Un bono con sabor a poco

La jugada del bono de fin de año le sirvió al gobierno para correr del centro de la escena a la inflación, el ajuste y la caída del consumo, pero los $ 5.000 prometidos tienen gusto a poco en un escenario de fuerte pérdida del poder adquisitivo.

En los últimos doce meses, los salarios promedio del sector en blanco perdieron 15 puntos frente a la inflación relevada por el Indec.

No son estimaciones, sino los cálculos realizados por la Secretaría de Empleo de la Nación y el organismo oficial de estadísticas.

Representa parte del gran ajuste de la economía encarado por Mauricio Macri para evitar entrar en el dudoso túnel sin salida de un nuevo default.

El equipo económico le había advertido al presidente a fines del año pasado que si la magnitud de la suba de tasas de los Estados Unidos llegaba a secar en dos meses el flujo de dólares a la Argentina habría que apelar a financiamiento extra, es decir, al FMI.

El golpe fue aún mayor. Bastó que la FED comenzara a subir la tasa para que casi de un día para el otro los financistas internacionales le dieran la espalda a una Argentina que pecó de ingenua.

Macri quiso dar una señal contundente al mundo de que el país había cambiado en serio, incluyendo la libre circulación de capitales.

No tuvo en cuenta que el capital no tiene dios ni patria. Sin restricciones, en pocos días el flujo de dólares viró en forma dramática a tal punto que Macri debió salir a pedirle plata al Fondo, no una, sino dos veces.

Todo en medio de una fuerte recesión y una caída del consumo que refleja el peor dato: la pobreza está creciendo a un ritmo mayor al esperado, y los próximos indicadores del Indec reflejarán que ronda a un tercio de la población.

El índice de pobreza alcanzó al término del primer semestre del año un 27,3%, por lo que creció casi 2 puntos respecto del 25,7% del segundo semestre del 2017, lo cual significa alrededor de 800.000 nuevos pobres.

Recién el 28 de marzo del 2019 se sabrá a qué nivel llegó la pobreza en el segundo semestre del 2018, pero ya se anticipa que será el más alto de la gestión Macri, y tal vez se equipare al 2002, cuando el país intentaba salir de la catástrofe económica del 2001.

Y el torniquete del ajuste apretará aún más en el 2019: si se desmenuzan los presupuestos nacional y bonaerense, buena parte del equilibrio fiscal se explicará por un aumento de la presión impositiva, sea sobre particulares (como es el caso del Inmobiliario) o de empresas.

Todo tras un 2018 donde la inflación derrotó por goleada a los sueldos: entre septiembre de 2017 y el mismo mes del 2018 los salarios formales aumentaron 25,4%, mientras la inflación escaló 40,5%.

Por eso, si bien el bono de fin de año será bienvenido entre los asalariados, no logrará mover a un consumo golpeado por la recesión y el desempleo.

Encuestas que circulan en despachos oficiales advierten que ese dinero será destinado por las familias a pagar deudas más que a incrementar consumos.

En el gobierno hay cierta molestia con grandes cámaras empresariales –como la UIA y Construcción– que salieron rápido a advertir que no podrán pagarlo.

En la central fabril le piden al Poder Ejecutivo tener en cuenta que la industria desbarrancó 11,5% en septiembre, y el panorama luce aún más desalentador para los meses que le siguen.

El aparato industrial cerrará el 2018 con una caída superior al 7%, lo cual representa un duro golpe a la creación de mano de obra a escala.

Seis de cada diez industrias anticipan una baja de la demanda interna para el cuarto trimestre del año y el 64,3% no prevé tomar empleados.

Por eso, la dupla Nicolás Dujovne-Guido Sandleris apunta a acelerar el ritmo de baja de las tasas de interés, algo que ya se notó en noviembre, con una caída de siete puntos en las remuneraciones de las Letras de Liquidez (Leliq) del BCRA.

Pero ambos convencieron a Macri de que es mejor haber contenido al dólar, que se disparaba a niveles imprevisibles en agosto.

Igual, el daño está hecho, ya que la apreciación de un 90% de la moneda norteamericana, tras un fuerte proceso de suba del endeudamiento externo, dejará una hipoteca muy difícil de cumplir para los futuros gobiernos.

El dato más inquietante son advertencias que comenzaron a trascender sobre qué puede ocurrir en el 2020.

Con dos años de recesión continuada, los mercados, que aprovecharon el desenfrenado ritmo de endeudamiento impulsado por Macri, empiezan a temer que en el primer año del próximo gobierno la Argentina vuelva a entrar en riesgo de cesación de pagos, el fantasma más temido por los dueños del dinero.

José Calero


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