Les jóvenes dicen

Mujer de 16 años dice: “Lo que no se nombra no existe, por eso durante tantos años las mujeres estuvimos invisibilizadas, porque hasta en el lenguaje no exisitimos. Yo uso el lenguaje inclusivo porque la otra opción es siempre usar el masculino: todos, nosotros, amigos. El lenguaje inclusivo, en cambio, nos deja ser a todes, a nosotres, a amigues”.

Varón de 18 años dice: “Cuando vamos a las reuniones del centro de estudiantes o a marchas sí, a veces, usamos el lenguaje inclusivo, nos pusimos de acuerdo con eso, pero la verdad es que en el día a día te olvidás, es difícil acordarse cuándo poner la o, cuándo la a, cuándo la e. Al final terminás diciendo cualquier cosa, porque se supone que lo tenés que usar solo para personas, ¿no? No vas a decir le sille o le mese. A mí me parece que las chicas lo usan más pero para aparentar, para hacerse las importantes”.

Mujer de 15 años dice: “Les viejes de la Real Academia no me van a decir cómo puedo escribir ni hablar, no me representan para nada. La lengua es algo libre, va cambiando con nosotres, y si yo quiero usar un @, una x o una e porque de esa manera incluyo todos les géneres, más allá de hombres y mujeres, es mi derecho”.

La revolución ha llegado a la lengua, aunque cada lengua siempre ha sido en sí misma una revolución en permanente cambio, atenta a la realidad. Y los chicos tienen razón: la lengua es algo vivo, es una construcción social que muta, se expande, a veces hasta muere. Está bien, entonces, que sean ellos los que lleven adelante esta cruzada por el llamado lenguaje inclusivo, sobre todo cuando los adultos les hemos quitado casi todos los frentes de rebelión: si grandes y jóvenes usamos los mismos cortes de pelo, la misma ropa, si escuchamos la misma música, vemos las mismas películas, participamos de las mismas actividades, ¿qué les queda a los adolescentes por romper para reconstruir? La lengua, esta vez.

El problema que ellos no parecen querer discutir es que una lengua no puede cambiarse por deseo ni por imposición. Tampoco puede cambiarse de un día para otro ni un grupo socioeconómico puede decidir qué letra o signo lingüístico prefiere usar en las palabras. Menos aún si de pronto se inventa una lengua escrita sin correlato oral, porque no hay modo de pronunciar tod@s ni todxs; menos aún si la idea de inclusión, para ellos, pasa exclusivamente por el género, y todo lo demás del mundo puede seguir excluido: el compañero que sufre bullying, el que tiene una discapacidad, el que sufre un trastorno mental, el inmigrante, el pobre.

Mujer de 16 años dice: “¿Sabés qué? Hasta a mí me cansaron con lo del lenguaje inclusivo. En mi escuela son un grupito de chicas las que andan con eso, cuando hablan no les entendés nada y creen que con eso van a cambiar el mundo. Y no, ¿sabés cómo se cambia el mundo? Yendo a ayudar ahí donde te necesitan, escuchando al otro. Con mi grupo del club apadrinamos a chicos de escuelas rurales y ellos no necesitan que les digas que si dicen chiques van a ser mejores”.

“No me jode en absoluto”

Varón de 14 años dice: “En mi escuela no son tantos los que hablan en inclusivo, cuesta acostumbrarse, pero si a ellos les parece bien y no vienen a decirme cómo tengo que hablar yo, a mí también me parece bien, no me jode en absoluto”.

¿Cuándo podremos decir que el lenguaje inclusivo ha ganado la partida o, por lo contrario, ha desaparecido? ¿25 años, 100?

Para quienes trabajamos con y estudiamos la lengua, este momento histórico resulta apasionante. Por un lado suena un poco a reivindicación de la teoría de Sapir-Whorf que dice que nuestra lengua debe determinar, en cierta medida, nuestro modo de percibir el mundo.

A la vez da un poco de pena que lo estén tratando tan mal a Saussure, el que habló sobre la arbitrariedad del signo lingüístico, porque… ¿qué culpa tiene un pequeño círculo? La o es solo un dibujo al que nosotros le damos sentido, y acaso, ¿las sociedades con género neutro son más inclusivas, mujeres y hombres viven y trabajan allí a la par, hay menos violencia contra la mujer, las personas del colectivo LGTB no sufren discriminación?

Esto del lenguaje inclusivo ha traído todo tipo de opiniones furiosamente a favor y furiosamente en contra. Poco hay en el medio. Pero lo cierto es que, así como no pueden imponerse a la fuerza los cambios en la lengua, tampoco pueden impedirse ni cortarse de raíz. Y es sano y digno de aplauso que nuestros adolescentes motiven cambios y discusión, que muevan los cimientos de la sociedad, que busquen algo mejor. Para ellos, para nosotros, para todos (y les doy el gusto por esta vez, aunque yo no me suba a este tren: para todes).

Está bien que sean ellos los que lleven adelante esta cruzada por el llamado lenguaje inclusivo, sobre todo cuando los adultos les hemos quitado casi todos los frentes de rebelión.

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Está bien que sean ellos los que lleven adelante esta cruzada por el llamado lenguaje inclusivo, sobre todo cuando los adultos les hemos quitado casi todos los frentes de rebelión.

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