Cómo nacen las ideas

Mirando al sur

Es mucho más posible que alguien sufra ante el espectáculo lamentable de la extrema miseria que esa misma persona logre encontrarle una solución que sea realmente eficaz, porque las emociones de la gente son más fáciles de despertar que su inteligencia”. Como siempre, Oscar Wilde ya lo dijo antes y lo dijo mejor. Es que las ideas realmente nuevas son muy raras, y la indignación y las respuestas emocionales son demasiado frecuentes. Además de raras y escasas, las ideas tampoco son producto de iluminaciones instantáneas ni de procesos que se conozcan de antemano.

¿Cómo surge, entonces, una idea nueva? Hay muchísimo dinero invertido en las investigaciones que tratan de descubrir (y sistematizar) los mecanismos que permiten inventar “lo nuevo”. Si eso se lograse se haría realidad la utopía de nuestra época: producir “lo nuevo” constantemente. Hasta ahora se ha avanzado menos que poco. Porque casi todo lo que se descubre sobre el proceso de aparición de “lo nuevo” (o de una idea realmente grande) muestra que es poco factible de poderse sistematizar.

Hay varias cosas que tienen en común casi todas las ideas nuevas que han cambiado la forma en que hoy vivimos: surgieron en el momento y de la manera menos pensada (por lo general sin planificación), casi siempre fueron desvíos de otros procesos (lo que hizo que, en muchos casos, al principio se las considerara un fracaso) y casi no hay ejemplos de ideas que hayan sido producidas por un único individuo (aunque el premio Nobel o la estatua de bronce reconozca a sólo uno).

Los grandes genios (un Copérnico o un Darwin) son los encargados de sistematizar en una teoría abarcadora los complejos procesos de pensamiento social, que no pocas veces demandó décadas o siglos.

No es poco mérito el que Darwin haya elaborado el marco conceptual con el que aún pensamos la biología, pero sin las bibliotecas que consultó y sin el desarrollo del medio en el que vivió jamás hubiera podido desarrollar la teoría de la evolución. Como bien dijo Newton: “He podido ver más lejos porque estuve parado en los hombros de los gigantes que me precedieron”.

Para nacer, las ideas necesitan a tal punto de la vida social y de la comunicación, que como demuestra Steven Johnson en su charla TED no son los laboratorios de las universidades sino los cafés y los bares los lugares en los que muchas de las principales ideas modernas han surgido. No es porque sean cool que en Google dedican el 20% del tiempo a seguir “corazonadas ridículas” o a investigar proyectos que, a primera vista, parecen absurdos. Seguramente muchos de esos proyectos no llegarán a buen puerto, pero si algo nuevo nace muy posiblemente sea gracias a que alguien pudo dedicarse a pensar en esas “tonterías”.

Como las ideas necesitan de la colaboración abierta, también las actuales leyes de derechos de autor y de protección de la propiedad intelectual están frenando el desarrollo.

Casi todo lo grande que tenemos hoy se hizo sin patentes (o violando patentes, por ejemplo: la web hoy es la forma popular de conectarse a internet gracias a que su “inventor”, Tim Berners-Lee, decidió no patentarla, perdiéndose de ganar decenas de miles de millones de dólares, pero permitiendo que no sólo los ricos puedan usar internet.

De café al espacio

Algo parecido sucedió con otro artefacto que hoy usamos todos y nació “de casualidad” en 1957, en plena época de la Guerra Fría. Era un lunes de octubre y la Unión Soviética acababa de enviar al espacio el primer satélite, el Sputnik.

En el café de la norteamericana Universidad John Hopkins dos físicos, Guier y Weffenbach, se ponen a hablar sobre lo maravilloso que fue esa innovación de los soviéticos e imaginan que si el satélite manda señales cualquiera podría recibirlas.

Como Weffenbach estudiaba microondas tenía una antena en su laboratorio. Con ella logran encontrar las señales del Sputnik en la banda de los 20MHz. Entonces captan que hay pequeñas diferencias en cada señal que reciben y creen que si miden esas diferencias podrán saber la órbita del satélite, y conocer en qué lugar del espacio está a cada momento.

Así empieza una gran aventura de la era moderna: con una charla en el bar de una universidad, el inicio de unas investigaciones que no estaban planificadas y que nadie sabía adónde podrían ir a parar. Investigación que luego es tomada por la universidad ya de manera oficial y que forma parte de la Guerra Fría porque esa triangulación de las señales satelitales les permite localizar los submarinos atómicos y disponer los cohetes nucleares apuntando a Moscú.

Pero la historia no termina ahí: el gobierno de Ronald Reagan (sí, Reagan) libera completamente todo ese saber acumulado en la Guerra Fría y muchos científicos independientes y pequeñas empresas comienzan a desarrollar tecnologías que puedan usarlo. La historia acaba (por ahora) en los GPS que todos tenemos en nuestros celulares.

No todas las charlas de café terminan en el invento de la web o del GPS o son el semillero de la Revolución Francesa. Pero sin esas charlas “tontas”, sin sentido y solo para divertirse no tendríamos ni internet ni la vida tal como la conocemos.

Las ideas surgen donde no se las busca. Por eso es tan difícil inventar lo realmente nuevo. De manera parecida a lo que dice el viejo poema portugués que resumía en un verso la forma de ver el mundo de los marineros: “Vivir no es lo necesario; navegar es lo necesario”.

Casi todas las ideas que han cambiado nuestra forma de vida surgieron en el momento y de la manera menos pensada, fueron desvíos de otros procesos y casi ninguna fue obra de un solo individuo.

Como las ideas necesitan de la colaboración abierta, también las actuales leyes de derechos de autor y de protección de la propiedad intelectual están frenando el desarrollo.

Datos

Casi todas las ideas que han cambiado nuestra forma de vida surgieron en el momento y de la manera menos pensada, fueron desvíos de otros procesos y casi ninguna fue obra de un solo individuo.
Como las ideas necesitan de la colaboración abierta, también las actuales leyes de derechos de autor y de protección de la propiedad intelectual están frenando el desarrollo.

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