupado» por los militares en el centro clandestino «La Escuelita» y brindó detalles de las secuelas físicas que le quedaron para el resto de su vida. «No se haga problema señora, que la tortura purifica», recordó que le dijo a su madre el general Antonio Cattuzzi, antiguo jefe de la subzona 151, dependiente del V Cuerpo del Ejército, cuando la mujer lo consultó para averiguar su situación.

Chironi fue el testigo más relevante de los que se presentaron a declarar en el «juicio por la verdad», tendiente a averiguar el destino de los desaparecidos durante la dictadura en la zona del V Cuerpo del Ejército.

Frente a la Cámara Federal de Apelaciones, el legislador rionegrino hizo un minucioso relato, con algunos toques de humor e ironía. La jornada se completó con el testimonio de su esposa Cristina Cévoli, quien ratificó la condición de detenido legal, las gestiones realizadas para conocer el paradero y la condición física en las que encontró a su marido cuando consiguieron ubicarlo en el penal de Villa Floresta.

Debido a problemas físicos no pudo asistir el obispo emérito de Viedma Miguel Hesayne, quien será citado para una próxima audiencia, pero los testigos de ayer coincidieron en resaltar la tarea del prelado.

Durante la jornada estuvieron presentes 4 de los 5 hijos del legislador, 3 nietos y una sala colmada de vecinos de Viedma.

«El que tendría que estar acá es Rubén Bertea», titular del área de Derechos Humanos de Río Negro, dijo muy enojado uno de los presentes.

Chironi explicó que distintos sucesos, entre ellos, los primeros secuestros en Viedma y la vigilancia que hacía la policía sobre un grupo de militantes de la Juventud Peronista lo pusieron sobre aviso. También los datos que les aportaba en aquel momento el policía Manuel Tanos, a través de un amigo en común.

Así fue que se reunió con el coronel Pérez en el V Cuerpo del Ejército para conocer qué sucedía y el militar negó la existencia de detenidos y dijo desconocer que lo tuvieran bajo vigilancia.

En ese encuentro vio por primera vez a Santiago Cruciani, a quien luego reconocería «por su voz tan particular» como uno de sus torturadores.

El parlamentario se entregó voluntariamente en la delegación viedmense de la Policía Federal el 13 de diciembre de 1976 acompañado por los abogados Fernando Chironi, su hermano, y Miguel Bermejo; luego de analizar el tema con la familia y con Hesayne.

Tras un día de permanencia en la capital rionegrina fue trasladado a Bahía Blanca, estuvo otro día en la División Logística del Comando del V Cuerpo y el 16 comenzó su odisea en el centro clandestino «La Escuelita».

«Apenas llegué‚ empezaron los golpes y los militares querían conocer dónde se guardaban las armas en Viedma y los nombres de mis compañeros», según rememoró ayer frente al tribunal.

La primera sesión de tortura «duró 30 minutos, con corriente suave y fuerte, en todas las partes sensibles del cuerpo y me colocaron pinzas sobre las sienes», explicó y dijo que había dos personas y «un silencio absoluto. Eran ellos y yo».

Al detallar cada sufrimiento ante la «picana» el parlamentario dijo que «la primera no fue la más dura, peores fueron las golpizas».

Los fuertes golpes hicieron «que perdiera el sentido del espacio y la ubicación, por eso puedo olvidarme de algunos detalles» se excusó.

En los 11 días que estuvo en ese centro de detención pudo reconocer las voces de Oscar Meiln, del «gallego» García Sierra y los gritos de chicos muy jóvenes «que supongo serían los alumnos de la Enet», indicó.

El 24 de diciembre de ese año pasó a disposición del Poder Ejecutivo y trasladado a la unidad Penal 4 de villa Floresta, en Bahía Blanca, donde su familia tomó contacto con él. Al ver el estado en que se hallaba, la madre de Chironi, se entrevistó en marzo de 1977 con Cattuzzi para reclamarle por la situación y fue allí que -según afirmó el testigo- la mujer recibió como respuesta: «No se haga problema señora, la tortura purifica».

El 22 de agosto de 1977 fue llevado a la cárcel de Rawson y en marzo de 1978 lo liberaron.

El fiscal pidió una revisión médica para el testigo -la Cámara hizo lugar- para que consten las secuelas de la tortura. Chironi tiene manchas sobre las sienes, producto de la corriente eléctrica; marcas en sus muñecas, por estar atado y colgado; una herida en la base del pulmón derecho, provocado por una costilla fracturada; y en 1983 le fue extirpado un testículo a raíz de los golpes recibidos 10 años antes.

La audiencia tuvo picos de emotividad con bronca, dolor y lágrimas entre los presentes. Los relatos conmovieron hasta el mismo fiscal Hugo Cañón.

En ese marco, Cristina Cévoli alcanzó a balbucear «suerte, suerte», cuando en la parte final de su declaración se le preguntóporqué‚ creía que su marido estaba vivo. «La presentación voluntaria en la Federal, que lo hacía un detenido legal, y sin la participación de Hesayne no hubiese vivido, tal vez fue suerte», enfatizó.

Estela Jorquera- Daniel Vila


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