A Macri le falta un relato

No sólo Mauricio Macri sino también muchos otros suponen que la imagen personal del presidente y por lo tanto su capacidad para llevar a cabo las reformas ambiciosas que le parecen necesarias depende casi por completo de la reacción de la mayoría frente a la evolución de la economía. Dan por descontado que, de difundirse la impresión de que todo va viento en popa, subirá su índice de aprobación; pero que de surgir problemas imprevistos bajará en seguida, como en efecto sucedió hace poco cuando una corrida cambiaria hizo parpadear las luces de alarma.

Si están en lo cierto quienes creen que el electorado siempre privilegiará el bolsillo por encima de todo lo demás, Macri tendrá que conformarse con un solo período en la Casa Rosada. Había apostado a que un lento pero constante mejoramiento de la alicaída economía nacional le permitiera ser reelegido el año que viene y daría a su programa “gradualista” tiempo en que producir los resultados esperados pero, a menos que tenga muchísima suerte, enfrenta una etapa larga en que habrá más noticias malas que razones para celebrar.

Para mantenerse en el poder, pues, Macri tendrá que suplementar la magra oferta económica con algo distinto que sirva para movilizar voluntades.

Es lo que hizo Cristina con el “relato”. Su gestión económica, sobre todo en los cuatro años finales, difícilmente pudo haber sido más desastrosa: crecimiento virtualmente nulo, contracción fabril, más inflación, más pobreza, más desempleo y menos reservas, además, claro está, de un nivel asombroso de corrupción. Así y todo, aún hoy la señora conserva el apoyo de millones de personas que no tienen demasiados motivos concretos para quererla.

El ejemplo brindado por Cristina muestra que los acostumbrados a atribuir los resultados electorales al estado de la economía suelen equivocarse. Si bien Macri se vio beneficiado por la convicción de que la manejaría mejor que Daniel Scioli, incidió mucho más la aversión de amplios sectores a la falta de honestidad que era tan característica de los gobiernos kirchneristas. También ayudó la sensación de que, después de más de una década de excentricidad populista, el país necesitaba un período de pragmatismo sensato, o sea, de “normalidad”.

Algunos simpatizantes de Macri quieren que hasta nuevo aviso privilegie lo político, lo que a su juicio significaría aliarse con aquellos peronistas que, en términos generales, coinciden con “el rumbo” que ha emprendido, y de tal modo ampliar su base de sustentación. Puede que lo haga, pero no sería suficiente.

Para reconciliarse con quienes lo votaron pero que se sienten heridos por los tarifazos, además de conseguir el apoyo de una mayor proporción de los defraudados por gobiernos peronistas que, después de recibir sus votos, los abandonaron a su suerte, Macri tendría que confeccionar un “relato” más atractivo que el improvisado por los kirchneristas.

No le sería fácil. Nunca ha manifestado interés alguno en las ideologías. Dista de ser un buen orador, como aquellos que saben crear lo que quienes los escuchan toman por un vínculo personal. Con todo, lo que Macri y quienes lo acompañan dicen tener en mente, la transformación de la Argentina en un país pujante, moderno, socialmente equitativo, sin los gigantescos bolsones de pobreza que a través de los años ha acumulado, no carece de grandeza.

Por cierto, el proyecto de rescatar un país devastado por casi un siglo de decadencia para que asuma un lugar entre los líderes del mundo podría suministrar materia abundante para una epopeya tan convocante o más que la inventada por los propagandistas del kirchnerismo.

¿Sería sólo una cuestión de promesas, de ilusiones como las confeccionadas por una larga serie de gobiernos populistas que nos aseguraban que la Argentina ya era, o pronto sería, una “potencia” integrante de la elite planetaria? Lo sería si los macristas siguieran pasando por alto las dificultades que tendrían que superar para acercarse a sus objetivos, pero parecería que los acontecimientos de las semanas pasadas les han enseñado que la tarea que se han propuesto será mucho más ardua de lo que habían vaticinado.

Asimismo, mientras que el nacionalismo de los kirchneristas y otros peronistas es autocompasivo, propio de un país víctima cuyas lacras se deben casi exclusivamente a la malicia ajena, el insinuado por los macristas es positivo. A diferencia de sus adversarios, entienden que los fracasos son consecuencia de los errores cometidos por generaciones de políticos y creen que el destino del país depende de sí mismo, no de una muy poco probable reconfiguración del orden mundial en que le toque a la Argentina desempeñar un papel protagónico sin que le sea necesario cambiar nada.

Si el electorado actúa por el bolsillo, Macri tendrá un solo periodo. Para seguir en el poder tendrá que suplementar con algo distinto para movilizar voluntades, como hizo Cristina.

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Si el electorado actúa por el bolsillo, Macri tendrá un solo periodo. Para seguir en el poder tendrá que suplementar con algo distinto para movilizar voluntades, como hizo Cristina.

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