La política atenta contra la economía

Los políticos son narcisistas natos. Para tener éxito en su oficio cada uno tiene que convencer a la gente de que, pensándolo bien, es mejor que sus rivales, más solidario, más carismático, más capaz de manejar la economía. Y por ser la suya una actividad muy competitiva, a todos les parece lógico prestar más atención a las vicisitudes de su propio índice de popularidad y de aquellos de los otros jugadores que a los intereses del conjunto.

He aquí la razón principal por la que Mauricio Macri y quienes lo rodean no quieren que Cristina se hunda por completo. Creen que les conviene que la señora siga figurando como “la alternativa”, los encuestadores les aseguran que, a menos que el país vuele por los aires, como hizo en 2001 y 2002, en un eventual balotaje Macri la derrotaría.

Si bien desde el punto de vista de ciertos macristas la estrategia electoralista así supuesta no carece de méritos, tendrían que pensar en otra si la prioridad de Cambiemos consiste en reestructurar la economía para que por fin pueda salir de una crisis que se inició en la primera mitad del siglo pasado.

El gobierno de Macri se ha comprometido a llevar a cabo una obra extraordinariamente difícil que, entre otras cosas, lo obliga a intentar privar a una multitud de grupos enquistados en el sistema de los privilegios corporativos que han sabido acumular.

No hay garantía alguna de que un gobierno minoritario que depende de una parte de la clase política tradicional que no comparte el mismo ideario esté en condiciones de hacerlo. Por cierto, sin el apoyo decidido del peronismo “racional” que, desde luego, querría recibir a cambio algo más que palabras de elogio, sería poco probable que Macri lograra más que una fracción de lo mucho que se ha propuesto.

Cuando los inversores, tanto extranjeros como nacionales, piensan en el futuro de la Argentina, les importan no sólo las ideas reivindicadas por el gobierno de turno sino también las que cuentan con la aprobación del grueso de la oposición. Si bien los mandatarios de otros países y quienes influyen en las finanzas mundiales aplauden a Macri, desconfían de los peronistas, sobre todo de aquellos que, por los consabidos motivos electoralistas, podrían sentirse tentados a aliarse nuevamente con los kirchneristas.

Los macristas esperan asustar a la población hablándole del peligro de que, bajo un hipotético gobierno de Cristina, la Argentina se convierta en otra Venezuela; pero aun cuando la advertencia sirva para hacer menos atractivo el canto de sirenas kirchnerista, también llega a los oídos de quienes están sopesando los pros y los contras de arriesgarse apostando a que el país esté por dejar atrás una larguísima etapa de decadencia socioeconómica.

Ya estamos acostumbrados a que nos informen que los inversores en potencia serán reacios a apostar al país hasta saber los resultados de las elecciones próximas. Tales personajes no se preocuparían demasiado si confiaran en que un eventual triunfo peronista en el 2019, 2023 o algunos años más tarde no significaría el regreso del voluntarismo alocado de la gestión de Cristina sino, a lo sumo, una diferencia de estilo y retórica.

Sin embargo, los simpatizantes más fogosos de Macri están empeñados en hacer pensar que en tal caso sobrevendría la noche, que, una vez más, la Argentina celebraría una fiesta populista que, por ser tan magros los recursos, duraría muy poco.

Aquí, la lógica política se separó de la económica hace tanto tiempo que parece virtualmente imposible reconciliarlas. Para anotarse algunos puntos, hasta los dirigentes más sensatos suelen pedir cambios que no pueden sino dar más fuerza a la inflación, hacer menos productivo el sector privado o frustrar los esfuerzos por dotar al país de un Estado más eficaz que el existente, cuya función principal parece consistir en dar empleo a personas que de otro modo nunca lo encontrarían.

Aunque peronistas “racionales”, como el senador Miguel Ángel Pichetto, dicen que el modelo que el país ha construido dista de ser viable porque demasiados viven de lo producido por una minoría que propende a achicarse, no pueden pasar por alto la realidad política que los hace defenderlo contra los dispuestos a modificarlo.

En términos ideológicos, son aliados de Macri pero éste, por lo que podríamos llamar deformación profesional, prefiere mantenerlos a distancia. Mientras tanto, algunos presuntos “racionales” han llegado a la conclusión de que, con elecciones en el horizonte, les convendría adoptar una postura más hostil hacia el gobierno actual que, por su parte, está luchando en circunstancias nada gratas por impedir que la crisis económica se agrave mucho en los meses venideros.

Cuando los inversores, tanto extranjeros como nacionales, piensan en el futuro de Argentina, les importan no sólo las ideas reivindicadas por el gobierno de turno sino también las que cuentan con la aprobación del grueso de la oposición.

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Cuando los inversores, tanto extranjeros como nacionales, piensan en el futuro de Argentina, les importan no sólo las ideas reivindicadas por el gobierno de turno sino también las que cuentan con la aprobación del grueso de la oposición.

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