Trump ayuda a Cristina y Hugo

Personajes como Eugenio Zaffaroni, Hugo Moyano y, desde luego, Cristina Kirchner, que sueñan con ver caer al presidente Mauricio Macri bien antes de la fecha fijada por la Constitución, acaban de recibir lo que para ellos es una muy buena noticia, si bien una que, de ser otras las circunstancias, no se les ocurriría festejar. La economía norteamericana está creciendo con tanta rapidez que, siempre y cuando no se hayan equivocado los gurúes financieros, la Reserva Federal –el banco central de la superpotencia– aumentará una y otra vez las tasas de interés, lo que pondría en apuros a un gobierno cuyo programa “gradualista” requiere crédito barato.

Para tales enemigos de Macri, en especial aquellos que temen terminar entre rejas, los estragos sociales que provocaría una nueva crisis política y económica serían lo de menos. Lo que quieren es que el gobierno se desintegre para que todo vuelva a ser como era antes de la irrupción del odiado ingeniero modernizador.

Sin habérselo propuesto, Donald Trump está ayudándolos. Dice estar convencido de que lo que es bueno para Estados Unidos lo será para el mundo entero, y que si, gracias al impulso que le ha dado al recortar impuestos, la economía norteamericana disfruta de un boom impresionante los beneficios se harán sentir en todas partes.

Es una verdad a medias. Como nos está recordando la turbulencia bursátil que hace poco se desató en Nueva York y que, un par de milisegundos más tarde, comenzó a agitar a todas las demás bolsas, para algunos el que la expansión de la economía estadounidense esté cobrando fuerza no es positivo en absoluto.

A Macri y sus colaboradores les convendría que la recuperación resultara ser pasajera para que la Fed decidiera mantener las tasas de interés a su nivel actual. No quieren que China desplace a Estados Unidos del lugar que ocupa en el podio económico mundial desde fines del siglo XIX, pero temen que los costos para el país de endeudarse pudieran trepar tanto que tendrían que depender menos del crédito ajeno y más, mucho más, del propio.

Lo mismo que los gobernantes de otros países emergentes, los macristas se han acostumbrado a que la tasa de interés internacional permanezca cercana al cero, lo que les ha permitido abstenerse de aplicar ajustes que podrían costarles el apoyo de sectores muy amplios y brindarían a sus adversarios pretextos para organizar un sinfín de protestas multitudinarias, además de paros generales como aquellos que obligaron a Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa a salir apresuradamente de la Casa de Perón.

A diferencia de los kirchneristas que automáticamente culpaban al “mundo” por todos los problemas internos aun cuando las circunstancias internacionales imperantes difícilmente pudieron haberles sido más favorables, los macristas atribuyen la debacle que ha protagonizado el país desde mediados del siglo pasado a la resistencia de los dirigentes políticos a tomar en cuenta los cambios que se registraban en el exterior.

No les gusta la autocompasión colectiva. Quieren que el país aproveche las oportunidades disponibles en vez de procurar aislarse conformándose con lo suyo. Por lo demás, entienden que no hay alternativas a la competitividad y que es peor que inútil insistir en que la Argentina es la víctima inocente de una vasta conspiración urdida en Washington o Londres para frustrar sus intentos de perfeccionar un modelo nacional y popular autóctono.

Así pues, aun cuando, como bien podría suceder, la Fed aumentara tanto las tasas de interés clave que una proporción mayúscula del dinero fácil que en los años últimos ha inundado el planeta regresara a Estados Unidos y otros países considerados seguros, Macri sería reacio a acusar a Trump de querer hundir a la Argentina privándola de la plata que necesitaría para llevar a cabo los ajustes que considera imprescindibles sin correr demasiados riesgos políticos.

Se trata de una desventaja significante. De ocurrir lo que muchos prevén, los macristas no podrían imitar a los kirchneristas formulando declaraciones altisonantes en contra de la agresión financiera imperialista.

Tampoco les serviría para mucho señalar que las dificultades internas resultantes se habrán debido a factores externos que ningún gobierno nacional estaría en condiciones de modificar, contestando así a quienes imputarían todo lo malo a la ineptitud del oficialismo.

Puede que haya algunos países en los que es habitual que la gente comprenda muy bien que la evolución de la economía local dependa en cierta medida del contexto internacional, pero en la Argentina la mayoría aún propende a dar por descontado que todo es mérito o culpa del gobierno de turno y que lo demás es verso.

La economía de EE. UU. crece con tanta rapidez que la superpotencia subirá las tasas de interés, lo que pondría en apuros a un gobierno cuyo programa “gradualista” requiere crédito barato.

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La economía de EE. UU. crece con tanta rapidez que la superpotencia subirá las tasas de interés, lo que pondría en apuros a un gobierno cuyo programa “gradualista” requiere crédito barato.

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