Todo bajo control

Mientras usted está leyendo esta columna en un dispositivo electrónico, Facebook está recogiendo miles de datos que usted tiene en su computadora. Por supuesto esto no lo hace solamente Facebook, pero es de la empresa de internet la información con acceso público, y al ser la más grande y poderosa está expuesta a las investigaciones tanto del Parlamento Europeo como el de los EE. UU.

En un detallado informe de 228 páginas al Congreso norteamericano, Facebook reconoce que, entre muchas otras cosas, registra y analiza los movimientos que cada persona hace con el ratón de su computadora. Se justifica diciendo que saber eso (y registrarlo) le permite diferenciar entre humanos y robots. No sólo se trata de que Facebook sabe cómo cada usuario mueve su ratón por la pantalla, sino que también sabe si tal pantalla (por ejemplo, la que está abierta en una página porno) está en primero o segundo plano y cuáles pantallas son las que durante más tiempo capturan la atención del internauta.

También Facebook sabe qué dispositivos electrónicos están cerca de la computadora o el celular (y también cuáles son las redes de wifi cercanas, es decir, desde donde nuestros vecinos acceden a internet). Y como si esto fuera poco también conoce qué sistema operativo usamos, qué apps tenemos en nuestro dispositivo, qué actualizaciones bajamos, cuáles están desactualizadas y cuáles usamos más y hasta qué archivos bajamos de internet.

Poseer todos esos datos (y muchos otros más) le sirve a Facebook para saber, con una precisión casi quirúrgica, qué le importa a cada internauta. Por ejemplo, al conocer el lugar donde se detiene el cursor del ratón conoce también el punto donde centramos nuestra atención al navegar por cada página web.

¿Qué hace Facebook con semejante cantidad de información de cada una de las personas del planeta? Según el informe que le presentó al Congreso de EE. UU , la usa para mejorar la experiencia del usuario. Pero Facebook no dice en ese informe que eso sea todo lo que hace. Quizá pueda estar usando esa información para muchas otras investigaciones o para realizar acciones que no tengan una cara tan positiva, como se demostró tras el escándalo político de Cambridge Analytica (que comentamos hace unas semanas en esta misma columna).

¿Es lógico imaginar que semejante acopio de información, y el poder inmenso de análisis digital que se necesita tener para poder comprenderla, no se hace sólo con fines de mejorar la experiencia de los usuarios? Más que lógico, es casi ineludible pensar que toda esa información (que vale oro y también cuesta mucho conseguir, analizar y guardar) no se usa sólo para, dicho en términos eufemísticos, “mejorar la app”.

Amazon, Facebook y Google son hoy las tres grandes potencias del planeta. Ahí está concentrada la esencia de la lucha por el control de la inteligencia artificial. Sólo el Partido Comunista chino (y su estricto control de internet dentro de sus fronteras) logra competirles: es la única fuerza analógica (aunque usando las armas digitales) que puede equipararse a estas potencias virtuales.

Todavía seguimos pensando en países y gobiernos locales, pero lo cierto es que el poder que se está desarrollando en el mundo virtual es de tal magnitud que no hay gobierno que hoy pueda hacerle frente (salvo el caso chino).

Por ejemplo, Amazon paga impuestos por una cifra ridícula en EE. UU. porque tiene su sede en el exterior y casi todo lo que gana en EE. UU. lo reinvierte allí (entre otras cosas en inteligencia artificial). Así logra que su contribución al Estado norteamericano sea una ínfima parte de lo que realmente produce y gana. Y si el poderoso gobierno de EE. UU. no tiene suficiente poder para lograr que Amazon tribute todo lo que debería, imaginen qué poder tienen los demás gobiernos para regular a estos gigantes.

El desarrollo que está tomando el mundo digital no sólo provee de más posibilidades a los individuos (como ingenuamente se pensaba hasta hace poco), sino que también permite que unas empresas tengan en su manos la posibilidad de ejercer el mayor control social que jamás se imaginó. Hace 30 años, en uno de sus últimos escritos (cuando todavía internet no se había presentado en sociedad, pero ya las computadoras estaban en todos los hogares), Gilles Deleuze dijo que estábamos pasando de una vieja sociedad disciplinaria (en la que una autoridad centralizada nos castigaba si no cumplíamos las reglas: la escuela, la policía o el gobierno) a una nueva sociedad de control. Deleuze pensaba que esta sociedad del futuro controlaría todo el tiempo, sin descanso, nuestra vida, y sin que nos demos cuenta. Y eso control podría, ante cualquier conducta que considerase negativa, sacarnos del juego, convertirnos en parias y condenarnos a vivir fuera del mundo digital (lo que equivaldría a una especie de ostracismo).

Esa sociedad que Deleuze imaginaba en un futuro próximo es ésta, en la que ahora vivimos.

Hace 30 años, Gilles Deleuze dijo que pasaríamos de una sociedad disciplinaria a una de control sobre todos que se haría todo el tiempo, sin que nos diésemos cuenta. En esa sociedad vivimos hoy.

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Hace 30 años, Gilles Deleuze dijo que pasaríamos de una sociedad disciplinaria a una de control sobre todos que se haría todo el tiempo, sin que nos diésemos cuenta. En esa sociedad vivimos hoy.

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