Clubes regionales, el megatorneo y los dineros

Como en AFA, los directivos zonales ven como imprescindibles los fondos estatales.

La revolución deportiva y económica que intentará la AFA con el mega torneo de 38 equipos también repercutió en nuestra zona. Con timidez, y algo de ironía, los dirigentes regionales se ilusionan con la chance de, en un semestre, saltar una categoría sin que sus jugadores transpiren. Para ello ven imprescindible el aporte de los dineros públicos. Y aquí comienza la disyuntiva. En Cipolletti ya ni se acuerdan que hace unos meses hubo peligro de descenso al Argentino B. Ahora los encargados del fútbol albinegro no ven como una locura el salto a la categoría superior. En los papeles, si el proyecto de fusión A-B prospera, el campeón del Argentino A jugará en la nueva primera división a partir de agosto de 2012. En el fútbol manda lo económico. Y para pensar en un ascenso de esa magnitud, en Cipolletti creen que hay que reforzarse mucho. Entonces es necesario dinero, de privados y “sobre todo del Estado provincial”. Decir esto a nivel nacional hoy está mal visto, al punto que hace unas horas el mismísimo Julio Grondona salió a despegar a la administración nacional de la ‘movida’. Lo hizo incluso después que varios presidente de clubes, y hasta el vocero de la AFA, Ernesto Cherquis Bialo, reconocieran que el Fútbol Para Todos estaba atrás de tamaña transformación. Cipolletti nunca fue el bendecido por el gobierno provincial (y radical), aunque sí embolsa aportes de la municipalidad local. Lo niegan, pero la política siempre dio vuelta por La Visera de Cemento. Julio Arriaga, ex presidente, ahora es candidato a vicegobernador por el oficialismo y el intendente Alberto Weretilneck va por el mismo puesto en el carro de la oposición. Tienen mala relación, pero los dos incidieron e incidirán en la vida institucional albinegra. ¿Bajarán dinero cuando alguno de ellos sea gobierno? Esa es la gran pregunta que se hacen en la dirigencia de Cipo. Y lo que esperan, lógicamente. Como parte de la campaña electoral, lo que sí recibió el fútbol albinegro es un subsidio del gobierno provincial que gestionó el concejal radical Lucas Pica (candidato a intendente) por 100 mil pesos para la compra de un micro para los viajes del plantel. Todavía no se pudo terminar la operación porque el colectivo sale 300.000. A nivel Liga Confluencia, su presidente, Antonio D’Angelo, dice tener una buena relación con el poder, pero jura que nunca le pidió “nada, ni recibimos nada. Por ejemplo, ni nos metimos en el tema de las ubicaciones de las canchas sintéticas. Lo decidieron todo ellos”, por el gobierno. Claro que ve con buenos ojos la aprobación del mega torneo porque “acortaría el camino de una manera impensada para la realidad de los equipos nuestros. Para el interior es una inyección importantísima, que espero los clubes sepan aprovechar, si se aprueba”, señaló. En el Deportivo Roca actual no apuestan a los “favores” del Estado para llegar a sus objetivos. A diferencia de los rumores que circulan en el ambiente del fútbol zonal, no hay grandes aportes de la provincia. A pesar de que un par de dirigentes tienen una estrecha vinculación con el gobierno radical, la mayoría de los aportes son privados. Hasta el momento las campañas se han solventado gracias al trabajo de grupos de trabajo, que permitieron cumplir siempre con los compromisos financieros. Sí trascendió que el municipio, de corte justicialista, habría hecho aportes para las finales del Argentino B. Claro que la política siempre estuvo presente en el Naranja. El ex gobernador Pablo Verani es hincha reconocido del “Depo”, y siempre -en mayor o menor medida- apuntaló cuando hizo falta. La disyuntiva neuquina En Neuquén, Maronese es ejemplo de gestión. Tiene lo que muchos clubes envidian: buen nivel deportivo, orden institucional, una cancha con piso ideal, albergues, colectivo y los números en regla. Lo que aún no consigue es armar el presupuesto para afrontar el próximo Argentino B. Hugo Silva, su presidente, confiesa que en la gestión sobischista, el club recibía fondos para solventar viajes y que Horacio Quiroga desde el sillón de intendente capitalino dio “pequeños subsidios y nos mandaban maquinarias para remover los terrenos. Pero nada más. Es mentira que Pechi nos daba plata porque es de Maronese. Si es de Maronese, eso es una cuestión de él”, aclara con énfasis el dirigente. Silva asegura que desde hace años no recibe un centavo de gobierno o partido político alguno. Que la clave de su éxito es “conseguir dineros de empresarios locales, hacer rifas, que te fien los corralones de materiales, estar en descubierto en el banco… De alguna forma, sufrir para no hipotecar el club”. Pero sabe que esa ‘ejemplaridad’ no alcanza para dar el salto. Esa es la gran disyuntiva: un club que es bien visto a nivel social por su autonomía necesita fondos públicos para superarse. “Es difícil, casi imposible subir de categoría si el gobierno no ayuda. Es la gran verdad”, remarca Silva, a quien le cuesta creer aún que hay chances que su Maronese esté pronto en el tercer escalón nacional. Claro, siempre y cuando en octubre la AFA apruebe el proyecto de fusión y que él reúna los 500 mil pesos de base que necesita para afrontar el torneo. En Neuquén los clubes de fútbol, en general, siempre fueron permeables a la política. Las causas son muchas y ya es idiosincrasia. Villa Iris nació bajo el ala del fallecido ex ministro Jorge Gorosito (perduró en el tiempo por las dádivas políticas), Independiente es sobischista desde hace años, San Lorenzo tiene pinta de botín electoral (allí pisa fuerte Omar Lorenzo), Alianza se nutre de los dineros de la intendencia de Ramón Rioseco en Cutral Co y en entidades como Petrolero, Pérfora, Centenario, Unión Vecinal, y varias más, durante años mandaron políticos o funcionarios de turno. En Lifune la frase que más se escucha y menos se practica es la siguiente: “Nada va a cambiar mientras los dirigentes manejen los clubes como se manejan en el Estado”. Porque cuando se habla de “Estado” se apunta a parches coyunturales, no a políticas estructurales y de largo aliento. “Para este gobierno el deporte no parece existir. No hay dirigentes comprometidos. A mí me tildan de personalista, pero las decisiones hay que tomarlas, porque si no el tren pasa. En Maronese hay elecciones cada dos años y nadie se presenta. Eso sí, hay tipos que se acercan y me piden colaborar con ‘las políticas del club’. Entonces les digo, ‘andá y agarrá la pala para mejorar la cancha, acarreá bolsas de cal, andá a limpiar los vestuarios. Al otro día no aparecen’”, ríe con resignación Silva. La Comarca y su cercanía con el poder Escalones más abajo, los clubes de la Rionegrina sí reciben apoyo político. Alberto Beacon, presidente de esta liga, confirmó algo que a mayor escala también hicieron varios dirigentes afistas antes de que los mandaran a callar: “El sponsor principal es el Estado, sea provincial o municipal. Sin esos aportes es muy difícil llevar adelante la competencia”. Los clubes de la Comarca tienen el beneficio de la cercanía con el poder. Y casi todos reciben ayuda del Estado. A San Lorenzo de Barrio Lindo y a Lavalle la Legislatura le prometió el pago de 5 pesos el kilómetro por los viajes del último Torneo del Interior, pero Bautista Mendioroz perdió las internas del radicalismo y el pago no se finalizó. El Ciclón sí recibió un subsidio del municipio de Carmen de Patagones y a clubes barriales como Santo y San Martín también se le acercan dineros públicos. La mayoría tiene vínculos políticos: en Sol de Mayo el legislador Mario De Rege es dirigente y en Villa Congreso, Ángel Arias tuvo buena colaboración del mendiorizmo y del intendente Jorge Ferreyra. Deportivo Patagones, uno de los que más lejos llegó en el Torneo del Interior, tuvo dentro de su plantel a Gonzalo Sanz, interventor de la Lotería de Río Negro y yerno del senador Pablo Verani. A menor escala, las entidades zonales adoptan las mismas políticas que los clubes importantes de AFA. Tapan el sol con las manos. Reciben esos dineros y los inyectan inmediatamente en proyectos cortoplacistas, sea una competencia federal o el pago de sueldos de los jugadores. Así, las deudas surgen y los clubes se estancan. No hay entidades que presenten proyectos superadores, que piensen en un crecimiento de abajo hacia arriba. En las inferiores sólo existe el trabajo abnegado de los padres. El negocio aquí, a diferencia sí de la primera división, es subsistir. La política se aprovecha del fútbol y el fútbol de la política. Un matrimonio desvirtuado desde su génesis misma. (AN/AC/AR/AV)

Manolo Berra pasó de Cipolletti a Brown de Madryn, donde tiene chances de en unos meses jugar en la categoría más importante del fútbol argentino.

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