Sororas

Redacción

Por Redacción

Si las palabras figuran o no en el diccionario, si las acepta o no la Academia, a las feministas les da igual. Los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje, dijo el filósofo Ludwig Wittgenstein. Y las feministas vienen ensanchando los límites del mundo al dar nombre e iluminar allí donde había silencio, ignorancia y oscuridad.

La Justicia acaba de dictar la primera condena por el travesticidio de Diana Sacayán, mujer trans víctima de un crimen de odio. Así, la palabra travesticidio se incorporó al lenguaje para asumir una forma específica de nombrar, acuñada por los propios colectivos travestis y transexuales que actúan entrelazados con las luchas feministas.

“A las sororas, esta multipartidaria de mujeres que llegó para quedarse en la política argentina, unidas en nuestras diferencias pero siempre a favor de las mujeres; a las mujeres en sus casas, a nuestras madres, a nuestras hijas… Que el aborto sea legal, seguro y gratuito, que sea ley”.

El extraordinario discurso de la diputada Silvia Lospennato, que tuvo tanto de razón como de emoción, cerró con una apelación a ese conjunto de mujeres aliadas en la sororidad, un concepto que la antropóloga Marcela Lagarde define como “el apoyo mutuo de las mujeres para lograr el poderío de todas”. La palabra se origina en la inglesa “sisterhood”, que las francesas tradujeron después como “sororité”.

Además de nombrar a varias de las infatigables luchadoras por la interrupción voluntaria del embarazo, Lospennato dedicó ese momento inolvidable, que millones seguimos en las plazas y por televisión, “a la memoria” de cuatro mujeres: Carmen Argibay, Dora Coledesky, Lohana Berkins y Verónica Marzaro. Al nombrarlas, recuperó existencias concretas y las huellas que ellas dejaron en el mundo y tejió un nudo más en la trama firme de la sororidad.

En marzo de 2006, Diana Maffía, consecuente y estudiosa feminista, presentó el libro “La gesta del nombre propio”, un minucioso trabajo de investigación que coordinó Lohana Berkins y cuyo título remite inmediatamente a la lucha contra la anonimia.

“¿Por qué para algunos y para algunas tiene que ser una lucha nombrarse?”, se preguntó entonces Diana Maffía. El libro, un informe de la comunidad travesti en la Argentina, nombra una por una las víctimas de violencia, sida, asesinatos y vulnerabilidad. Con datos colectados en la ciudad y la provincia de Buenos Aires, el informe registra 420 muertes en el lapso de cinco años, en una población cuya expectativa de vida no supera los 41 años.

Cada cien travestis, 86 sufrieron violencia policial. El 70% quiere seguir estudiando pero no lo hace por miedo a la discriminación o por falta de recursos. Muchas dejan lugares de infancia y familias para ser ellas mismas, las que quieren ser, casi todas intervienen sus cuerpos conforme a su identidad y muchas ejercen la prostitución.

Como Lohana Berkins no consideraba a la prostitución un trabajo, buscó alternativas laborales para que sus compañeras dejen la calle. Fundó en el 2008 el “primer emprendimiento laboral a nivel mundial gestionado y administrado por personas travestis y transexuales”, la cooperativa textil Nadia Echazú. Y un año antes amplió el informe publicado en “La gesta…” con la compilación de nuevos datos en un libro editado por la Asociación por la Identidad Travesti y Transexual, obra suya también.

Lo tituló “Cumbia, copeteo y lágrimas” y lo dedicó a sus sobrinos y sobrinas “por ayudarme a creer en la posibilidad de un mundo absolutamente diverso”. En el prólogo, decía estar feliz por la publicación, con datos de otras provincias y otros colectivos, y declaraba la necesidad de hacer visibles los cuerpos travestis, transexuales y transgénero “que nacen en la ilegalidad, viven en la ilegalidad y mueren en la ilegalidad”.

Tal vez la ley de Identidad de Género, sancionada en el 2012, pudo reparar algunas de las difíciles circunstancias de vida de esta población.

Traídas al solemne recinto por su nombre, las sororas Lohana Berkins, Carmen Argibay, primera ministra de la Corte Suprema de Justicia propuesta por un gobierno democrático, comprometida firmemente con los derechos de las mujeres; Dora Codelesky, abogada y trotskista, pionera en los 90 de las batallas contra la clandestinidad, y Verónica Marzano, trabajadora social, lesbiana y peronista, dijeron presente y se enredaron en los brazos de las muchachas con pañuelo verde en la mochila.

“Cada cien travestis, 86 sufrieron violencia policial. El 70% quiere seguir estudiando pero no lo hace por miedo a la discriminación o por falta de recursos”.

Datos

“Cada cien travestis, 86 sufrieron violencia policial. El 70% quiere seguir estudiando pero no lo hace por miedo a la discriminación o por falta de recursos”.

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