Cambios económicos sobre la marcha

Sin conferencias de prensa (como la del 28 de diciembre cuando se recalculó la meta de inflación al 15% anual para 2018) ni anuncios demasiado estridentes (como las subas de hasta 40% en las tarifas de gas), el gobierno de Mauricio Macri aplicó desde marzo varios cambios sobre la marcha en la política económica de corto plazo, tanto en materia cambiaria como monetaria.

A diferencia de lo que ocurrió a fin de año, esta vez el protagonismo le correspondió al Banco Central. Sólo hace una semana explicitó con todas las letras, a través de un comunicado, su decisión de no dejar subir más al dólar después de haber realizado con ese propósito ventas por casi US$ 2000 millones en el mercado oficial sólo a lo largo de marzo. Así logró cerrar el mes con una cotización de $ 20,44 para la venta a nivel minorista, prácticamente igual a la de fin de febrero.

Por cierto que esta intervención implicó dejar en “modo pausa” al régimen de flotación cambiaria, en un mercado donde la demanda viene superando con creces a la oferta. O que el dólar “flote hacia abajo”, como señaló irónicamente en un reportaje el exministro Ricardo López Murphy. No obstante, el BCRA defendió su postura al sostener que una devaluación del peso mayor a la ocurrida entre diciembre y febrero (del orden del 14,2% en tres meses) “no estaría justificada ni por impactos económicos reales ni por el curso planeado de su política monetaria y que, de no evitarse, tendría el potencial de ralentizar el proceso de desinflación”.

En palabras más sencillas, esto significa que Federico Sturzenegger (titular del BCRA) tomó nota de que la suba del dólar tuvo un impacto superior al esperado sobre la inflación, ya empujada por los aumentos simultáneos en electricidad, gas y combustibles. De hecho, el índice de precios mayoristas (IPM) registró en los dos primeros meses del año un incremento acumulado de 9,6% debido al doble efecto de la suba de los costos de la energía y fletes, más insumos importados y productos locales que cotizan a valor dólar, como envases y alimentos exportables. Si bien el efecto cambiario quedó neutralizado en marzo, todos los pronósticos oficiales y privados prevén una suba en el índice de precios al consumidor de ese mes superior al 2%, como ya había ocurrido en febrero (2,4%).

Por más que el dólar se mantenga “planchado” también en abril, no impedirá que el IPC se ubique este mes en niveles similares o superiores a los de marzo, a causa de la nueva suba en las tarifas de gas en todo el país; del transporte público (11,7%) y peajes (13,4%) en Capital Federal y Gran Buenos Aires y muy probablemente en naftas y gasoil que -con precios libres-, no se ajustan desde comienzos de febrero. El incremento pendiente en los combustibles podría aproximarse al 10% ya que, en ese lapso, la cotización internacional del petróleo tuvo un alza cercana a 9% en pesos y a esto se suma que desde abril ya rige un aumento de 3,5/8% en el precio regulado del etanol (que tiene un componente de 12% en las naftas) y de casi 15% en biodiesel (cuya mezcla en el gasoil es de 10%).

A pesar del freno artificial aplicado al dólar a costa de sacrificar reservas (apenas 0,5% del total en lo que va del año) y de mantener la tasa de referencia en 27,25% anual, el BCRA destacó en su comunicado que “la intervención cambiaria es un complemento y no un sustituto de la política monetaria”. De ahí que anticipó que “está listo para actuar” y ajustar la tasa de interés (hacia arriba) si no cede la actual aceleración inflacionaria, que atribuye a “factores transitorios, como los fuertes aumentos en precios regulados y a la rápida depreciación del peso entre diciembre y febrero”.

Este nuevo escenario económico de corto plazo, con el tipo de cambio intervenido por el BCRA, hizo que quienes apostaron al dólar en marzo perdieran la oportunidad de obtener ganancias frente a otras opciones financieras. No pocos analistas lo consideran como un seguro de cambio gratuito, al menos hasta mayo cuando se consolide el ingreso de divisas por la cosecha agrícola pese a la sequía. Y, por ende, como una invitación a reanudar la “bicicleta” tasas-dólar (carry trade en la jerga financiera), ya sea deshaciendo posiciones en divisas para pasarse a pesos o ingresando capitales externos de corto plazo y hacer diferencias con tasas de interés reales positivas en dólares y en pesos (aun frente a las proyecciones más pesimistas de inflación, de 21/23% anual).

No es la mejor perspectiva para los sectores exportadores, que ven otra vez con preocupación la perspectiva de atraso cambiario. Sin embargo, en el BCRA replican que el índice de tipo de cambio real multilateral (con respecto a una canasta de monedas que incluye al euro y el real brasileño, que se apreciaron frente al dólar) muestra un repunte de 18% con relación a comienzos de diciembre.

Aunque sea transitorio, el actual escenario se asemeja más al de la segunda mitad de 2017 que al imaginado por la Casa Rosada cuando replanteó la meta de inflación (del 12 al 15% anual) para bajar más acentuadamente las tasas de interés (desde 28,75% anual) y oxigenar al dólar a fin de atenuar los déficits gemelos (fiscal y externo). Por ahora, ambos objetivos quedaron a mitad de camino y envueltos en la polvareda del repunte inflacionario.

Sturzenegger tomó nota de que la suba del dólar tuvo un impacto superior al esperado sobre la inflación, ya empujada por los aumentos simultáneos en tarifas.

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Sturzenegger tomó nota de que la suba del dólar tuvo un impacto superior al esperado sobre la inflación, ya empujada por los aumentos simultáneos en tarifas.

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