Sin convicción y sin sustento

Panorama nacional

En pleno auge del gradualismo, digamos a mediados del 2017, desde el gobierno mantenían una fuerte pulseada con referentes de la ortodoxia que reclamaban avanzar con mayor celeridad y decisión en las reformas estructurales de la economía. Incluso desde antes, era común escuchar en despachos de la Jefatura de Gabinete duras descalificaciones ante ese tipo de demandas. Centralmente, en el gobierno cuestionaban una profunda incomprensión e ignorancia de los límites que un ajuste por shock enfrentaría en una sociedad como la Argentina. Ponían como ejemplo la efímera gestión de Ricardo López Murphy en Economía en marzo de 2001.

El contexto en el que se desarrollaba esa discusión cambió dramáticamente en los últimos meses. A finales de abril pasado la tasa de referencia de EE. UU. llegó al 3% y atrajo capitales de todo el mundo, Washington desató una guerra comercial internacional que involucra a China y Trump se convirtió en el principal factor de inestabilidad global, especialmente para los países emergentes. El crédito para la Argentina desapareció y el gobierno debió recurrir al Fondo Monetario. La economía se estancó, se pulverizaron las metas de inflación y crecimiento y desde entonces el Banco Central perdió miles de millones de dólares en intentos por contener al dólar. A eso se sumó la peor sequía en décadas y, ante las marchas y contramarchas, una profunda pérdida de confianza en la capacidad técnica del equipo de gobierno. La desconfianza en las últimas semanas acecha al presidente. Podríamos seguir.

Una única variable permanece sin cambios desde entonces: los límites que un ajuste por shock enfrentaría en una sociedad como la Argentina. Eso no sólo no cambió, sino que esos límites parecen incluso haberse estrechado.

El gobierno anunciará mañana una serie de medidas con las que busca recuperar la credibilidad. De lo que trascendió de las reuniones que encabezó el presidente en Olivos desde la mañana del viernes, apuntan a profundizar la reducción del déficit. Algunas iniciativas son simbólicas, como un rediseño del gabinete. Otras buscan aumentar los recursos vía impuestos a los complejos exportadores. Las más son un apretón todavía más fuerte en el gasto. Por distintas razones, en ninguna de esas vías había creído hasta el momento el presidente para hacer crecer la economía. Como profetizó hace poco Macri con un fallido: “Arriamos las banderas”.

El paquete irá de viaje a Washington con el ministro de Hacienda y equipo. Dujovne será recibido el martes por la directora del Fondo Christine Lagarde. En el cuestionado mensaje –por su brevedad e imprecisión– que disparó la corrida cambiaria, el presidente anticipó que se negocia un adelantamiento de los desembolsos del crédito de 50.000 millones firmado en junio último. Con un primer acuerdo de Lagarde, deberá ser aprobado por el directorio en las próximas semanas.

El último giro encuentra a Macri solo. Este ajuste amplía el que el gobierno negocia con las provincias para volcar en el presupuesto 2019 que deberá votar el Congreso. Fue rediseñado en las últimas horas en la mesa chica del presidente y hasta el viernes no había sido comunicado a los principales referentes de la coalición de gobierno, ni siquiera a los más importantes del Pro. En Cambiemos se vive un clima de dispersión y las diferencias ya son públicas: no está allí el sustento político para un programa de ajuste. La oposición dialoguista se mantiene a distancia y en silencio. Ese peronismo bascula entre la declarada convicción sobre la necesidad de un acuerdo político como diagonal de salida de la crisis y el costo que podría acarrear compartir el ajuste. Su comportamiento es indescifrable. En medio del escándalo por los sobornos, el kirchnerismo, la otra alternativa peronista, parece haber cifrado su sobrevivencia únicamente en el fracaso de Macri.

Macri va por la salvación de su gobierno con recetas en las que no ha creído y que demandan una base de sustentabilidad política y social de la que carece. Las opciones se han cerrado para el presidente.

Una única variable permanece sin cambios desde el comienzo de Macri: los límites que un ajuste por shock enfrentaría en una sociedad como la Argentina.

Macri va por la salvación de su gobierno con recetas en las que no ha creído y que demandan una base de sustentabilidad política y social de la que carece.

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Una única variable permanece sin cambios desde el comienzo de Macri: los límites que un ajuste por shock enfrentaría en una sociedad como la Argentina.
Macri va por la salvación de su gobierno con recetas en las que no ha creído y que demandan una base de sustentabilidad política y social de la que carece.

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