Cómo viven los palestinos en Jerusalén

JERUSALÉN, Israel.- Desde el inicio de la operación «Plomo sólido» que ya suma cerca de muertos en Gaza, más de 100 palestinos han sido arrestados en las barriadas de Jerusalén oriental, mientras que la ciudad vieja permanece desierta, con todos sus tradicionales negocios cerrados como protesta por lo que ellos consideran una masacre del Estado hebreo contra sus hermanos de la Franja.

Si entre el sábado y el domingo las manifestaciones habían sido tranquilas, las del lunes y ayer se fueron incrementando en número y en tensión. Unos 20 policías y soldados israelíes sufrieron algunas heridas fruto de las bombas Molotov lanzadas por los palestinos que aquí son prácticamente parias, es decir, no tienen ni el pasaporte palestino como los de Cisjordania o Gaza, pero tampoco la ciudadanía israelí.

Para aclarar un poco: después de la Guerra de los seis días, en 1967, cuando Israel ocupó los territorios de Gaza, Cisjordania y Jerusalén, se crearon varias categorías para los palestinos. Están los que viven en el Estado de Israel y tienen ciudadanía israelí, aunque sus derechos no son exactamente los mismos que los de la mayoría de la población judía. Están los palestinos que viven en los territorios que se supone en el futuro formarán su Estado (Gaza, controlada por Hamas, y Cisjordania, por Al Fatah, el partido de Yasser Arafat) y que tienen un pasaporte provisorio.

Están los que se fueron a otros países como Egipto, Jordania, Siria, El Líbano, y de los cuales algunos son ciudadanos de esos Estados y otros son refugiados. Y están los palestinos de aquí, de Jerusalén, quizás los más abandonados, porque casi se diría que no tienen estatus internacional. No son refugiados, no son ciudadanos de otro Estado (mucho menos del Estado de Israel) y ni siquiera tienen el pasaporte provisorio que tienen los palestinos de Gaza, Belén, Ramallah o cualquier otra ciudad de Cisjordania. Los de Jerusalén viven con un permiso provisorio, muchas veces separados entre ellos mismos por el famoso muro que construye Israel para prevenir los ataques terroristas, y no pueden viajar al exterior. Éstos son los que en número creciente están protestando día tras día, haciendo de Jerusalén (la ciudad tres veces santa) una olla a presión.

En Beit Hanina, un pueblo a seis kilómetros al norte de Jerusalén, unos jóvenes quisieron instalar una carpa en honor de los muertos en Gaza, pero fueron detenidos por la Policía. «Vamos a ejercer tolerancia cero con los manifestantes y las incitaciones contra Israel. Estamos preparados para esas situaciones», declaró ayer el comandante de Distrito del Norte, Shimon Koren. «Algunos de los dirigentes árabes fueron capaces de contener los disturbios, mientras que otros carecen de la autoridad de control», recalcó Koren. El jefe de Policía, Dudi Cohen, afirmó: «Yo no temo un retorno a los disturbios de octubre del 2000. Estos tuvieron lugar a comienzos de la década, todos maduramos desde entonces».

Sin embargo, el líder de Hamas, Khaled Mashal, desde su exilio en Damasco sigue llamando al pueblo palestino (tanto de Gaza como de Cisjordania) a una Tercer Intifada -una guerra en la que los jóvenes palestinos se enfrentan con piedras a la policía o al ejército israelí. La primera Intifada fue en 1987 y la segunda en el 2000.

Ante esta situación y mientras aparentemente el ejército de Israel prepara una incursión terrestre, en Jerusalén el clima es cada vez más tenso, pesado. Día a día se ven más y más soldados congregándose en la Puerta de Yaffo o en las otras entradas a la ciudad vieja. Desde el domingo que la ciudad vieja de Jerusalén está desierta.

Los grupos de turistas extrañan el bullicio y los llamados de los vendedores que ofrecen todo tipo de recuerdos y objetos y que proponen el típico juego del regateo. Nada de nada, todos los palestinos mantendrán cerrados sus negocios como protesta contra la acción de Israel en Gaza. Ayer a la tarde, sólo algunos niños jugaban en las calles desiertas mientras un canillita muestra las fotos de los bombardeos en el diario árabe y un hombre mayor con keffia (el paño típico que los palestinos usan en sus cabezas) ofrece un café árabe a 10 shekels (9 pesos). «Es terrible, van a ser muchos más muertos, yo sé lo que te digo», asegura el hombre, de nombre Ali, quien afirma haber visto ya varias de estas ofensivas.

Mustafa, un chico de 13 años, despotrica contra Israel y los soldados: «Nos molestan todo el tiempo y son ellos los que están en nuestra tierra». Abdallah, el canillita, muestra el diario. «Mirá, acá hay niños, mujeres, ancianos, todos muertos o heridos, es una barbaridad, nunca podremos perdonarlos», expresa.

En tanto, Jano Gleizer plantea la óptica de un israelí. «Ellos vienen atacando a Israel desde hace ocho años con los misiles y hace tres años que salimos de Gaza, ¿por qué siguen atacándonos?, ¿por qué no se ocupan de construir su país?», se pregunta. Jano nació en Buenos Aires, pero a los tres años llegó aquí con sus padres. «Creo que el gobierno de Israel debe proteger a sus ciudadanos que sufren la caída de misiles de Hamas, aunque no estoy convencido de que esta operación consiga protegerlos», remata. Eliana Rapp también es argentina, pero tiene sólo siete meses en Jerusalén. «No sé si está bien o no la operación, pero algo había que hacer, no se puede vivir con 20 ó 30 alarmas de misiles por día, como viven los habitantes de las ciudades israelíes cercanas a Gaza», dice.

Sin embargo, también hay israelíes en contra de la operación del gobierno. La ex diputada Tamar Gozansky, dijo ayer en un acto: «No estamos de acuerdo con el bombardeo de poblaciones civiles, tanto israelíes como palestinas, pero mientras siga la ocupación, seguirá la violencia. Sólo un Estado Palestino soberano e independiente con Jerusalén Oriental como capital podrá garantizar la paz para los dos pueblos».

Anoche, un grupo de jóvenes judíos ortodoxos celebraba las operaciones de su ejército cerca de la zona árabe de la ciudad vieja. Mientras cantaban y bailaban haciendo flamear la bandera de Israel, eran custodiados por soldados, ante la mirada cargada de bronca y tristeza de los palestinos que atinaban a pasar por el lugar.

En definitiva, si lo que estamos viendo en Gaza es una carnicería, nadie imagina lo que podría suceder si explota la olla a presión que es Jerusalén y el resto de Cisjordania. El tambor está cargado de pólvora y sólo falta que alguien encienda la mecha. Gaza es prácticamente un gueto, y lo que está ocurriendo allá es una masacre.

 

MARIANO SARAVIA msaraviaster@hotmail.com


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