Aplicar la ley, el camino para mantener la paz social

En los últimos años, la ciudad de Buenos Aires ha sido reiteradamente testigo de distintas protestas sociales que de pronto se transformaron en violentas. Durante las mismas, los revoltosos –cual vándalos– han, una y otra vez, saqueado, destruido y destrozado bienes públicos y privados, como si ello fuera parte del llamado “derecho a la protesta”. A la vista de todos.

Aquellos pocos que de pronto son apresados por sus tropelías salen en libertad apenas algunas horas después de detenidos con relación a los episodios de violencia que protagonizaron. Como si realmente no hubiera otra forma de proceder.

Los jueces y magistrados, con frecuencia muy temerosos, se deshacen de las respectivas causas lo más rápidamente que pueden o las “pisan” de modo que simplemente queden “congeladas” en un rincón de sus oficinas hasta que fenezcan por prescripción.

Eso es ciertamente ser pusilánimes, pero hasta ahora esas conductas no han merecido condena social enérgica alguna, en ningún momento.

Por esto, las conductas violentas se mantienen y se repiten, como si esa fuera la única manera de proceder. Pero, como veremos en seguida, eso no es necesariamente así.

En efecto, en las últimas semanas Francia ha sido escenario de protestas sociales de gran magnitud. Por parte de una población que ha reaccionado frente a una creciente presión impositiva que ha devenido insostenible para mucha gente. Hablamos de los llamados “chalecos amarillos”, ciertamente.

Esas protestas han degenerado a veces en la violencia, como consecuencia de lo cual muchos de sus actores han sido prestamente detenidos por las fuerzas del orden. Pero, cuidado, no han sido liberados de inmediato, como entre nosotros. En muy pocos días algunos de los apresados han sido diligentemente condenados.

Esto es lo que, por ejemplo, acaba de suceder en la ciudad universitaria de Tours, en el valle del Loira.

Dos jóvenes de 19 y 22 años han sido, en poco más de una semana, condenados a cumplir penas de prisión efectiva de entre 6 y 8 meses, por vandalismo. Habían tirado botellas a las fuerzas policiales contra las que se rebelaron. Fueron identificados rápidamente y apresados.

Hablamos de jueces que actúan en una ciudad de mediano porte, de unos 300.000 habitantes, en la que nacieron personajes tan diversos como son: Honoré de Balzac, Francois Rabelais o San Martín de Tours.

Pero que no le sacan el cuerpo a sus responsabilidades. Por una razón muy simple: porque son jueces y actúan como tales en cumplimiento inequívoco de la responsabilidad social que sus importantes responsabilidades suponen.

Ojalá sean imitados entre nosotros. Pronto. Sencillamente porque ese es el único camino para evitar los desbordes: el del cumplimiento de la ley, sin que nadie se haga el distraído.

*Exembajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas


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