China tiene problemas con sus obras públicas en el exterior

Dos de los más grandes proyectos de construcción de obras públicas en el exterior que China lleva hoy adelante están, de pronto, en dificultades serias.

El primero tiene que ver con Malasia, país con el que China en los últimos tres años había estrechado mucho su relación bilateral. El regreso al poder del primer ministro Mahathir Mohamad ha tenido como consecuencia un aumento de las rispideces y desconfianzas en la relación bilateral y la suspensión de obras financiadas y/o construidas por empresas chinas por un valor de 23.000 millones de dólares. Otros proyectos, como el del tren rápido entre Kuala Lumpur y Singapur han sido simplemente postergados sine die. A lo que se agrega la decisión de Malasia de renegociar el delicado contrato de abastecimiento de agua a Singapur.

El tema en Malasia no es sólo económico, sino también político, desde que existen recelos por la clara posición económica dominante que China tiene respecto de los proyectos de infraestructura más importantes de Malasia. Los políticos locales están expresando, a coro, su desconfianza respecto de lo que califican de una peligrosa “dependencia” de China. A lo que agregan reclamos de renegociación de los términos contractuales originalmente acordados en los proyectos cuestionados.

Problemas similares han aparecido también en Pakistán, en torno a la modernización del puerto de Gwadar y el financiamiento chino que fuera acordado al efecto.

Las empresas chinas, acostumbradas a moverse en un ambiente de corte autoritario, tropiezan con dificultades inesperadas cuando tienen que operar en la normalidad de las democracias. Una de ellas tiene que ver con las cuestiones laborales que, con frecuencia, sorprenden al personal superior chino, que no está acostumbrado a negociar para enfrentarlas, ni a las amenazas de violencia que, a veces, flotan sobre ellas.

El Eximbank chino, junto con su brazo financiero, el China Development Bank, hoy financian proyectos en el exterior por importes que superan al financiamiento conjunto de las seis principales agencias multilaterales de desarrollo y financiamiento occidentales.

No obstante, las instituciones chinas no están acostumbradas a los mecanismos licitatorios, ni a la transparencia. Se manejan, por lo general, con contrataciones directas y con un grado de opacidad que genera, con frecuencia, dificultades. A lo que se agrega, también con alguna reiteración, el desconocimiento por parte de su personal de la realidad concreta cotidiana del país en el que se desempeñan.

Lo antedicho genera las consiguientes dificultades y tensiones. Un ejemplo de esto es lo que ocurre en Colombia con el financiamiento chino de la represa de Ituango, respecto de la cual ha existido, por largo rato, una presión social local que insiste en que esa represa está siendo construida en una zona equivocada, desde que es propensa a los deslizamientos de tierra.

Este año, las fuertes lluvias provocaron esos deslizamientos y obligaron a tener que evacuar a 26.000 personas, transformando instantáneamente el tema en una cuestión emotiva prioritaria en las zonas aledañas a la cuestionada ubicación que ha sido prevista para la construcción de la represa.

Como el camino se hace al andar, es previsible que las empresas chinas vayan, paso a paso, modificando su manera de actuar. Pero mientras no lo hacen están expuestas a dificultades imprevistas derivadas de la ausencia de los análisis y conocimientos previos que el actuar en grandes proyectos externos siempre requiere.

*Exembajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas


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