El fútbol, patria y negocio, pero también juego

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Es cierto, sabemos que el fútbol permite que se pierda aún después de haber hecho casi todo bien, y que se gane aún después de haber hecho todo mal. Pero lo mejor, está claro, es hacer las cosas bien. ¿Qué lección, si cabe la expresión, podemos decir entonces que nos han dejado estas eliminatorias-calvario hacia Rusia 2018?
Lo más claro es saber que los procesos deben respetarse. Fue fácil hacerlo cuando se ganaron Mundiales (Menotti y Bilardo ocho años cada uno). Basile, Bielsa y Pekerman también fueron procesos. A partir de allí, cambiaron técnicos, jugadores y estilos de juego. Y, muerto Grondona, hasta la AFA cambió tres veces de conducción en plena Eliminatoria. Así, quedó claro, será siempre mucho más difícil que las cosas salgan bien.
La autocrítica no es exclusiva para el fútbol, sino también para el poder político. No hay que olvidar que fue la Comisión “Anormalizadora” que impulsó el gobierno nacional la que empujó la salida del Tata y eligió al Patón tras un casting que fue pura desprolijidad y que se extendió a los juveniles. Conveniencias políticas y amiguismo. Acaso lo usual, pero paradójico para una fuerza política que se llama Cambiemos.
Y la autocrítica, también hay que decirlo, no puede dejar afuera al periodismo. La prensa no juega y, darle demasiada importancia, es prestarse a un juego que hasta le puede resultar funcional a esos micrófonos que presumen de su poder. Pero esa prensa influye. Aumenta la histeria. Sus gritos impiden la reflexión. Si fuera sólo circo ni siquiera hablaríamos de esto. Ojalá fuera sólo circo.
Ya sabrá el equipo (cuerpo técnico y jugadores) cuáles fueron las fallas para que la selección se haya ubicado innecesariamente al borde de la cornisa. Pero también sabremos todos que, mientras domine la soberbia, será difícil el debate. Llegamos a la última fecha sospechando que Brasil podía entregar su partido ante Chile para dejarnos afuera de Rusia. Me dicen desde Brasil que, si en su selección hubiese seguido el DT Dunga, tal vez la sospecha hubiese tenido serio fundamento. Porque Dunga cree que un partido es la guerra, no juego. El fútbol, más aún un Mundial, es patria y negocio, guste o no. Pero también es juego. Ojalá podamos recordarlo.

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