¿Quo Vadis, Italia?

Europa, en general, e Italia, en particular, han comenzado con una reedición de fenómenos oprobiosos que remiten a fines del siglo XIX y primeras décadas del XX. En ese periodo “el otro”, “el diferente”, era, por antonomasia, el judío, el gitano o cualquiera que cuadrara como chivo expiatorio de una supuesta supremacía que obnubilara la visión de la ciudadanía para con los desaciertos de la clase dirigente. En tanto que el negro era visto como una rareza y se lo ubicaba, fundamentalmente, en África, un continente que sufrió y sufre una depredación de sus recursos por parte de países desarrollados que es, ni más ni menos, la causa de la diáspora de sus habitantes desde hace décadas hacia otras latitudes.

Italia desde la conformación del nuevo gobierno, tras las elecciones parlamentarias del 4 de marzo, que fue fruto de un ensamble entre la derecha más recalcitrante, la centroderecha y un movimiento antisistema que lo único que espoleó su conformación era llegar al poder. Una vez consustanciado este objetivo, esta alianza de manera monolítica junto a socios políticos menores convalidó acciones que se dan de bruces con los más elementales derechos que a esta altura del Tercer Milenio resulta totalmente anacrónico que se desconozcan o, peor, se ignoren.

Entre las medidas adoptadas por el actual ministro del Interior, Matteo Salvini, secretario general de la Lega (Nord), aquella agrupación que lideró Umberto Bossi y que tuvo gran predicamento en el norte que espoleaba la idea de la secesión y la creación de la República de la Padania, fue el cierre de todos los puertos a naves de organizaciones no gubernamentales (ONG) humanitarias que recorren el Mediterráneo recogiendo a contingentes de seres humanos de origen africano, en su mayoría líbicos, que se aventuran en embarcaciones rudimentarias que van a la deriva y terminan naufragando escapando de razias, persecuciones políticas y de situaciones de indigencia. La alianza gobernante italiana posee dos términos, la Lega Nord y el Movimento Cinque Stelle (M5S), de carácter absoluto, a los que se les suman furgones de cola que siempre afloran apoyando a oficialismos (sean de centro, de derecha, izquierda o que se camuflan detrás del “interés del pueblo”) para el toma y daca de cargos. De ese crisol emergió el actual presidente del Consejo de Ministros, Giuseppe Conte, con una capacidad reducida de maniobra al estar supeditado a los dixtat, fundamentalmente, del ministro del Interior y el líder del M5S, Luigi Di Maio.

El cuadro de situación es muy complejo, en el que el presidente del Consejo de Ministros, que se supone dirige la República, es meramente una figura decorativa del manejo arbitrario de las fuerzas que lo encaramaron en el poder y que ante la evidencia, por obra u omisión, convalida no sólo con su silencio sino con gestos concretos como el encuentro que tuvo en Estados Unidos con el presidente Donald Trump, quien lo animó a seguir con la misma política segregacionista y antihumanitaria.

Recordemos que con esta actitud convaleciente y de empatía con el premier italiano, el presidente norteamericano se autoconvalida la continuación del muro con el que pretende crear una barrera física que separe a EE. UU. de México, y aquí nuevamente tenemos la reedición de instrumentos de la centuria pasada como lo fue el Muro de Berlín. En el organigrama ministerial italiano existe el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación Internacional, la Farnesina, que entre sus competencias tiene la atención de la política exterior, de la que se desconoce cuál es su postura.

El actual ministro Enzo Moavero, un reconocido jurista y político que ya había ocupado esa misma cartera con anterioridad, es un declarado antifascista y, según fuentes de Gobierno, fue el único nombre que impuso el presidente de la República al actual staff gubernativo. Al margen de estos pergaminos se desconoce la posición sobre el cierre de los puertos o la explotación de inmigrantes de origen africano con permiso de estadía legal en Italia.

En la República Argentina vive la segunda comunidad más numerosa de ciudadanos italianos tras Alemania, casi un millón de personas. Una evidencia más que notoria de esta importancia es que en las elecciones del 2015 los tres candidatos que disputaron la Presidencia de la Nación poseen la ciudadanía italiana (Sergio Massa de Sicilia, Daniel Scioli de Puglia y Mauricio Macri de Calabria), todos oriundos del sur de la Península. Este importante número se incrementara sensiblemente cuando se finalice el trámite de aquellos que aun tienen en proceso de reconocimiento la ciudadanía. Recordamos que esta posibilidad que le brinda la República Italiana a los descendientes de italianos es, en parte, un reconocimiento a aquellos que dejaron la Península en épocas de carestía que obró como una suerte de válvula de escape a una desesperada situación que vivía Italia a fines del XIX, principios del XX, y de la que el gobierno italiano se desentendió por décadas. Argentina es uno de los países en el mundo que desde el Preámbulo, la Constitución y leyes permitió que centenares de inmigrantes se instalaran por lo que ha sido y es un ejemplo de apertura hacia la diversidad étnica.

Sería apreciable que quienes tienen responsabilidades en estos temas tanto en Italia como en Argentina recurran a la Historia pues, como señaló Miguel de Cervantes Saavedra, esta “(…) es émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo del pasado, ejemplo y aviso del presente, advertencia de lo por venir”.

*Excandidato a Senador de Italia (2018) y expresidente de Federación de Entidades Italianas de La Pampa (2011-2017)

El nuevo gobierno convalidó acciones que se dan de bruces con elementales derechos, que a esta altura resulta anacrónico que se desconozcan o, peor, se ignoren.

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El nuevo gobierno convalidó acciones que se dan de bruces con elementales derechos, que a esta altura resulta anacrónico que se desconozcan o, peor, se ignoren.

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