Volvió la política (en su peor versión)

Panorama nacional

O bien se dijo poco sobre la cena de los gobernadores de la UCR con el presidente Macri, o bien hubo poco para decir. Se observó sí un cambio para las costumbres radicales: desde siempre fieles al pollo con ensalada rusa, la noche del martes los recibieron en Olivos con lomo y una variedad de hojas verdes, como registraron las crónicas. Un salto de calidad.

Cuál es el rol del radicalismo en Cambiemos es una cuestión que regresó en estas semanas, en las que parece ceder la crisis cambiaria a fuerza de un torniquete monetario, desarme de Lebacs y un creciente –y para algunas voces peligroso– endeudamiento en dólares. Los gobernadores Alfredo Cornejo, Gustavo Valdés y Gerardo Morales; el senador Ángel Rozas; el jefe del interbloque de Diputados Mario Negri y Ernesto Sanz, intermitente en el poder de Cambiemos, cenaron el martes con el presidente y, previamente, se reunieron con los ministros Nicolás Dujovne y Rogelio Frigerio y Marcos Peña. Venían de un tipo de protagonismo que no deseaban.

Los radicales de Cambiemos se molestaron cuando se enteraron por los diarios de una reunión reservada a comienzos del mes del buró político del Pro-Peña, María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta, Emilio Monzó y Frigerio –con una cuidadosa selección peronista–, el jefe del bloque de senadores Miguel Pichetto, el líder del Frente Renovador Sergio Massa y el gobernador Juan Schiaretti, para negociar cómo se distribuirá la carga del ajuste. No importa lo que se haya discutido ahí: las intenciones desnudadas por el informe del FMI del viernes y la estrepitosa caída del proyecto Chihuido en plena cara de los inversores llegados de Alemania indican que la receta será ortodoxa. La salida de Aranguren de Energía había persuadido a los radicales –al severo gobernador Cornejo sobre todo– de que sus reclamos iban a ser escuchados finalmente por Macri. Fue un espejismo.

Sólo unos días después, Elisa Carrió redujo al radicalismo a la insignificancia. En un acto de comediante en Entre Ríos –admitió que fue una nota de humor–, se atribuyó el control de la UCR. “Antes nos mandaban a servir empanadas en las convenciones y ahora los manejo yo desde afuera…”, dijo la diputada de origen radical. Si volvió la política, es en su peor versión.

El dólar bajo control hizo regresar el optimismo. Desde la Casa Rosada surgen versiones de que el presidente recuperó el buen ánimo y que reivindica en privado la manera en que el gobierno navegó la tormenta. Algunas voces se han tentado en relativizar el impacto que la cruda ingeniería financiera de Luis Caputo tendrá sobre la actividad económica. Cuánto va a durar el parate. El voluntarismo es un elemento constitutivo del Pro.

Con una interna encrespada en su propio partido por el costo de ajuste y las profundas diferencias en torno a la legalización del aborto –en las dos cuestiones pesa la posición de María Eugenia Vidal–, Macri volverá a subir el perfil la misma semana en que se conocerá la inflación de junio, la más alta en dos años. Se anticipó una conferencia de prensa en Olivos, a un mes de la última, y prometen el regreso de los timbreos. La última experiencia había sido amarga.

El entusiasmo del gobierno por dejar atrás la crisis contrasta con cierta molicie de la oposición. Macri dijo en la última reunión de gabinete que es el único garante del modelo y que el mundo no confía en el peronismo. Tanto se difundió esa declaración que pareció haberlo dicho en público. Nadie se hizo cargo entre los herederos de Perón.

Allí también se hicieron ver posiciones irreductibles sobre el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo, que discute el Senado. Más llamó la atención la fuerte crítica que lanzó Felipe Solá contra Sergio Massa, a quien acusó sin nombrar de “trabajar para que haya dos peronismos”. La falta de un liderazgo en ese espacio central de la política argentina, como hizo notar Felipe, es aún hoy el principal activo del proyecto de Macri.

El informe del FMI del viernes y la estrepitosa caída del proyecto Chihuido en plena cara de los inversores llegados desde Alemania indican que la receta será ortodoxa.

La salida de Aranguren había persuadido a los radicales –al severo gobernador Cornejo– de que sus reclamos iban a ser escuchados finalmente por Macri. Fue un espejismo.

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El informe del FMI del viernes y la estrepitosa caída del proyecto Chihuido en plena cara de los inversores llegados desde Alemania indican que la receta será ortodoxa.
La salida de Aranguren había persuadido a los radicales –al severo gobernador Cornejo– de que sus reclamos iban a ser escuchados finalmente por Macri. Fue un espejismo.

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