Las nuevas sanciones de la ONU a Corea del Norte

La Carta de las Naciones Unidas, en su artículo 41º, autoriza expresamente al Consejo de Seguridad imponer sanciones económicas a los Estados Miembros. Esto es, sanciones que –por su naturaleza– no impliquen el uso de la fuerza armada. Ello con el propósito de que las decisiones que el Consejo de Seguridad adopte sean siempre efectivas y, por ende, respetadas. Tales sanciones económicas, cabe señalar, son frecuentemente impuestas por el órgano aludido de las Naciones Unidas. No son, entonces, medidas inusitadas.

Entre los Estados Miembros sancionados está ciertamente la recalcitrante Corea del Norte. La panoplia de sanciones fue, en este caso particular, reforzada recientemente, el 22 de diciembre de 2017. Con el voto absolutamente unánime de los quince miembros del Consejo. Incluyendo a China y a Rusia, los dos socios comerciales más importantes de Corea del Norte. Lo que debe tenerse como toda una señal de malestar colectivo con Corea del Norte.

Las razones de las sanciones a Corea del Norte tienen que ver con los ataques cibernéticos masivos, que son cada vez más frecuentemente realizados desde Corea del Norte, aparentemente con el pleno conocimiento y consentimiento de sus autoridades. Así como con sus constantes –y desafiantes– preocupantes ensayos nucleares y misilísticos, en violación clara de las resoluciones del órgano referido de las Naciones Unidas, que las prohíben.

Las nuevas sanciones económicas impuestas a Corea del Norte fueron duras y se inscriben en una etapa de la diplomacia de claro corte coercitivo.

Recortaron el volumen de combustibles que Corea del Norte puede importar a casi la mitad (esto es, a unos 4 millones de barriles por año) y obligaron a los Estados Miembros a controlar el transporte de combustibles a Corea del Norte.

A ello se agregó una rebaja del 75% en los combustibles refinados que Corea del Norte podrá importar en el 2018.

Además, impusieron a Corea del Norte la obligación de repatriar, en un plazo perentorio de dos años, a los casi 100.000 trabajadores expatriados, cuyos ingresos en moneda extranjera son una de las principales fuentes de generación de divisas del país ermitaño. Como si se tratara de alquilar esclavos. Y bloquearon las exportaciones norcoreanas de carbón, mineral de hierro, plomo, frutos del mar y textiles.

A todo lo que se sumó la ampliación de la lista de gobernantes y funcionarios norcoreanos cuyos activos y cuentas personales en el exterior están totalmente congelados.

No obstante, la comunidad internacional duda que esas sanciones tengan efecto y suponen que Corea del Norte continuará con sus conductas armamentistas desafiantes y provocadoras.

Para el extraño líder norcoreano, Kim Jong-un, las sanciones referidas deben tenerse como un “acto de guerra” contra su país y así serán, entonces, consideradas por Corea del Norte, que todavía no ha tomado medidas que, en espejo, sean tenidas como una reacción a las sanciones, lo que, pese a ello, no es para nada imposible que ocurra.

Las sanciones de las Naciones Unidas devinieron ciertamente necesarias. Se suman ahora a un paquete de medidas coercitivas que no ha generado cambio alguno de conducta por parte de Corea del Norte.

Aparentemente ellas duelen y seguramente han sido una de las razones del reciente acercamiento del régimen de Corea del Norte con las autoridades de Corea del Sur, al calor del “fuego olímpico”, que abre una pequeña ventana de esperanza respecto de consolidar la paz en la dividida península coreana. La “cumbre” entre los presidentes de los EE. UU. y Corea del Norte abre una esperanza. Pero sus posibilidades no deben sobreestimarse.

*Exembajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas


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