Planta nuclear y modelo de desarrollo

El anuncio de la futura instalación de una planta nuclear para la generación de energía eléctrica en nuestra provincia ha generado además de resistencia ciudadana un sano debate que parecía olvidado en la sociedad rionegrina.

En efecto, la vuelta a la democracia en los años 80 puso en marcha una serie de procesos políticos tales como la renovación de una dirigencia política agotada en conceptos y prácticas, la adopción de elecciones internas para la selección de candidatos y la constitución de equipos profesionales para la elaboración de programas de gobierno ante cada elección.

Andando el tiempo y después de varias elecciones generales, la práctica de las internas se fue eliminando con la excusa de que “enfrenta y divide, lesionando las posibilidades electorales”. Paralelamente, se dejó de lado la convocatoria a profesionales que debatieran y elaboraran un plan de gobierno. En su reemplazo vino la personalización de la política. Ya no se votó partido y proyecto, sino el candidato que mejor interpelaba al electorado. Fue una vuelta a fines del siglo XIX cuando los partidos se constituían alrededor de un notable con dinero.

Claro retroceso que se fue reflejando, por ejemplo, en los niveles de debate legislativo y la pérdida de rumbo en el desarrollo provincial.

En estos años de comienzos del siglo XXI, en la comunidad internacional se está planteando que la cuestión del desarrollo retorne a las agendas de los Estados, no ya como sinónimo de crecimiento económico, como lo fue en la época de posguerra o durante los gobiernos neoliberales sino como desarrollo integral, que incluya los aspectos ambientales, culturales, políticos y sociales.

Las crisis económicas recurrentes que nuestro país tiene a una por década, nos hace recurrir al auxilio financiero internacional, sea el FMI, el Banco Mundial, o últimamente China, que necesita colocar dólares que tiene en exceso.

En términos simples, un estado superdotado en dólares ofrece préstamos para financiar obras de infraestructura, que a la vez venden y realizan las empresas de ese mismo estado. Por ejemplo plantas nucleares. Frecuentemente, esas obras no responden al mejor interés nacional.

La globalización trae aparejada estas situaciones. El mundo financiero, como nunca antes fija pautas de desarrollo a las naciones periféricas.

Y este es el punto, si queremos constituir una sociedad de ciudadanos con derechos, definida como una sociedad productiva y del conocimiento, con un Estado que tome un rol activo en la creación de empleo de calidad, que realice en serio distribución del ingreso y que haga énfasis en la educación, la innovación y la modernización productiva, como estrategia central en la lucha contra la exclusión por ignorancia, debemos decidir nosotros el rumbo y los componentes de ese modelo de desarrollo.

Como sostuvo Aldo Ferrer, es “la oportunidad de buscar un nuevo rumbo desde la perspectiva de nuestros propios intereses, siendo partícipes activos y no subordinados a la globalización. Entonces el debate sobre el desarrollo vuelve a ocupar una posición central en las ciencias sociales y en la política latinoamericana”.

Parece ser dominante en la política nuestra de cada día, la idea de que el desarrollo es lineal y que basta seguir los pasos que han seguido en el pasado las naciones desarrolladas, para alcanzar en una década su status. No ha sido ni es así. No es necesario pasar por ejemplo, por la etapa de industrialización con alto insumo en mano de obra y altos niveles de contaminación del ambiente. La industria típica del siglo XX está concentrada en los alrededores de las grandes urbes, de donde extrae a diario el esfuerzo de millones de trabajadores. Pero no se puede ignorar que año a año la sustitución de esa mano de obra por robots genera desocupación y pobreza.

Hagamos ahora una bajada a nuestra extensa región patagónica. Caracterizada por ser ante todo una región natural, poco contaminada, con grandes espacios vacíos, baja densidad demográfica y rico patrimonio paisajístico. Es también proveedora de energía –hidrocarburos, hidroelectricidad– a la Nación. En ella el debate político tampoco levanta vuelo y se circunscribe a discutir dichos de funcionarios, dificultades presupuestarias, huelgas por salarios, disensos en paritarias y… candidatos. Es como si los actores políticos fueran comentaristas de algún canal de TV. Discutir como movilizar los recursos que generosamente dispone nuestro territorio, no entra en el libreto.

Sería deseable que para el próximo período de gobierno busquemos la forma de ponernos de acuerdo en la necesidad de poner en marcha un Plan de Desarrollo que tenga como mínimo algunos pilares:

Que sea ambientalmente sustentable o sea que no destruya recursos, sino que los utilice preservándolos para futuras generaciones.

Que sea fruto del consenso entre las diferentes fuerzas políticas. Por eso lo de someter a consulta popular las decisiones trascendentes.

Que sea generador de una sociedad con equidad, donde todos participen y todos tengan su parte en la generación de riqueza.

Y por supuesto, que el modelo puesto en marcha sea competitivo con las otras economías.

Río Negro y la Patagonia en general no son industriales. Ni tampoco está en una posición ventajosa para serlo en el futuro. Siempre va a estar lejos del mercado y el transporte en el costo pesa cada vez más. Aunque sí, tiene una historia como productor de frutas (jaqueada por falta de calidad, tecnología, genética, políticas públicas, etc), carnes, lana y pesca marítima, todas deficitarias en infraestructura para la producción. Concretamente, otra historia sería por ejemplo, si tuviéramos un tren frutero del Valle a Puerto, no sólo por los costos, sino también para quienes circulan por la ruta 22 –turistas y lugareños- siempre rota y atascada de camiones. ¿Por qué no pedir financiamiento nacional o en este caso sí, internacional?.

Preservar a Río Negro y a la Patagonia libre de riesgos de contaminación en general y de fugas radioactivas en particular, nos asegura para el futuro próximo, ser uno de los lugares más requeridos por el turismo en el planeta. Pocas son las regiones que contienen tal riqueza paisajística, cultural, de agua dulce, y de naturaleza que puedan atraer crecientemente turismo.

Se deberá, eso sí, invertir en infraestructura. Trenes, rutas, apertura de nuevas áreas turísticas en el sur, hosterías y hoteles, estaciones de servicio y gastronomía, todos con energía solar. Para eso debemos convocar a la inversión privada. Para eso hay que generar confianza. Para eso hace falta planificar. Saber adónde se quiere llegar permite elegir el mejor camino.

(*) Ing. Agr. y Lic. Ciencias Políticas.

Sería deseable que para el próximo período de gobierno

busquemos la forma de ponernos de acuerdo en la necesidad de poner en marcha un Plan de Desarrollo,

Río Negro y la Patagonia en general no son industriales.

Ni tampoco están en una posición ventajosa para serlo en el futuro. Siempre va a estar lejos del mercado.

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Sería deseable que para el próximo período de gobierno
busquemos la forma de ponernos de acuerdo en la necesidad de poner en marcha un Plan de Desarrollo,
Río Negro y la Patagonia en general no son industriales.
Ni tampoco están en una posición ventajosa para serlo en el futuro. Siempre va a estar lejos del mercado.

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