Dime tu generación y te diré qué adolescencia tuviste

Baby boom. Acababa de finalizar la Segunda Guerra Mundial, había que reconstruir el mundo, recuperar la esperanza. En ese contexto, entre 1945 y 1964, nació la llamada generación Baby Boom.

S. tenía 17 años en 1962. Padre hijo de inmigrantes y profesional, madre inmigrante y ama de casa, una hermana mayor. Típica familia de clase media, lo correcto y el deber parecían estar por encima de los sentimientos. S. cuenta una anécdota que me parece concluyente: cuando se llevó un par de materias en el colegio secundario, sus padres mantuvieron bajas las persianas de las ventanas que daban a la calle para que los vecinos no la vieran estudiar durante el verano. Parecer más que ser. Y cuenta, además, que a sus padres no les pareció digna de una señorita la carrera científica que había elegido, por lo que se conformó con terminar el secundario normal y egresar con el título de maestra. A los 18 años se puso de novia con el muchacho indicado. Se casó unos años después.

La adolescencia para S. fue apenas una transición entre ser niña y mujer, siempre bajo la mirada de una autoridad: el padre, el colegio, el Estado, la Iglesia.

H., que fue hippie y libre, según su propia definición, tal vez se divirtió más. Pero la manera de lograrlo, piensa hoy, no fue la ideal: dejó el hogar a los 18, vivió de casa en casa un buen tiempo. “Fue una utopía –cuenta H.– pero luego hubo que aprender a vivir”.

Generación X

Nacidos entre 1965 y 1978, hijos de la generación de posguerra, los X quisimos cambiar el mundo y terminamos adueñándonos de él. ¿O adaptándonos? Fuimos criados por padres que aún creían en el valor pedagógico de un cachetazo tanto como en el de la escucha. Mucho psicoanálisis, algo de rock and roll y una cuota de sexo.

M. tenía 14 años en 1985. Hijo único de familia tradicional, sus intereses pasaban por la política y la electrónica. Sabía que debía esforzarse para alcanzar sus metas. No parecían existir caminos alternativos más que esos: estudiar y trabajar. Y los sábados a la noche, con el permiso de sus padres, salía con sus amigos. Allí daba rienda suelta a las transgresiones: fumar los primeros cigarrillos, escuchar los discos de moda, “apretar” con alguna chica. Y más: mentir para pasar alguna noche fuera de casa, pintar en las paredes las siglas del extinto Partido Intransigente. La adolescencia transcurría entre padres que tenían la primera y la última palabra y una dictadura que imponía las reglas. Pero la adolescencia tenía, sin embargo, su cuota de cambio, vértigo, posibilidades, dolor, rebeldía.

Generación Y o Millennials

Nacidos entre 1979 y 1996, los Millennials parecieron barrer con todos los conceptos conocidos y hacer de los suyos la única bandera: mi vida, mi decisión, mi destino.

G. tenía 19 años en el 2011 y así es como recuerda su adolescencia: “Les contaba a mis viejos sobre mis decisiones cuando ya estaban tomadas, así que poco podían opinar. Por ejemplo, decidí viajar por un año después de terminar el secundario y no hubo nada que ellos pudieran haber dicho para que yo cambiara de decisión. Tuve novias pero nunca pensé en algo serio y ellas tampoco, no sé si me casaría. Se hizo difícil a veces en casa… muchos gritos, algún portazo, pero al final hacés lo que te parece. Reconozco que mis viejos siempre estaban a mano y teníamos reglas y límites que se podían conversar. Ellos se sentían muy progres de hablarme de igual a igual pero, mirando para atrás, me doy cuenta de que, de todas maneras, siempre me salí con la mía. O tal vez fue una estrategia de ellos… (risas), pero no tuve que rebelarme demasiado… Estudié, peleamos un poco, ahora nos llevamos de lo más bien”.

Generación Z

Y ahora sí, nuestros adolescentes actuales, los que llenan esta columna y nuestras vidas.

Nacidos a partir 1995, la Generación Z heredó de los Millennials la religión de la individualidad por sobre todo. Pero no parecen querer esforzarse para satisfacer sus deseos. Todo debe conseguirse fácil y rápido. Sus vidas están ancladas en las redes y poseen una relación simbiótica con sus celulares. Sin embargo son creativos y sinceros y van de frente. Pero son sensibles, ay, se ofenden fácilmente y la frustración no es algo que puedan manejar. Tal vez les quitamos todas las piedras del camino y hubieran necesitado darse algún que otro porrazo.

En los hogares actuales parecen mandar ellos, y lo saben. Ya no quieren padres amigos, como tuvieron los Millennials, sino padres subordinados a sus deseos. Y nosotros resistimos, claro que sí, mientras nos preocupamos, tal vez, más porque sean felices que por que sepan, por sí mismos, alcanzar la felicidad.

Los adolescentes de la generación Z ya no quieren padres amigos, como tuvieron los Millennials, sino padres subordinados a sus deseos. Y nosotros resistimos, claro que sí.

Datos

Los adolescentes de la generación Z ya no quieren padres amigos, como tuvieron los Millennials, sino padres subordinados a sus deseos. Y nosotros resistimos, claro que sí.

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios