Los chicos están bien

Un lugar común de estos días es reírse o criticar a los chicos que tienen entre 18 y 25 años, a los que se llaman “Millennials” o a veces también “Generación Y”, si nacieron entre 1995 y 2005. Se dice que son malcriados, acostumbrados al confort, adictos al celular o que, como tituló un artículo de un diario mexicano “su objetivo es presumir en las redes sociales.” El problema es que esto es simplemente falso.

No es cierto que los más jóvenes sean egoístas: en todo el mundo, la generación de entre 18 y 29 años, y aún los que tienen entre 13 y 18 puntúan mucho más alto en las encuestas en los valores relacionados con la tolerancia y la aceptación: son más feministas, más propensos a aceptar a los inmigrantes, mucho más abiertos a ver favorablemente la diversidad de opciones de orientación sexual, más preocupados por el medio ambiente y ven con mejores ojos la legalización del consumo de marihuana.

Tampoco es cierto que no se esfuercen: varias encuestas que miden estos temas marcan un aumento del activismo juvenil voluntaria en organizaciones de la sociedad civil (aunque todavía lo hagan menos que la generación de más de 60.)

No es verdad que vivan sólo para presumir en las redes sociales: los chicos nacidos entre el año 1990 y los primeros años de los 2000 leen más libros que cualquier otro grupo etario: en Estados Unidos, el 88% de los jóvenes han leído al menos un libro en el último año.

No es cierto que consuman masivamente alcohol y drogas: los y las millennials y adolescentes de hoy consumen menos sustancias que sus mayores y eligen además comenzar su vida sexual más tarde.

En Estados Unidos, Europa y Latinoamérica los más jóvenes además manifiestan mayor apoyo a la democracia y a políticas expansivas del estado de bienestar, demandan educación pública de calidad, y apoyan mayores impuestos a las grandes fortunas. Compran menos autos, usan más el transporte público y valoran las instituciones estatales o de bien común, como las bibliotecas.

No se trata entonces de que los jóvenes no se interesen por lo que pasa, o miren sólo su propio ombligo. Al contrario, todas las encuestas marcan que los menores de treinta tienen muy claro qué mundo quieren.

Activos en política

En Estados Unidos, luego del ataque con armas de guerra a una escuela secundaria de Florida que sucedió hace pocos días, son los y las estudiantes de 16 y 17 años los que se plantaron pidiendo leyes que prohiban la venta de armas, hablando directamente a través de las redes sociales, dando entrevistas a los medios, y organizando una marcha nacional de estudiantes para marzo.

Por eso, hoy están siendo atacados por sectores de la derecha organizaron que los acusan en twitter y facebook de ser actores contratados por George Soros.

En Argentina, son los y las jóvenes los que explican gran parte del movimiento de mujeres y la lucha por la legalización del aborto. En Gran Bretaña, el 64% de los y las votantes votaron a favor de continuar en la Unión Europea, mientras que los mayores de 65 votaron mayoritariamente por el Brexit y contra la inmigración. En Estados Unidos, el 55% de los y las votantes de entre 18 y 29 años votaron por Hillary Clinton, mientras que el 53% de los mayores de 65 años votaron por Donald Trump.

Un fenómeno similar se da en nuestro país, en donde los más jóvenes y los mayores de 65 años votan de manera totalmente diferente.

Somos nosotros, los que hoy somos adultos, los que ridiculizamos y no escuchamos a los más jóvenes.

Somos nosotros, los adultos, los que a nivel global no demostramos capacidad de resolver problemas globales que los afectarán a ellos directamente, como el calentamiento global y la catástrofe ambiental que por él se avecina o un panorama laboral transformado por la robótica y la inteligencia artificial.

La mayoría de las veces, los que hoy somos adultos ni siquiera cumplimos adecuadamente con la tarea de reconocer o hablar de estos problemas, sino que los pateamos hacia adelante.

Es una marca de estrechez mental criticar a los más jóvenes sólo por serlo.

Es así hoy y era así hace ochenta años, cuando el tango se quejaba de que los jóvenes usaban gomina. Tal vez sería una buena idea que en vez de decirle lo que tendrían que hacer, que música escuchar, qué comida comer, los adultos nos callemos y los escuchemos.

Como decía Bob Dylan hace cuarenta años, si no podemos ayudarlos, por lo menos no nos pongamos en su camino. Los tiempos están cambiando.

* Doctora en ciencias políticas, profesora de la sede Alto Valle de la Universidad Nacional de Río Negro

No es cierto que los más jóvenes sean egoístas: son más feministas, más propensos a aceptar a los inmigrantes, a la diversidad sexual, preocupados por el medio ambiente …

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No es cierto que los más jóvenes sean egoístas: son más feministas, más propensos a aceptar a los inmigrantes, a la diversidad sexual, preocupados por el medio ambiente …

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