Con la inocencia intacta
Lisandro Aristimuño, que se presenta desde el 10 en la región, cuenta las claves de su creación.
Lisandro Aristimuño pasa por la región, o vuelve, más bien, a su tierra.
El músico estará este jueves a las 21:30 en el Cine Teatro Español de Neuquén, el 12 en el Teatro La Baita de Bariloche y el lunes 14 en el Centro Cultural de Viedma. Viene como parte de la gira de presentación de “Mundo anfibio 2013”, que comenzó a sala llena en el Teatro Gran Rex de Buenos Aires.
“Mundo anfibio”, su quinto álbum de estudio que agotó la primera edición y ha sido reeditado, obtuvo el Gardel 13 como Mejor Álbum Pop Rock Alternativo.
Producido por Viento Azul, su propio sello, cuenta con la colaboración de artistas de la talla de Ricardo Mollo, Hilda Lizarazu y Boom Boom Kid como músicos invitados, además de Diego Frenkel en la asistencia de audio en guitarras eléctricas.
Desde la coherencia de su historia independiente y una cuidada propuesta artística en vivo, el viedmense traduce la originalidad de su obra absolutamente personal, en una puesta junto a su banda de nueve músicos que reúne melodías trasparentes, poesía de enorme belleza, samples, sonidos étnicos, electrónicos, voces deformes, cadencias orientales, instrumentos acústicos, programaciones, arreglos de cuerdas y canciones infantiles.
“¿Viste? Con ‘Las crónicas del viento’ la música me llevó a investigar mucho mi infancia, después descubrí que igual tenía la conexión. No necesitaba rastrearla siquiera. Pasa que ese era el concepto de ese disco, me basé realmente en esa época. Pero, quiero mantener toda mi vida la inocencia y esa magia de niño, salir de la estructura del sistema o de lo que está establecido, de los paradigmas”, le dice Lisandro a “Río Negro” en una larga y tranquila charla.
–Y darte la posibilidad de jugar… Venís haciéndolo y cada vez decís más con menos.
–Sí. Creo que en algún punto logré una personalidad. Dentro del juego alcancé un personaje, como el chico que se viste de oso y piensa que lo es. Yo sé cuando me pongo ese traje y juego. Pero lo interesante es que el personaje muta cuando quiero. Sería como el “Señor del tiempo” y de repente, en esa magia y esa creación, puedo ser un hombre grande, un bebé, una mujer, un tipo que cambia de postura, de formas de ver. Es apasionante y no me quiero ir de ese juego, nunca. Y del no control, tampoco. Es adrenalina pura la música. Están las notas que ya sabemos cuáles son, pero me refiero a otra clase de control. No al básico para hacer un acorde o técnico, sino al sentimental. Del alma, más de reacciones. No quiero eso de mis canciones. Sí lograr que alguien reaccione de alguna manera, cuando las escucha.
–Lo estás produciendo. Tu música es seductora, atrayente, amigable. Reúne.
–Bueno…
–No lo crees todavía…
–No, pasa que no me siento dueño de lo que hago. Para mí, lo mío es un mensaje que llega de algún lado. Y no me creo superior por eso… Lo veo como algo sumamente natural. La música es algo religioso, te diría. Y, a veces me dejo estar, paso mucho tiempo sin componer porque no me tira ni una nota y yo la respeto y espero hasta que ella quiera.
–¿No te pone ansioso?
–No, ya me calmé (sonríe Lisandro) y aprendí a aguardarla, a saber cuándo, cuál es el momento. Y si hablo de aguantarla es porque le doy un protagonismo y un poder hacia mí. Se supone que soy el que la hace, pero no en mi caso. La música me llega y agarra.
–¿Tuviste que aprender eso?
–Aprendí una cosa, como compositor, que me ayuda mucho: no siempre guardo mis vivencias en canciones, porque esas experiencias son parte de mi vida. Hay compositores que escriben: me levanté a las diez, tomé unos mates, viene ella me acaricia, le digo cómo estás? Y ella repite, hola, hola, te amo, mi amor. Esas cuestiones se tienen que guardar. Yo también me levanto, tomo unos mates, digo hola mi amor, pero ¿a quién le importa eso? ¿Por qué alguien piensa que su despertar es más lindo que el de cualquier otra persona? Está todo confundido. No puedo creer que nadie le diga: ¡loco no me interesa saber qué hiciste a la mañana o cómo te acostaste con tu mujer! No hablo mal. Son dos caminos y ese es aburrido para mí. Podría componer algo semejante, pero no me diría nada, no sentiría nada que me llene. Hay uno, el del diario íntimo, y otro que es un mensaje y una energía que llega de no sé dónde. No puedo explicarlo. Si me preguntan cómo hago las canciones, no sé, no tengo idea… Son emociones muy fuertes y no puedo expresar por qué me pasan ni por qué tomo la guitarra, por qué escribo… ¡hay cosas que no tienen explicación y eso es genial!
Eduardo Rouillet
eduardorouillet@gmail.com
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