Colonialismo cultural
Yo quisiera felicitar a mi amiga Karen Hallberg por su beca Guggenheim, y destacar que Karen, además de una excelente física, es una persona profundamente comprometida con el destino de la humanidad y los usos malignos de la ciencia que practicamos. Es miembro del Consejo Consultivo de las Conferencias Pugwash, organización mundial que existe hace cincuenta años, desde el manifiesto Russel-Einstein que advirtió al mundo sobre los peligros de la carrera armamentista nuclear. Las Conferencias Pugwash, así como su creador, Joseph Rotblat, último sobreviviente de los firmantes de aquel manifiesto humanista, recibieron el Premio Nobel de la Paz en 1995. Karen pertenece también al Grupo Bariloche para Ciencia y Asuntos Mundiales y es la que, en la Asociación Física Argentina propuso una especie de juramento hipocrático en el cual los científicos que lo deseen se pueden comprometer a rechazar toda actividad antihumana de su ciencia, como la colaboración en el desarrollo de armamentos.
Dicho esto, quisiera señalar el profundo colonialismo mental involucrado en la propuesta de la senadora Amanda Isidori que quiere que el Senado honre a Karen por haber ganado una importante beca en los EE. UU. Lo mismo ocurrió cuando la Academia de Ciencias de los EE. UU. nombró miembro a Francisco «Paco» de la Cruz. Nunca reconocemos a nuestros valores intelectuales hasta el momento en que desde afuera nos dicen: «Ahí tienen ustedes a alguien cuyo cerebro vale lo que pesa».
La falta de reconocimiento de nuestros propios valores forma parte de una nefasta tendencia secular a esperar que las alabanzas vengan de afuera. El mismo Himno Nacional no nos habla a nosotros, sino que pide el reconocimiento exterior: empieza con «Oíd Mortales», se dirige a los demás, antes de darnos cuenta de lo que tenemos en casa. Honremos Karen por lo que vale, no porque los extranjeros reconocieron su valor antes que nosotros mismos.
Tomás Buch
Notas asociadas: Hace 50 años comenzaban las clases en el Balseiro
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