Cómo hacen estas madres para alejar a los chicos de la violencia
Cuatro madres de una escuela del Oeste, en la capital neuquina, dan clases. Son propuestas complementarias para niños y niñas.
EN NEUQUÉN
NEUQUÉN (AN).- En los barrios del oeste de la ciudad, donde predominan los relatos de bandas, armas y sangre derramada, un grupo de madres se resiste a esa idea. Dentro de las aulas de la Escuela 348 del barrio Hibepa se realizan talleres gratuitos para niños con un objetivo simple: ganarle horas a la calle y a la violencia.
La idea nació tras un enfrentamiento armado entre adolescentes que no superaban los 14 años. El hecho, que conmocionó a las familias del lugar, ocurrió en agosto del año pasado en las puertas de la escuela 347 ubicada en el corazón del barrio Cuenca XV (ver aparte). “Todo arrancó por esa situación, por la problemática que hubo con los chicos, vimos que los estaban acaparando a muchos de los más chiquitos que se iban con ellos”, recuerda Claudia Campos, que por las tardes dicta un curso de peluquería y belleza de manos y pies.
Cuando Claudia habla de “ellos” se refiere a los grupos que se disputan los territorios y el poder en la zona. Conoce todos los nombres: “los Champú, los Santana, los Jeremías, los soldaditos de los Jeremías, los Hámsters, los Champucitos… si te ponés a averiguar hay miles de nombres, entonces son muchos los chicos que se están yendo con los más grandes”, explicó.
El proyecto de los talleres fue una idea de las maestras y las directoras de la 348, que se acercaron a las madres y “nos preguntaron qué cosas sabíamos hacer o qué podíamos enseñar. Yo las pinché a todas ellas para que se prendan en esto”, dice Claudia, entre las risas cómplices y la atenta mirada de sus compañeras, Griselda Garrido, Fabiana Arriagada y Soledad Mendoza. Las cuatro se dividieron los días y las horas para poder dar los primeros cursos de manualidades, panadería y peluquería. Los jueves se sumaron los talleres de folclore y el de básquet.
Trabajan en la escuela de lunes a viernes, desde que termina el turno tarde hasta la noche. Nadie les paga para que realicen esas labores: “lo hacemos a pulmón”, explicó Fabiana y aclaró que “esto me llena, me gusta”.
Unos 100 chicos participan de las clases, se van sumando por el comentario “boca en boca”. Son de “Los Hornitos, Toma 7 de Mayo, Toma 2 de Mayo, Almafuerte. Todo esto para mí es una señal de que estamos haciendo las cosas bien. Algunos nos dicen que los obligaban a venir, pero les terminó gustando y se anotan para hacer otras cosas”, explicaron.
Dentro de las aulas los niños se notan felices, la alegría rebalsa en sus rostros, comparten sus mesas y los materiales. Hacen pan, pan con chicharrones y pizzas, también pintan y fabrican alcancías, se divierten.
Las talleristas explicaron que la actividad también sirvió para que los mismos niños se encariñen de la escuela. “El proyecto esta bueno porque usamos la escuela todo el día, hasta la noche. Nosotros no solamente tenemos a los chicos ocupados sino que también cuidamos el espacio y los chicos se apropian del lugar”, concluyó Fabiana.
> Transformar el dolor en energía positiva
Fabiana Arriagada encontró en los talleres una forma de canalizar su energía y evitar la tristeza. Hace cuatro años atravesó el momento más doloroso de su vida, cuando la muerte le arrancó de los brazos a su hijo más grande, Alejandro, que con solo 20 años sufrió un ACV.
“Perder un hijo no es nada fácil y superarlo tampoco, pero me levanto todos los días para ayudar, por las personas que me necesitan”, explica al tiempo que sus ojos se ponen vidriosos y comienzan a asomarse algunas lágrimas que logra retener.
Fabiana se define como una “loca linda, que me prendí a la locura de estas -mirando a sus compañeras” y afirma que ella vive “para el resto”, siente que realizar los talleres y ayudar a sus vecinos es una obligación. Pero también es una manera de no caerse “cuando perdí a mi hijo pensé ¿qué voy a hacer, vivir empastillada?. Dije que no, me levanté porque lo necesitaba”.
El taller de panadería que ella dicta es uno de los más populares entre los niños y adolescentes, asegura que tuvo que “poner un límite”. Por otro lado advirtió que más allá de realizar la actividad para acompañar a los chicos “lo que más pido es el acompañamiento de los padres. Quiero que sean responsables, que ellos se comprometan con los chicos, que pregunten las cosas que tienen que llevar”, concluyó.
> Un duro punto de partida
El jueves 21 de agosto del 2014 el barrio Cuenca XV y la escuela primaria 347 se vieron paralizados por un enfrentamiento armado en la puerta del establecimiento. Fueron dos tiroteos en horas de la tarde, que protagonizaron dos grupos de jóvenes enemistados, mientras los niños se encontraban en clase.
El hecho puso en evidencia la grave situación que atravesaba el barrio. En ese momento los directivos del establecimiento decidieron suspender las actividades y aclararon ante los medios que los enfrentamientos eran constantes en el sector.
Tras numerosas reuniones con funcionarios del Concejo Provincial de Educación (CPE), autoridades del ministerio de Seguridad, docentes y padres, las clases se retomaron 11 días después, el lunes primero de septiembre, con un patrullero de la policía en la puerta del colegio.
MIGUEL SUÁREZ | miguelsuarez@rionegro.com.ar
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