Las tomas, el refugio de los inquilinos expulsados por la crisis

La precariedad es parte de la vida de miles de cipoleños. La mayoría debió dejar de alquilar por falta de recursos, y la informalidad los llevó a los asentamientos, que crecen sin parar.

Laura ya no quiere irse de la toma. Quiso sí, muchas veces, pero ya no. A tres años de poner un pie en la 10 de Febrero ya tiene su casa y proyecta su vida allí, donde todavía no hay luz regular, ni gas, ni cordón cuneta, ni un suministro de agua eficiente. Allí donde las calles se hacen barro con un puñado de gotas de lluvia y los servicios públicos están geográficamente muy lejos: salud y educación sobre todo. Ella junto a su familia decidieron quedarse y luchar para mejorar las condiciones irregulares en la que viven otros miles de cipoleños.

Laura trabajaba en una petrolera, pertenecía a lo que comúnmente llamamos “clase media”. Alquilaba una vivienda y vivía con cierta comodidad en el barrio Bouquet Roldán, en Neuquén, donde pagaba 6 mil pesos mensuales por un dos ambientes. Hoy no bajan de 10 mil pesos. De golpe y porrazo se quedó sin trabajo y en la calle. En un parpadeo dejó una casa con ciertas comodidades y cayó en un lote de 20 metros por 10, sin nada. Solo yuyos y tierra. El pedazo de tierra estaba si nada, como ella cuando llegó junto a su familia –su pareja Juan y dos hijos: ni trabajo, ni plata, ni casa–.

Levantaron unos troncos, nailon y cartón que jugaron de pared del “rancho” donde pasaron su primer invierno. Compraron un terreno a 800 pesos y en 2017 con el proyecto Techo Digno lograron tener su vivienda.

La mala situación se agravó meses atrás cuando Juan también fue despedido de un galpón de empaque. “Ahora changuea”, dice, y así se ganan la vida.

Casos como el de Laura hay muchos. En los últimos años la migración a las tomas es una constante y cada vez son más las personas que llegan con trabajos formales pero sin recursos para costear los alquileres.

Según algunas estimaciones de organizaciones que trabajan en proyectos de autoconstrucción y regularización de estos asentamiento, actualmente casi 4.000 familias, entre 20 y 30.000 personas, viven en estas condiciones, un incremento del 16% respecto de lo percibido hace apenas tres años atrás.

“Lo que más se está viendo en Los Sauces son jóvenes que en algún momento se habían ido a alquilar a otros barrios y al quedarse sin laburo vuelven a vivir con su familia, algunos ya con niños”, reveló Natalia Coria, referente barrial. Si bien Los Sauces no tiene más lotes, muchos vuelven.

“Nosotros tuvimos que volver porque no podíamos pagar el alquiler. Volvimos a la toma pero en cuanto podamos nos iremos otra vez”, dice Antonella, una joven que junto a su pareja tuvo que dejar un alquiler por los altos costos y volver con su familia a Los Sauces.

La migración a las tomas no tiene precisiones estadísticas, pero sí muchas historias que grafican una realidad: cada vez más cipoleños “eligen” los asentamientos.

Algunos hablan del 20%, otros del 30%. Se estima que más de 20 mil personas habitan las tomas que hay en la cuidad. La falta de trabajo y los altos costos son dos variables de peso en esta lógica.

“A mucha gente no le alcanza con lo que gana en un trabajo, tiene que alimentar a sus hijos y no puede pagar un alquiler. La única opción que le queda son las tomas”, explica Jeannet Barra, referente del barrio 4 de Agosto.

Una decisión difícil

“Fue muy difícil venir acá, yo nunca había vivido en una toma. Me costó mucho, sufrimos porque cuando llegamos no teníamos nada, pero ahora ya sé que no nos vamos a ir, tenemos nuestra casa”, dice Laura, una de las tantas que migró a la 10 de Febrero. Junto a la 2 de Febrero son de los asentamientos que más personas recibieron en los últimos años.

A los pocos recursos de sus pobladores, el problema de la falta de servicios básicos genera muchos problemas. En invierno el frío y la lluvia golpean sin piedad y en verano el calor es agobiante. Además genera muchos problemas de electricidad.

Antonella fue despedida de una panadería porque no querían “blanquearla”. Sin dinero para costear un alquiler volvió a la casa de su familia junto a su pareja.

A diferencia de Laura ella quiere volver a irse del asentamiento. “Quisiéramos irnos y volver a alquilar pero ahora es complicado, estamos juntando plata para ingresar a otro alquiler que sinceramente es una locura”, dice la joven que volvió junto a su pareja a Los Sauces donde tiene su familia. “Para entrar a cualquier departamento piden más de 15 mil pesos”.

La Cascada

Hace un par de años comenzó a gestarse una nueva toma: La Cascada. Está ubicada en la zona oeste de la ciudad. Allí hay 300 familias nuevas, muchas con trabajos formales que comienzan a edificar. Según María Alejandra Espinoza, quien fue quien una de las que se encargó de definir quién podía tomar terreno y quienes no, la mayoría de las personas son asalariados que no podían costear un alquiler. Ella asegura que no han entrado delincuentes al barrio.

Desde la tranquera apenas se vislumbran las primeras construcciones, pero uno de los referentes del barrio aseveró que todas las familias están comenzando a “trabajar su lote”.

Como la mayoría de los asentamientos era una chacra que producía manzanas y peras. Una mujer que cuidaba el lugar comenzó a repartirlos, al parecer si autorización. Hoy hay una negociación abierta entre las familias y los propietarios para poder comprar la tierra que están ocupando.

Esta tendencia que crece constantemente choca contra la lógica de la construcción privada que hay en Cipolletti.

Cada vez hay más viviendas –mayormente departamentos– en la localidad y cada vez más gente se va a las tomas. Es decir que gran porcentaje de los ciudadanos no puede acceder al alquiler o a la compra de lo que se construye.

“A mucha gente no le alcanza con lo que gana en un trabajo, no puede pagar un alquiler. La única opción que les queda son las tomas.”

Jeannet Barra, referente del barrio 4 de Agosto.

“Lo que más se ve en Los Sauces son jóvenes que en algún momento se habían ido a alquilar a otros barrios y al quedarse sin laburo vuelven a vivir con su familia”.

Natalia Coria, referente de Los Sauces.

“Fue muy difícil venir acá, nunca había vivido en una toma. Sufrimos porque no teníamos nada, pero ahora ya sé que no nos vamos a ir, es nuestra casa”.

Laura, vecina del asentamiento 10 de Febrero.

Datos

Una migración

que no se detiene

En noviembre del 2016 la organización no gubernamental Techo realizó un relevamiento sobre los asentamiento de Cipolletti y aseguró que la población creció un 16% en tres años.

La encuesta arrojó que 3.960 familias viviendo en tomas. En 2013, cuando se hizo el anterior relevamiento, habitaban en barrios informales 3.410 familias.

A las condiciones precarias en las que viven esta miles de personas, sin gas, sin servicios regulares de agua y luz se le suma la poca accesibilidad, la lejanía con jardines, hospitales y centros de salud debido a no forman parte de la urbanización oficial.

En los últimos dos años mucha gente migró a las tomas por lo que la cantidad de ciudadanos en asentamiento irregulares aumentó considerablemente, sostienen varios dirigentes barriales .

Datos

“A mucha gente no le alcanza con lo que gana en un trabajo, no puede pagar un alquiler. La única opción que les queda son las tomas.”
“Lo que más se ve en Los Sauces son jóvenes que en algún momento se habían ido a alquilar a otros barrios y al quedarse sin laburo vuelven a vivir con su familia”.
“Fue muy difícil venir acá, nunca había vivido en una toma. Sufrimos porque no teníamos nada, pero ahora ya sé que no nos vamos a ir, es nuestra casa”.
20-30.000
personas se estima viven en asentamientos en Cipolletti, es decir entre 20 y 30% de la población de la ciudad.
16%
es el incremento en la cantidad de familias residiendo en tomas. De 3.410 en 2013 se pasó a 3.960 en 2016.

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