Columna Mediomundo: Re-loco 21-01-04

Mediomundo

Britney Spears se ha casado. ¿Cómo, ya se separó? Calma, seguramente volverá a hacerlo algún día con un famoso de su talla, no un chico de pueblo que, vamos, no podría aparecer en un comercial de gaseosas. No es feo, aunque ¿canta? ¿baila? ¿actúa? ¿modela? ¿es rico? ¿No? ¡Ah, no, entonces no!

La broma fue demasiado lejos, ¡uuff! Digamos que llegó a los 500.000 dólares que debió pagar la chica para anular el matrimonio. Apuesto a que Jason Allen Alexander no los quería pero…negocios son negocios. «Es el mejor trato que puedes lograr», le susurró al oído el abogado de la multinacional que representa a Britney. Era la voz de Satanás, dulce y aterciopelada de billetes. Firmó. Ya es ex de una superestrella.

Todo comenzó con un «¡Hagamos algo superloco!» «¿Qué?» «¡Casémonos!» Y lo hicieron. Eso -casarse en Las Vegas- es exactamente lo más loco que puede hacer por sí misma y su generación una (o un) cantante como Britney Spears. Eso y bajar o subir de peso. Eso y aumentar o disminuir el tamaño de sus senos, como su par Christina Aguilera. Eso y teñirse el pelo. Sacar un nuevo hit calcado al anterior. Aprender más de sí misma después de una tarde en Alaska…o hundirse en el olvido narcótico que aplastó a quienes también supieron ser la luz de neón del mundo, Mariah Carey y Rick Astley, por ejemplo.

Las estrellas pop/rock no siempre hicieron cosas tan pero tan locas como las que emprende Britney cuando se toma una cerveza de más. Obvio, Britney no está acostumbrada -¿que diría la dietóloga?-, no toma drogas -son remalas- ni se sube a un avión para intentar un retiro espiritual en el Tíbet (ni eso). Ella es mucho más…como decirlo…inocente. Ya no es una niña, recordemos cuántas veces nos lo ha cantado (hasta en la sopa), tampoco una mujer. Por eso se casó y se separó en cuestión de minutos. Por eso fue capaz de cargar con el precio de su osadía.

No, las estrellas de antes eran menos comprometidas, nunca así de heavys. Ellas apenas si se tentaron con el sabor del mezcal, acribillaron sus almas con experiencias de vida. Cambiaron su percepción de la realidad y también la manera en que hasta ese momento entendíamos el mundo. Tocaron el cielo con las manos. Se encerraron. Enloquecieron. Dieron el puntapié inicial a nuevos placeres. Amaron. Tuvieron hijos. Soñaron. Hicieron negocios y nos regalaron sensaciones de infinitas densidades. Sobre todo fueron seres humanos, de carne y hueso, de alma y sangre. Gente probablemente menos famosa que Britney, pero un poco más legendaria. Jim Morrison, Sid Vicius, Elvis Presley, rebeldes de causas sin tarifa.

Cada época tiene su Britney Spears, lamentablemente no un Bob Dylan, un Tom Waits o un Luca Podran.

Con Britney no tenemos de qué preocuparnos, la chica seguirá brindándonos enormes dosis de inocencia e histeria. Permanecerá soltera sin compromiso, bailando a destiempo por los escenarios de Asia y América, y entonando historias que deberían levantarnos la tapa de los sesos.

Por fortuna o desgracia, a ella le corresponde el extraño oficio de ser un referente en el nuevo siglo. Sus locuras son locuras que marcarán a una generación. Su visión del mundo se reflejará en las pupilas de miles de personas. Vaya uno a saber si pasarán hasta el fondo.

Una encuesta de la CNN reveló que el 61% de la audiencia que votó en su sitio en Internet opina que el casamiento fue un «ardid publicitario», el 30% que «son dos jóvenes irresponsables» y el 9% que «fue un error tonto e inofensivo».

Britney Spears es lo que nos pasa hoy como civilización y lo que les pasa a unos cuantos chicos como público y testigos. Es su espejo. Paciencia. Mientras tanto, qué se puede hacer sino ver películas (no las de ella).

Claudio Andrade

candrade@rionegro.com.ar


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