El individuo frente a la historia

Hay una discusión parecida a la del huevo y la gallina: es la que enfrenta a los partidarios de lo individual (“son los hombres de genio los que transforman el mundo”) con los que creen que todo es fruto de fuerzas materiales inconscientes (“el contexto político y económico es el que produce los cambios”). El ensayista Evgeny Morosov, que ha escrito algunas de las mejores críticas contra el optimismo ingenuo basado en las nuevas tecnologías, volvió a actualizar este debate entre el individuo y el contexto, y tomó partido por la fuerza de la historia. Considera que es completamente falso narrar la historia de la computadora personal como una invención aislada de todo contexto, ocurrida en el garage de la casa de Steve Jobs.

En su monumental libro “Historia de la Revolución Rusa” León Trotsky ya reflexiona sobre la relación del individuo con la historia. Trotsky cree que la historia no es algo que hagan los individuos de manera consciente, sino que es fruto de las luchas sociales: es impensable sin la intervención de las masas y sin los enfrentamientos políticos. Pero Trotsky se pregunta: ¿realmente el individuo no tiene nada que hacer en la historia? Y analiza el caso de la intervención de Lenin en abril de 1917 porque cree que sin esa intervención quizá no hubiera existido la revolución.

En marzo de 1917 una marcha de las mujeres rusas pidiendo pan y paz causó la caída de la monarquía de los Romanov, que llevaba tres siglos en el poder. Eran los días finales de la Primera Guerra Mundial. Rusia estaba desangrada. La situación social era desesperante y el zar no sabía qué hacer. La marcha de las mujeres acorraló al gobierno. El zar la mandó reprimir pero los cosacos no pudieron cumplir la orden: enfrente tenían a sus madres y a sus esposas pidiendo paz.

Cayó el zar Nicolás II y asumió un grupo de políticos de la burguesía ilustrada, comandado por Kerensky. El partido comunista, el más radical de los que entonces existían en Rusia, decidió apoyar al gobierno de Kerensky porque consideraba que había que vivir una etapa de “burguesa” (es decir, de reformas liberales y democráticas). Esa “Revolución Burguesa” de Kerensky levantó la censura, liberó a los miles de presos políticos y permitió el regreso de los exiliados (entre ellos, Lenin, que vivía en Suiza).

Apenas Lenin llegó a Rusia se enfrentó con sus compañeros bolcheviques. Expuso su teoría en “Las tesis de abril”. ¿Qué argumenta allí? Que Rusia estaba viviendo un período revolucionario y que el proletariado debía tomar ya el poder a través de sus representantes en los soviets (consejos de base) de obreros, soldados y campesinos. Caído el zar, el enemigo era Kerensky. Debía ser derrocado.

Lenin se enfrentó a todo su partido. Pero su liderazgo era tan grande que sus tesis fueron adoptadas. En pocas semanas de lucha violenta, el gobierno proscribió a los bolcheviques, que a partir de entonces comenzaron la lucha insurreccional. Lenin tenía razón y en pocos meses cayó el gobierno de Kerensky. Rusia se convirtió en el primer país comunista en la historia.

Trotsky concluye diciendo que sin contexto revolucionario no se puede pensar en una revolución, pero sin un líder que sea capaz de trazar el camino, las energías revolucionarias no llegan jamás a buen puerto y pueden terminar en una matanza.

Podemos seguir la idea de Trotsky para analizar la revolución que sucedió en los 80 en California, EEUU. No fue tan anecdótica como la Rusa, que estaba destinada a concluir apenas el capitalismo entendiera cómo enfrentarla, sino que iba a transformar la vida de todos los habitantes del planeta de manera radical. Fue la fundación de Apple, la empresa que llevó la computadora a cada hogar (y, décadas más tarde, el celular a cada mano).

Morozov sostiene que Apple (y todo lo que hoy conocemos como Silicon Valley) no hubieran sido posible sin la enorme inversión en ciencia que desarrolló el Estado norteamericano (especialmente en investigaciones militares). Steve Jobs, dice Morozov, es hijo de la intervención estatal norteamericana, no un genio aislado trabajando en un garage.

Es cierto, pero no del todo. Si Jobs hubiera nacido en un contexto muy diferente (digamos en un medio sin tecnología ni universidades a su alrededor) es difícil imaginar que hubiera podido crear la computadora personal. Pero también es cierto que en la zona de California en la que se crió Jobs en los 80 vivían miles de personas muy talentosas (muchas de ellas ligadas ya a las industrias del software y la computación) y a ninguna de ellas se les ocurrió que la computadora era algo que cualquier persona iba a desear.

Sin el contexto histórico Jobs no hubiera podido hacer lo que hizo (quizá, ni hubiera podido imaginarlo). Pero sin Jobs, el contexto tampoco lo pudo hacer.

Trotsky tuvo razón también en Silicon Valley: la historia se hace más allá de los individuos, pero para catalizar la energía de una época y lograr la transformación gigantesca de una revolución se necesita más que esa energía: se necesita un líder. Steve Jobs, por ejemplo.

Sin el contexto histórico Steve Jobs no hubiera podido hacer lo que hizo en Apple (quizá ni hubiera podido imaginarlo). Pero sin Jobs el contexto tampoco lo pudo hacer.

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Sin el contexto histórico Steve Jobs no hubiera podido hacer lo que hizo en Apple (quizá ni hubiera podido imaginarlo). Pero sin Jobs el contexto tampoco lo pudo hacer.

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