La universidad humillada

En el Congreso Iberoamericano de Educación, celebrado recientemente en Buenos Aires, académicos e investigadores reflexionaron sobre el asedio que está sufriendo el sistema universitario por parte de gobiernos neoliberales. El investigador Imanol Ordorika, de la Universidad Nacional Autónoma de México, indicó que hoy es el tiempo de la construcción de una nueva universidad latinoamericana, y propuso tomar como modelo a los reformistas de 1918. “Ellos empezaron por desmitificar el poder de la iglesia católica en la universidad. Nosotros tenemos que desmitificar la idea de que el mercado es el absoluto regulador de lo social, que es el único propósito de la educación superior y que sus prácticas deben regir las formas de gestión de las universidades”.“Estamos abriendo la era del papel político de las universidades, no en términos partidarios, sino como constructoras de ciudadanía y de cultura política”.

Nuestro país no es ajeno a ese proceso de desmantelamiento del sistema educativo. El gobierno aspira a borrar de la memoria lo que hasta ayer eran principios y legados históricos instituyentes de las políticas de Estado en educación: la jerarquización de la docencia e investigación en todos sus niveles.

La restauración conservadora del macrismo vino a implantar una feroz reposición de los manuales que tienen como antecedentes el núcleo ideológico de la última dictadura militar. Se propone no sólo terminar con el protagonismo popular y democrático de la vida política de nuestro país, sino también avasallar el lugar fundacional de la educación pública en el Estado. Martínez de Hoz se basó en la noción del achicamiento del Estado. La “irracional” intervención del Estado. Ese momento fue el de mayor grado de agravio a la educación pública. Su instrumento, la asfixia económica y salarial para la vida educativa.

Macri estableció con claridad la significación del papel de la Universidad: “Qué es eso de crear universidades? Es toda una locura”. La emergencia de lo “irracional” de Martínez de Hoz, desplazado en términos de “locura”. Y es sabido, para este tipo de pensamiento, a la “locura” primero se la sanciona y luego se la elimina.

Macri se refería entonces a la creación de las diecinueve nuevas universidades nacionales, entre ellas la Universidad de Río Negro, en el periodo del gobierno del 2003 al 2015. Doce años de crecimiento inéditos y sostenido de la inversión en educación, ciencia y tecnología. En su precariedad conceptual, el presidente expresó los perfiles de una casta de empresarios que ejercitan el desprecio por la vida intelectual. Enaltecen los estilos de la promiscuidad del pensamiento al festejar la alegoría del flan-Casero. Encumbrados en el gobierno del Estado se construyen en la pirámide invertida de los peores.

Detrás vienen sus epígonos. Establecen para la Universidad ratios y conjeturas matemáticas propias de un paradigma empresarial, competitivo y gerencial, que no solo lo aplican al análisis de la cosa pública sino dramáticamente hasta a su propia existencia. Configuran su subjetividad capturados por mandatos de una competencia desalmada y el desprecio elitista por el otro. Son también víctimas. Víctimas que terminan incorporados a una servidumbre voluntaria y a la sujeción opresora al orden simbólico del mercado. Lucen de tecnócratas eficientistas que no dudan en buscar los límites entre carga fiscal e inversión, en cuanto al gasto social en las universidades, y se empeñan en desacreditar ante la sociedad el valor de la docencia. Se ha sabido del mandato de Durán Barba de combatir el descontento de la comunidad universitaria, intentando desacreditar públicamente su capacidad de gestión y calumniar a la docencia con imputaciones infamantes. El diputado neuquino Leandro López se destacó por el ejercicio de esa ofensiva retórica, a través de la recreación de la figura del ñoqui. El ministro Finocchiaro utilizó el recurso pueril de una conspiración alucinada. Para la gobernadora Vidal la Universidad no es morada para pobres. Más allá de los desórdenes de las lenguas de doble filo, lo único cierto es que conciben a la Universidad desde el elitismo y tan sólo como una fístula a extirpar del presupuesto.

Son los rasgos de la apoteosis de una oscuridad tenebrista que hoy se esparce como si fuera un mensaje nuevo. Es lo ya vivido, que reaparece de otra forma. La visión de país de una casta de empresarios anoréxicos de moral y bulímicos de codicia, que empujan al daño material y al sufrimiento indecible para la mayoría. Dolor que los números y planillas no reflejan en sus cálculos. Y para ellos la Universidad pública, como la educación toda, merece ser devastada porque es simiente y cuna de los verdaderos conocimientos futuros. Los que producen las ideas que constituyen a los grandes saltos del pensamiento humano. Los que recrean nuevas y más justas formas de convivencia social. El pensamiento para ellos es una afrenta. Una afrenta para su indigencia intelectual y afán de dominación absoluta bajo un modelo socio-económico en decadencia.

El gobierno aspira a borrar de la memoria principios y legados históricos de políticas de Estado en educación: La jerarquización de la docencia y la investigación.

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El gobierno aspira a borrar de la memoria principios y legados históricos de políticas de Estado en educación: La jerarquización de la docencia y la investigación.

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