Dar un paso adelante

En el enlace que sigue pueden ver el video de un canal de televisión de Dinamarca que habla sobre grupos sociales, etiquetas, discriminación, pertenencia: https://verne.elpais.com/verne/2017/02/02/articulo/1486034171_586299.html. Esta experiencia social (prefiero la palabra experiencia a experimento, que suena tan de laboratorio) es emocionante y ha provocado reacciones a favor y en contra pero, sobre todo, es enormemente interesante para trabajar con nuestros adolescentes, fuera y dentro de las aulas. Haciendo las preguntas que correspondan, claro, puede resultar un valioso recurso contra el bullying, la discriminación y contra la incomprensión.

Imaginen empezar el año con los chicos en un gran patio y armar y desarmar estos grupos sociales: los que sufrieron acoso, los que acosaron, los que están enamorados, los que se sienten mal con su aspecto físico, los que no tienen amigos… No será fácil, claro. Para realizar este tipo de experiencias se convoca a quienes desean participar, nadie está obligado. En una escuela, en cambio, habrá que trabajar fuerte –y para eso están los docentes y los equipos pedagógicos– para que los jóvenes lleguen a esta instancia de sincerarse frente al grupo, de responder a las consignas sin temor a la reacción de los pares.

Ahora bien, ¿y si antes de lanzar a los chicos al ruedo lo hacemos nosotros? Pienso –y por supuesto que puedo estar equivocada– que un buen método para comprender y contener a nuestros adolescentes es recordar la propia juventud. Por ejemplo: imagine que usted, padre o madre, empezó a fumar a los 16 años y ahora ve con dolor y preocupación que su hijo repite la situación, y por supuesto no desea que fume. En ese momento, entonces, tal vez le sirva pensar qué lo llevó a usted a fumar, qué deseo o prohibición o malestar lo empujó a buscar y necesitar del cigarrillo. Recordar, además, cómo reaccionaron sus propios padres y otros adultos, y qué le sirvió de eso, qué no, qué lo enojó al punto de provocarle aún más deseo (o rebeldía) de fumar. ¿Y si le hubieran ofrecido otro tipo de ayuda? ¿Cuál? ¿Hubo un consejo que nadie le dio, unas palabras que necesitaba?

Teniendo eso en la cabeza, entonces ¿jugamos?

Den un paso adelante quienes mintieron a sus padres.

Den un paso adelante quienes llegaron más tarde de lo permitido y luego quienes pasaron una noche fuera del hogar, sin permiso.

Den un paso adelante quienes se emborracharon por primera vez siendo adolescentes.

Den un paso adelante quienes probaron drogas en la adolescencia.

Den un paso adelante quienes se llevaron más de tres materias en un año escolar.

Den un paso adelante quienes abandonaron sus estudios.

Den un paso adelante los que alguna vez insultaron a sus padres.

Den un paso adelante quienes sentían que nadie los comprendía y quería.

Den un paso adelante los que alguna vez recibieron una cachetada, una nalgada, un golpe por parte de alguno de sus padres.

Den un paso adelante quienes alguna vez fueron golpeados por sus padres, prometieron que nunca harían eso a sus hijos y, sin embargo, alguna vez se les escapó la mano.

Y así podríamos seguir. Y seguir. No sé si lo que estoy escribiendo tiene alguna validez social o psicológica, pero ver el video me llevó a darme cuenta de que siempre he usado ese tipo de estrategias frente a algunos comportamientos de mis hijos. Primero respirar. Luego pensar por qué yo hice tal o cual cosa en su momento (qué me motivó, y si ahora lo veo más o menos grave), cómo reaccionaron mis padres y si eso sirvió para que yo cambiara mi comportamiento o no. Y después, entonces, pensar en las consecuencias que debe tener esa acción. Dar ese paso adelante que, a veces, también puede convertirse en un paso al costado, en un paso atrás.

Porque después de todo… tantos libros de educación, crianza, psicología, y sin embargo tenemos una impresionante escuela a mano: el recuerdo de nuestra propia adolescencia.

En memoria

Nos han conmovido y dolido profundamente los fallecimientos de la escritora Liliana Bodoc y de la periodista y política Débora Pérez Volpin, ambas sucedidas el pasado 6 de febrero. Eran mujeres talentosas, fuertes, inteligentes, jóvenes, y murieron repentinamente. Y sobre todo eran madres. Yo conocí y traté a Liliana y si bien nunca crucé a Débora tengo un año menos que ella y dos hijos de, aproximadamente, la misma edad que los suyos. Por eso el dolor en el pecho, por eso esta necesidad de pensar en la muerte y decir: lo mejor que puedo darle a mis hijos son las herramientas para que sean independientes, dignos y vayan por su felicidad cuando yo no esté. Que descansen en paz.

Ante comportamientos que preocupan, un buen método para comprender y contener a los adolescentes es recordar la propia juventud: qué nos llevó a actuar, qué hicieron nuestros padres…

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Ante comportamientos que preocupan, un buen método para comprender y contener a los adolescentes es recordar la propia juventud: qué nos llevó a actuar, qué hicieron nuestros padres…

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