Una ley histórica

El estado de Maryland (EE. UU.) aprobó una ley que prohibe a la industria farmacéutica “retocar” los precios de “viejos” fármacos esenciales. Esto resultó como respuesta al aumento desmedido de fármacos.

En la tormenta de las acusaciones y la indignación generada tras cada aumento, la explicación que se mantiene constante en todos los discursos de los senadores responsables de promover dicha ley se basa en la descripción de las estrategias que utiliza la industria farmacéutica para participar, en su conjunto, en el manejo discrecional de los precios de los medicamentos más antiguos. La conclusión final es que estas acciones si bien son legales no son éticas.

La ley autoriza al fiscal general de Maryland a procesar a las firmas que apliquen aumentos de precios sin justificación a productos farmacéuticos no competitivos. Para demostrar esto, el fiscal general tendrá que establecer que los precios no sólo son injustificados, sino también que legalmente son inconcebibles. Una relación entre comprador y vendedor se considera inaceptable si se basa en términos claramente injustos y marcadamente inclinados hacia la parte con poder de negociación superior, que ninguna persona razonable estaría de acuerdo libremente con ellos.

Más allá de la cuestión planteada por la inconformidad del usuario, esta ley limita al fiscal general en varios aspectos: sólo puede tomar medidas si un mercado farmacéutico no patentado se convierte en no competitivo, es decir si participan activamente tres o menos fabricantes. Lo ocurrido con la digoxina (fármaco para enfermedades cardiovasculares disponible desde 1930) sirve de ejemplo. El marcado que competía con los precios de este producto se contrajo de ocho a tres fabricantes, esto hizo que el precio de la droga aumentara en 630 % en una década, algo ética y legalmente inconcebible para la nueva ley. La misma obliga al fiscal general a ofrecer al fabricante o al distribuidor la oportunidad de explicar la razón por la cual aplica el aumento de precio. Pero también autoriza al Seguro Nacional de Salud que brinda asistencia a las personas mayores de Estados Unidos, a notificar al fiscal sobre incrementos de precios del 50 % o más en un año.

Si bien es cierto que este recurso legal no contempla todos los aspectos del mercado farmacéutico (por ejemplo, drogas nuevas, drogas bajo patentes, etc.) abre un escenario distinto en la capital del capitalismo mundial. La ley intenta recuperar la confianza en las políticas públicas de salud sobre algo tan incontrolable como lo es la industria farmacéutica que genera precios insostenibles, muchas veces sin justificación. Esencialmente reafirma los fármacos más antiguos de valor probado que deberían ser accesibles y sujetos a competencia exigiendo un “control razonable de su precio” y evitando aumentos descontrolados para mantenerlos en el mercado.

Si bien Maryland resulta ser uno de los primeros estados en aprobar una ley de este tipo, otros se le han sumado legislando sobre temas como insulinas; asegurar el acceso al tratamiento de la hepatitis C o generando leyes de transparencia de precios.

Se desconoce el efecto de esta ley pero el mensaje que nos envía es histórico: fue aprobada en un país en donde el libre comercio es la bandera e intenta decirnos que se puede funcionar con un libre comercio, pero marcando límites a aquellos que intentan ganancias exageradas; porque de seguir así, se llegará indefectiblemente a la desfinanciación de las aseguradoras de salud.

En nuestro país la situación de los precios de fármacos es caótica. No existe regulación, control ni siquiera “precios sugeridos”. Es un mercado libre y legal, pero éticamente cuestionado por quien consumen sus productos. No solo se aumentan los precios de “viejos medicamentos” sino que también se sacan de los formularios terapéuticos por falta de producción, ya que dejan de ser rentables. En la actualidad la industria farmacéutica invierte más en publicidad y difusión que en investigación. Algo que marca el rumbo elegido. El mensaje de la Ley de Maryland deberá ser oído por los legisladores del resto del mundo occidental en general y de nuestro país en particular. Deberán ocuparse de esta situación. Imaginar que en nuestro país ocurra, resultará ideal.

(*) Médico especialista en clínica médica y en psicología clínica.

En nuestro país la situación

de los precios de fármacos es caótica. No existe regulación, control ni siquiera “precios sugeridos”.

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En nuestro país la situación
de los precios de fármacos es caótica. No existe regulación, control ni siquiera “precios sugeridos”.

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