Drogas: ¿espejitos de colores o realismo?

El gobierno nacional termina de lanzar un programa titulado “Argentina sin narcotráfico” que, desde el título, parece un tanto ampuloso, al menos si tomamos en consideración que ningún país en el mundo ha logrado semejante propósito. Sin embargo, en el preámbulo de la declaración se anuncia que “En Argentina sin narcotráfico, nos comprometemos no sólo a dar la pelea sino también a ganarla”.

La falta de realismo para abordar los problemas puede ser un grave obstáculo, pero también el riesgo de jugar con las expectativas de parte de la población, que se forma ilusiones que, mal que nos pese, el tiempo demostrará que no cristalizarán, con los costos en moneda de insatisfacción que ello significa.

El discurso oficial se inscribe en el contexto de la denominada “guerra contra las drogas”, impulsada por la DEA fuera de las fronteras de los Estados Unidos y que, como se repite, ha causado más víctimas que las víctimas provocadas por el consumo indebido de drogas. La retórica de los funcionarios se encuentra plagada de promesas de “combatir el flagelo”, contienda en la que, por lo general, los caídos son los eslabones más débiles de la cadena del tráfico.

El programa “Argentina sin narcotráfico”, que puede ser consultado en el sitio web del Ministerio de Seguridad de la Nación, consta de una serie de compromisos (veintitrés puntos) donde, desde nuestra perspectiva, las medidas más concretas aparecen orientadas al narcomenudeo. Tal el caso del primero de los puntos, destinado a “erradicar” el paco. Por supuesto que compartimos la preocupación por el uso extendido, en determinados sectores de la población, del consumo de una sustancia incuestionablemente perjudicial para la salud. Pero, francamente, no creemos que las medidas anunciadas sean idóneas para contrarrestar su empleo.

En este sentido se apunta que se procederá a “detectar y destruir cocinas, búnkers y centros de distribución” y “aumentar la penas para quienes la elaboren, distribuyan y vendan”. Pretender que las medidas se puedan reducir a destruir los puntos de ventas es no comprender que el negocio de la droga opera con las lógicas del mercado, y que por cada quiosquito que se cierre inmediatamente se abrirá otro nuevo, y cada dealer encarcelado será instantáneamente reemplazado. Que es ni más ni menos que lo que ocurre todo el tiempo. Por otro lado, proponer aumento de penas (recordemos que actualmente la comercialización de estupefacientes se encuentra reprimida con penas de cuatro a quince años de prisión) es no haber comprendido el fracaso estrepitoso de las políticas de mano dura impulsadas en el período de Blumberg.

Se promete que no se perseguirá a los consumidores, y las medidas relacionadas con este punto se limitan a trabajar para “disminuir la demanda”, cuando el problema de la criminalización radica, simple y sencillamente, en una ley que sanciona estas conductas y que debe ser modificada completamente.

Lo que sí llama la atención, y lleva a pensar en una confusión entre narcotráfico y microtráfico, es que si en realidad se persigue una “Argentina sin narcotráfico” no se haga alusión a las medidas que se adoptarán para evitar el lavado de activos que, como sabemos, es el eslabón final de la cadena de comercialización. Y muy por el contrario se mantenga abierto un blanqueo de capitales con escasos controles. Del mismo modo, que no se haga alusión alguna a las necesarias reformas de las fuerzas de seguridad, que en los últimos tiempos se han visto involucradas en los casos más resonantes de tráfico de drogas.

La visión crítica al programa oficial no implica que no se puede hacer nada para abordar la problemática que nos ofrecen los estupefacientes. Muy por el contrario, hace pocos días unos trescientos magistrados argentinos (jueces, fiscales y defensores), conmemorando los treinta años del dictado del fallo “Bazterrica”, donde la Corte por primera vez dijo que es inconstitucional perseguir a los consumidores, hemos propuesto otro programa, sustancialmente distinto al que comentábamos.

Nuestra propuesta, motorizada por la Asociación Pensamiento Penal, es muy amplia, pero me permitiré sintetizar sus principales aspectos:

1. Despenalización de la tenencia de sustancias estupefacientes para su consumo personal mediante la reforma de la ley 23737 (sin perjuicio de que la ley debe ser reformulada en su totalidad).

2. Legalización de algunas sustancias (comenzando por el cannabis), con regulación de los mercados bajo control estatal, como estrategia para quitarle el negocio al narcotráfico.

3. Asistencia de los consumos problemáticos mediante los programas de salud pública, restando cualquier posibilidad de criminalización, derogando las medidas compulsivas de tratamiento.

4. Habilitación del cultivo de cannabis con fines medicinales, propiciando la investigación de sus posibilidades para el tratamiento de afecciones que no encuentran suficiente respuesta en la medicina tradicional.

5. Derogar la llamada ley de desfederalización o provincialización de drogas (señalamos que en los días anteriores el bloque de la Coalición Cívica presentó un proyecto en ese sentido).

6. Contemplar la posibilidad que las llamadas “mulas” queden bajo la protección de la ley de trata, en su condición de posibles víctimas del tráfico, propiciando la disminución de las penas para estos casos, alternativas al encarcelamiento y la posibilidad que los extranjeros puedan cumplirla en sus países de origen.

7. Establecer alternativas al encarcelamiento y disminución de los mínimos legales para los delitos no violentos relacionados a las drogas.

Voy a ser muy gráfico y concreto. La disyuntiva es: continuar perdiendo el tiempo con espejitos de colores y fórmulas notoriamente fracasadas o comenzar a transitar el camino del realismo y de las experiencias que han arrojado resultados positivos en otros países.

*Director ejecutivo de la asociación Pensamiento Penal

Compartimos la preocupación por el uso extendido del paco. Pero no creemos que las medidas anunciadas sean idóneas para contrarrestar su empleo.

La disyuntiva es: continuar perdiendo el tiempo con espejitos de colores y fórmulas notoriamente fracasadas o comenzar a transitar el camino del realismo.

Datos

Compartimos la preocupación por el uso extendido del paco. Pero no creemos que las medidas anunciadas sean idóneas para contrarrestar su empleo.
La disyuntiva es: continuar perdiendo el tiempo con espejitos de colores y fórmulas notoriamente fracasadas o comenzar a transitar el camino del realismo.

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