Sudamérica: no es hegemonía, sino normalidad democrática

A partir de la alternancia de gobiernos de distinto signo ideológico en la mayoría de los países de la región, el análisis político sudamericano ha decretado el fin del “giro a la izquierda” y la muerte de la “izquierda rosa” que supo gobernar al 75% de los habitantes de la región. El hecho de que gobiernos de derecha o centroderecha hayan sucedido a gobiernos de centroizquierda en Paraguay, Brasil, Argentina, Perú y (probablemente) Chile hablaría de que una nueva “normalidad” ha venido a enterrar, de una vez y para siempre, la excepcionalidad populista que se expresó “patológicamente” en la región. Pero los datos electorales marcan que, aunque la ola de populismo de izquierda haya pasado, es dudoso que la región vaya a escapar definitivamente a una alternancia entre variantes de izquierda y derecha.

Es cierto que Paraguay, Argentina, Brasil y Perú están hoy gobernados por partidos de centroderecha y que a la lista se sumará probablemente Chile. Sólo quedan gobiernos de izquierda en Bolivia y Venezuela, con Ecuador bajo un signo de pregunta. Pero la hegemonía de la derecha o centroderecha parece más trabajosamente lograda, y menos popular que durante los noventa.

En Paraguay y en Brasil la alternancia se produjo solo gracias a procesos de juicio político de dudosa legalidad. El gobierno de Michel Temer tiene una popularidad de menos del 10% y todas las encuestas ponen como favorito en las próximas elecciones al ex presidente Lula Da Silva (si le permiten competir).

En Paraguay, las encuestas también indican que si Fernando Lugo pudiera presentarse (hoy su candidatura está impedida por la constitución) quedaría en primer lugar y no es seguro que el presidente Cartes pueda imponer a su delfín en las urnas.

De los restantes presidentes, los de Perú y Argentina ganaron en segunda ronda luego de perder en la primera.

En todos los casos fueron victorias legales y legítimas, pero no parecen marcar hasta el momento la existencia de nuevas mayorías hegemónicas. En Perú, Pedro Kuczynski salió segundo en primera ronda y llegó a la presidencia en parte gracias al gran rechazo hacia Keiko Fujimori.

Sebastián Piñera en Chile obtuvo 10 puntos menos de lo que le auguraban las encuestas, 10 puntos menos de los que cosechó Bachelet en primera ronda en 2013, y habría sido probablemente superado si los partidos de centroizquierda no hubieran dividido su oferta electoral. (También en Argentina la división de la oposición es un dato central.)

El caso más exitoso de Sudamérica es el de Cambiemos. En Argentina, Mauricio Macri también ganó en segunda ronda luego de quedar segundo en la primera.

Sin embargo, una vez en el gobierno, consolidó su poder, y su partido, Cambiemos, ganó en octubre las elecciones en los cuatro distritos más poblados del país y obtuvo el mayor porcentaje de votos: un 42% a nivel nacional. No cabe dudas de que Cambiemos es hoy la principal fuerza política del Argentina.

Pero cabe todavía preguntarse si ese 42% permite plantar bandera sobre el sueño de una hegemonía refundacional, más aun cuando el mismo sueño se le escapó al kirchnerismo luego de lograr el 54% de los votos y tener mayoría en ambas cámaras del congreso. Podrá gobernar sin sobresaltos hasta el 2019 y está en excelente posición para ganar su reelección. Pero plantear la inevitabilidad de una nueva Argentina ya mismo parece apresurado.

Mas que el desplegar de hegemonías inevitables, en Latinoamérica parece vivirse una era en que casi todos los gobiernos (de centroizquierda o centroderecha) deben gobernar en minoría, generando consensos, y sometiéndose a elecciones competitivas en un panorama marcado por la posibilidad real de alternancia. Es decir, mas que hegemonías, suena a normalidad democrática.

* Doctora en Ciencias Políticas, Profesora de la Universidad Nacional de Río Negro.


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